Los últimos acontecimientos penales acaecidos en algunos lugares (Villa Gesell, Rosario, Buenos Aires) denotan una tendencia hacia la acción criminal sin esperar por ello ningún tipo de sanción privativa de la libertad por parte del estado.

Los ajusticiamientos de cuentas entre bandas narco eclosionaron en Rosario, llamativamente, desde inicios de enero de este año, 2020, coincidiendo con un cambio de gobierno a nivel municipal (por más que Pablo  Javkin sea del Frente Progresista, viene del radicalismo y, de hecho, se sumó al frente luego de una muy exitosa elección ya que al oficialismo le convenía más tenerlo adentro y sumarlo a sus propias filas que tenerlo como contrincante peleando las elecciones desde fuera de su propia coalición). Lo mismo hizo Cambiemos cuando Lousteau sacó una encomiable cantidad de votos, lo sumó a sus propias filas porque era más peligroso tenerlo en la vereda de enfrente que estar lidiando con él dentro del mismo espacio político.

    Con una provincia de Santa Fe que vuelve a ser peronista luego de 12 años de gobierno socialista y una municipalidad que ya no es socialista después de 30 años, el tema de la seguridad estalló con todos sus bríos: más de 20 muertos por bala en 22 días de gobierno son una medición mucho más que sensible. La emergencia en seguridad que se pretende no cambiará demasiado las cosas, a menos que el nuevo gobierno logre domar las redes de connivencia narco policial y judicial que, parece, están bastante bien consolidadas. Un jefe policial que duró 11 días en el cargo, aparentemente, fue lo que levantó las huestes, hasta entonces relativamente quietas….

 Ariel Milanese, psicoanalista especializado en drogadicción, hacia 1980 pregonaba que la única solución era blanquear el mercado de consumo, no sólo para acabar con el mercado negro, sino para acabar con este tipo de crímenes que llevan vidas muchas veces inocentes, muchas veces de niños-soldaditos-narcos que son, también, la mayoría de las veces más víctimas que victimarios (Matilde Bruera planteó que es violatorio de los derechos del niño el sistema narco-policial en sí mismo y que los soldaditos son víctimas, no victimarios, por más que se terminen asesinando entre sí).

 El sistema narco, como la sociedad, no está en un frasco, corrompe todo lo que toca y asesina. Sí acuerdo con algunos pensadores, no sólo Milanese, de que legalizar el mercado sea la única opción, a pesar de que muchos economistas plantean que si eso sucede la crisis económica de todo el mundo sería mucho peor que la crisis de 1930, ya que el dinero del narcotráfico mueve más del 30 % de la economía mundial.

  El desafío de vivir en los barrios, con altas tasas de desempleo, muchas veces, las más, diría, lleva al narcomenudeo que en muchas familias pasa a ser la única entrada de dinero y la forma de subsistencia. Ninguno de estos niños pretende vivir más de 20 años. Prefieren vivir bien y en el delito que morirse viejos, trabajadores y pobres, algunas veces eligen entrar al tráfico, otras los aprietes de los adultos los llevan, sobre todo el consumo propio (venden para sostener su propia adicción).

El boom inmobiliario y de la construcción de altas torres en la ciudad no sólo viene de la ganancia sojera, muchos emprendimientos son una manera de blanquear un dinero que no sería posible blanquear de otra manera….  Nadie pregunta demasiado la fuente de ingresos del comprador si de vender algo caro se trata (autos, departamentos, etc.) en una época en donde nadie vende nada.

En esta encrucijada tan difícil la gobernabilidad es amenazada por poderes diversos que existen en forma paralela al del estado.

Desde ese punto de vista, la confianza que la sociedad en su conjunto tiene del poder punitivo del estado deja mucho que desear. Nadie respeta demasiado ninguna ley (véase sino cómo manejan los rosarinos), mucho menos los que ya vienen con una trayectoria amplia dentro de las conductas delictivas (ya sea por herencia o por existencia propia).

Si esto vale para toda la sociedad en general, parece que en algunos sectores vale más que para el resto (convengamos que hay demasiada gente que es buena gente y respeta al máximo los códigos existentes).

    En una Argentina en donde la diferencia entre clases sociales es mucho más que notoria (hay una amplia masa de excluidos sociales, más que en ninguna otra época), la clase media ya casi es inexistente, y hay una clase alta, cada vez más alta, que, como siempre, se cree en el firme derecho de hacer lo que quiere, ignorando todos los códigos (de ética, de moral y, de paso, los positivizados en los códigos, sobre todo en el penal).

El linchamiento de un joven a la salida de un boliche en Villa Gesell (todos de menos de 20 años) por parte de un grupo de rugbiers (diez o más) porque el asesinado “le tiró a uno una bebida encima” da cuenta de que la tolerancia interpersonal es de cero. Con once detenidos y un homicidio sin resolver por parte de la justicia bonaerense los padres del muerto piden justicia a gritos y los padres de los detenidos hacen todo lo posible para que  sus hijos “zafen”.

El acontecimiento quedó grabado en cámaras de seguridad de la calle, lo esperaron, le pegaron y le terminaron pateando la cabeza entre todos. La autopsia determinó como causa de muerte un golpe muy fuerte en la cabeza que le partió el cráneo. Es jugar al gran bonete ver quién de los diez u once detenidos partícipes le dio esa patada. Fue un linchamiento y punto.

Igual fue el caso de David Moreira en donde nadie pudo determinar quién fue el que le dio el golpe mortal. Es como Fuenteovejuna: fueron todos. A pesar de que a David Moreira lo lincharon hinchas de Central (en su mayoría) y lo terminaron matando entre todos los que pasaron por ahí ese día a esa hora. Un triste final para un pibe de 19 años que recién empezaba a afanar carteras (que si los hay, los hay, no digo que no, pero el linchamiento es más grave penalmente que robar una cartera).

En esta distorsión mental en la que entran algunos ciudadanos (si se les puede llamar así), hay gente que sigue pregonando “los grandes valores que inculca el rugby” (a pesar de que vuelta a vuelta sus jugadores terminen cometiendo acciones de este tipo).

En 1987 le reventaron la cabeza en contra de un blindex de un banco a un muchacho que andaba por ahí un grupo de jugadores de rugby. El femicidio de Carolina Aló fue ejecutado por su novio, un ex jugador de rugby de 19 años. Recién salió de la cárcel después de más de 20 años adentro. Le asestó 113 puñaladas a la que fue su novia, según dicen, por “celos”.

Los jugadores implicados en el último linchamiento en Villa Gesell eran jugadores de rugby del Club Universitario de La Plata. Una élite que se autoconsidera más poderosa que el resto (ya sea por posición social o por entrenamiento físico).

Es usual, era usual en mi época y se ve que lo sigue siendo porque eso dicen las chicas de ahora que los jugadores de rugby de tal o cual club hagan bailes para juntar fondos… Es habitual en esos bailes que en el tumulto los chicos que organizan aprovechen para manosear a las chicas…. Muchas se quejan, muchas se dejan, muchas dejan de ir a ese tipo de bailes y deciden no pisar más esos lugares… Digo yo…. ¿esos son los grandes valores que inculca el rugby? Que es, de por sí, un deporte violento…

Acuerdo con la antropóloga Rita Segato que este tipo de conducta, tanto las violaciones a mujeres indefensas como los linchamientos son acciones masculinas para demostrar su “virilidad” a los cofrades, antes que a las propias víctimas. Se entiende por cofrades los de la fraternidad, los iguales masculinos a los que hay que demostrar la potencia viril que cada uno tiene en el empoderamiento que da, a cada uno, la manada de hombres y para que nadie sea menos que el resto.

La pérdida de la responsabilidad individual en acciones penales cometidas en conjunto es altamente peligrosa: es volver al estado de tribu o jauría humana en donde la civilización queda aniquilada por la bestialidad animal que todos los seres humanos tenemos.

marianamiranda66@gmail.com