Por Mariana Miranda,

“Los hermanos sean unidos,

Porque esa es la ley primera.

Tengan unión verdadera

En cualquier tiempo que fuera,

Porque si entre ellos pelean

Los devoran los de ajuera”

 Así reza Miguel Hernández en el Martín Fierro, poema épico popular considerado por algunos críticos la obra cumbre de la literatura argentina, dicho por Beatriz Sarlo, “el poema perfecto”, poema que su autor publicó en 1872 como “El gaucho Martín Fierro” y del cual publica una segunda parte en 1879 denominada “La vuelta de Martín Fierro”. La sextina en cuestión es la N° 17 de la 2ª. Parte del poema (La vuelta).

    No pareció haber mucha unión, más bien, des/unión en la entrega de los Martín Fierro de radio (a propósito, el premio más codiciado de la programación televisiva y radial de los medios argentinos, es el Martín Fierro), realizada en estos últimos días. En una sociedad francamente dividida entre los integrantes de “la grieta” (así, con título de película de terror) una ceremonia de gala y de homenaje culminó (o casi) a las trompadas limpias. Luis Novaresio que fue el feliz y no menos merecido recepcionista del máximo galardón, el Martín Fierro de Oro, trató de calmar las aguas como mejor pudo. El rosarino arrancó diciendo “Quiero compartirlo con toda la gente que labura afuera de Capital Federal, soy de Rosario, una ciudad que quiero mucho” y terminó rematando con una declaración de deseos: “Ojalá esta profesión siga siendo lo que es, una intermediación entre la gente y lo que pasa, y no un acto de vanidad para creernos que somos más importantes que lo que contamos” en franca alusión al comportamiento de algunos colegas tanto en la ceremonia de la entrega de premios como fuera de ella. Hubo gente a la que no quiero nombrar que francamente “se puso la camiseta de la empresa” para hundir deliberadamente a los periodistas que se están quedando en la calle en estos últimos días por causa de los megamedios que cierran (sean K o no K). Como si tuvieran acciones en esa empresa o como si se les fuera la vida en defenderla. Como si también los trabajadores pudieran elegir en donde trabajan, cada uno trabaja en donde puede, no en donde quiere, más en estas épocas de precarización laboral a ultranza.

   De un tiempo a esta parte hay muchos periodistas que se autodenominaron “formadores de opinión” (como si la audiencia no pudiera  tener una opinión propia) transformándose abiertamente en buenos opinólogos  y desde allí siembran ideología a piacere. Esto viene desde mucho antes de que Cristina apodara a algunos adeptos del gremio como “periodistas militantes”. Programas como el de Neustadt y Grondona en determinada época marcaban una ideología y conquistaban militantes. Programas como 6, 7, 8 terminaron bastardeando abiertamente el oficio de informar. Una cosa es hacer una editorial, que dura unos 15 minutos y otra cosa estar dos horas o más conquistando adeptos para la causa, lo cual sí sería transforrmar el oficio en “un acto de vanidad”, tal cual señala el sensato periodista rosarino. Hay una intermediación entre la noticia y el público y una obligación de informar (si los periodistas no informan, entonces ¿para qué están?). Más allá de los lineamientos políticos del gobierno de turno que siempre está “bajando línea” a la prensa, más en tal o cual medio, la obligación periodística sigue siendo brindar  información. Según la información que brinda tal o cual medio uno va cachando a qué ideología pertenece el medio. No hay que ser muy avispado…

    Los dueños de los medios no son necesariamente periodistas, sino empresarios que están buscando  que un programa o un canal les de ganancias (el periodismo como vil mercancía, diagnosticado a través del rating). Obviamente que hay muchos periodistas que no adhieren pero hay muchos otros que sí, porque no sólo preservan su fuente de ingresos sino que encima la duplican o triplican. No vamos a hacer un panegírico sobre la ética periodística acá pero bueno, sobrevivieron y con muy alto rating, programas como Telenoche que se emite actualmente por El Trece y conducido (ahora) por María Laura Santillán y Santo Biasatti, pero que es el programa más visto y más longevo (50 temporadas al aire, arrancó el 3 de enero de 1966) de la televisión argentina. Dicho programa fue conducido inicialmente (y fue la conductora que más años estuvo) por Mónica Cahen D’Anvers y Andrés Percivale ,quien falleció en mayo de este año;  luego siguió Mónica con César Mascetti quienes de ser la pareja del noticiero pasaron a ser la pareja de la vida y siempre fue un muy buen “informativo” como dicen los viejos. Al día de hoy, algunos trabajos de investigación periodística muy específicos, aparecidos bajo el título “Telenoche investiga” en el noticiero son mucho más que buenos. De ahí salió el germen del libro “Los Monos” del periodista santafesino Germán de los Santos, publicado por Sudamericana “sobre la familia narco que transformó a Rosario en un infierno”, tal cual reza la tapa del libro. Como dice su autor, “en el libro no hay culpables ni inocentes”, no tiene un sesgo, “nosotros tenemos que contar”, definiendo así a la función periodística. De todos modos, y volviendo a Telenoche, la misma Mónica dice que en la época que más rating tuvo el noticiero ellos no informaban nada de lo que pasaba en la Argentina (fueron  los años del proceso) y que la mayoría de las notas eran noticias del extranjero (Percivale estuvo cubriendo personalmente la guerra de Vietnam) o entrevistas a extranjeros famosos que venían a la Argentina, realizadas generalmente por la misma Mónica, entre las que destaca una a Alain Delon. En esa época el Mundial ’78 fue una buena cortina de humo para no informar nada sobre otras cosas (a pesar de esto César Mascetti fue personalmente a cubrir la inundación en Melincué y se embarró hasta la cintura, me consta)  y al día de hoy hay noticias que siguen funcionando “como el árbol que tapa al bosque” (sobre todo el fútbol) según la ideosincracia del medio que la emite.

    La conciencia de clase que un gremio tenga o no tenga define a rajatabla cuáles son las conquistas laborales del mismo. “Ponete la camiseta de la empresa” es un lema que manejan los empresarios, obviamente, con el que tratan de que sus empleados se identifiquen con la lógica de su explotador (algo así como el síndrome de Estocolmo en donde el esclavo se enamora del amo, a pesar de). En una lógica de este tipo y desafiando cualquier predicción (o no , según como se mire, los delegados sindicales dejan mucho que desear) un dirigente de la UOM, gremio pesado si los hay, salió diciendo abiertamente que “el gobierno nos hace dunga, dunga, y nosotros decimos que sí y nos dejamos” (no lo dijo tan así, pero…) recordando a las “relaciones carnales” que el innombrable de Anillaco dijo que teníamos con el cada vez más cercano país del norte. Con el término dunga, dunga, el susodicho gremialista graficó que había aceptado congelar los sueldos hasta el 2020 para evitar despidos (lo cual nadie puede asegurar en forma cierta).

    Tomando conciencia de la situación sí hubo comunicados y manifestaciones del Sindicato de Prensa respecto de los despidos masivos de periodistas por el cierre de la agencia Diarios y Noticias, (DyN) y adhiriendo a los paros rotativos que están haciendo los empleados de LT3 que están sin cobrar los sueldos.  Cerraron varios medios y hay muchos que están en riesgo. Ideas del Sur fue solo el principio de una larga cadena de desastres, la venta de C5N y la caída del grupo Indalo dejó (militantes o no militantes) muchas familias en la calle, más allá de lo delincuente que haya sido Cristóbal López.

   La tan mentada “libertad de expresión” parece que quedó en los apuntes de la cátedra y el periodista pasa a ser un mero empleado que tiene la voz del amo (seguimos con el síndrome sueco). “La libertad de expresión no existe” dijo crudamente el Coco López en un congreso de derechos humanos “porque el periodista es un empleado que según lo que diga sabe que se juega su puesto de trabajo”. El derecho a la información y el derecho a la verdad quedaron, también, en los apuntes universitarios. No obstante esto, hay muchos periodistas que se la juegan y se la seguirán jugando y hay muchos medios abiertos y democráticos. El tema de la pauta o la no pauta, juega, porque si es usada discrecionalmente  por el ente oficial hay medios que pierden, eso se sabe y les cuesta sobrevivir. El tema de que lo que diga uno o no diga, según el medio del que se trate, también juega y muchas veces es una opción para subsistir.

    El gobierno no está haciendo nada que no dijera que iba a hacer y a pesar de eso sumó votos a lo loco en las elecciones legislativas:  desde mucho antes de quedar como una opción en el ballotage Macri planteó que iba a dejar que el libre mercado nos gobierne, tal cual pasa ahora. La libre importación con el desmantelamiento de la industria nacional y la pérdida de puestos de trabajo (en todos los gremios, no sólo en la UOM), las medidas a tomar: reforma laboral y previsional totales, plantean un recorte del gasto público alarmante del cual no se salvan ni la educación ni la salud. En este contexto, se presentó un proyecto de derogación del decreto reglamentario 603/13 de la Ley Nacional de Salud Mental (ley 26.657) que plantea todo lo contrario que la ley establece: la omnipotencia del médico, la internación especializada y las prácticas abusivas (electroshock y medicación a mansalva), dejando de lado la desmanicomialización, la reinclusión  social del paciente psiquiátrico, la autonomía paulatina y socialización del mismo, la vuelta con la familia de origen, la no internación en forma involuntaria, tal cual la ley establece. Se deja de lado la interdisciplina y los derechos humanos y civiles de los pacientes en beneficio del sector médico  reemplazando al acompañante terapéutico (con la pérdida también de muchos lugares de trabajo para los psicólogos) por la medicación, la internación y el electroshock, en un retroceso francamente retrógrado de las conquistas adquiridas en lo que a salud mental se refiere. Lo mismo pasa en educación en donde se está desmantelando el presupuesto para educación pública (a la vez que para salud pública) y para los casos sociales, entre ellos las pensiones a los discapacitados. Se avienen épocas muy duras que se asemejan a pesadillas repetidas (la política económica de Martínez de Hoz, Cavallo, el innombrable de Anillaco, etc.) que parecen no tener fin.

    En este panorama de grietas falaces y de heridas abiertas, de justicia servil y de arrepentidos viles, de gremialistas entregadores, de colegas que se trompean por un puesto  de trabajo en el “sálvese quien pueda”  lejos quedan los versos de don Atahualpa Yupanqui, el poeta, quien con hermosa paz supo decir:

 “Yo tengo tantos hermanos

Que no los puedo contar

En el valle, la montaña

En la pampa y en el mar

Cada cual con sus trabajos

Con sus sueños, cada cual

Con la esperanza delante

Con los recuerdos detrás

Yo tengo tantos hermanos

Que no los puedo contar

Gente de mano caliente

Por eso de la amistad

Con un lloro, pa’ llorarlo

Con un rezo, pa’ rezar

Con un horizonte abierto

Que siempre está más allá

Y esa fuerza pa’ buscarlo

Con tesón y voluntad

Cuando parece más cerca

Es cuando se aleja más

Yo tengo tantos hermanos

Que no los puedo contar

Y así seguimos andando

Curtidos de soledad

Nos perdemos por el mundo

Nos volvemos a encontrar

Y así nos reconocemos

Por el lejano mirar

Por la copla que mordemos

Semilla de inmensidad

Y así seguimos andando

Curtidos de soledad

Y en nosotros nuestros muertos

Para que naide quede atrás

Yo tengo tantos hermanos

Que no los puedo contar

Y una novia muy hermosa

Que se llama ¡Libertad!”

                                                       marianamiranda66@gmail.com