Rosario, Santa Fe, mayo de 2018-

A nuestros estimados lectores, les entregamos el segundo capítulo del último libro de Carlos, que “EL VECINO” publicará en forma completa. (Segunda parte)

El juicio a Los Monos.

Los Monos y las cinco ausencias

La primera semana del juicio a Los Monos dejó como resultado un conjunto de palabras y conceptos que van desde “rentabilizar la violencia” al “desprecio por la vida”, pasando por “pactos políticos”, “chivos expiatorios” y cercanías con Colombia.
Pero hay cinco ausencias significativas que, para ser gráficos, pueden reducirse a tres palabras que empiezan con la letra D: dinero, dolor y discurso institucional. Y dos elementos más: la justicia federal rosarina y el miedo.

Porque la historia, la evolución de la banda de Los Monos es también parte de la historia política, social y económica de Rosario, Santa Fe y Argentina.
No hay discurso institucional que explique el origen y crecimiento de la organización. Algo aparece en la causa madre, la 913 del año 2012, pero está lejos de constituirse en un relato homogéneo que sea el asumido por autoridades políticas, legislativas, judiciales y empresariales.

Tampoco aparecieron las voces del dolor, consecuencia de aquel “desprecio por la vida” del que hablaron los fiscales en la audiencia inaugural del pasado martes 21 de noviembre de 2017.
¿Estarán las voces de las familias destrozadas en los últimos diez o quince años?.

Y el principal elemento que no surge con claridad es el dinero. El corazón del capitalismo, el por qué de la violencia y el narcotráfico.
Quizás esta última década y media en Rosario, Santa Fe y la Argentina merezca una crónica de las formas de acumulación de dinero. Un relato que marque y señale a los principales beneficiados. Hace falta una construcción paralela a lo que surge de las audiencias del juicio a Los Monos porque, si no, se corre el riesgo de no explicar ninguno de los elementos nombrados en esa primera semana del proceso.

El cuarto elemento, pesado, ajeno, olvidado, es el triste rol de la justicia federal rosarina.

El narcotráfico, hasta ahora, sigue siendo un delito federal pero la principal organización dedicada al narcotráfico no fue nunca llamada a declarar ante los tribunales federales de la ex ciudad obrera.

Con pocas menciones a los protagonistas del dolor, con escasas referencias a una explicación institucional, con casi ninguna alusión al circuito del dinero y el silencio absoluto de la justicia federal, la primera semana del juicio a Los Monos ratificó que se juzga a algo que va mucho más allá de los 25 acusados.
Se está juzgando, por ahora en ausencia, a las formas que adquirió el capitalismo en los últimos quince años en Rosario, Santa Fe y la Argentina.
Y queda flotando una pregunta atronadora que quizás alguna vez se responda, ¿de qué se ríen los principales integrantes de la banda que ya saben que los quieren condenar hasta con 41 años de cárcel?.

¿Se reirán por los palabras pronunciadas o tal vez por estas ausencias pesadas y significativas?.

O quizás se rían del miedo que todavía infunden en distintos sectores de esas mismas instituciones que no pudieron construir un relato que explique la historia de la última década y media.
El miedo es el quinto elemento presente, dentro y fuera del tribunal, palpable y concreto mientras se desarrollan las audiencias.

En la primera semana del juicio a Los Monos, el factor del miedo está robusto aunque no se lo mencione.

Las cinco ausencias durante estos primeros días de proceso judicial marcan la verdadera estatura de la banda. Una dimensión que no podrá explicarse en profundidad si solamente se la juzga por cinco de los asesinatos cometidos.

Lo pesado de Los Monos, en definitiva, es lo pesado de la evolución de la ciudad de Rosario, de la provincia de Santa Fe y la República Argentina en estos tiempos del tercer milenio.

Fuente: Entrevistas realizadas por el autor de esta nota a diversos actores institucionales de Rosario y la provincia de Santa Fe entre el 21 y el 26 de noviembre de 2017.

LOS MONOS A 45 AÑOS DE LA DESPARICION DE BRANDAZA (Nota 4)
Por Carlos del Frade.

El 28 de noviembre de 1972 era secuestrado Àngel “Tacuarita”Brandaza, militante del Peronismo de Base y se convertía en el primer desaparecido de los años setenta. Fue en Rosario y el grupo de tareas que lo chupó estaba comandado por Agustín Feced e integrantes de la policía provincial y del lumpenaje de aquellos tiempos, cuando la ciudad todavía era obrera, portuaria, ferroviaria e industrial. Policías, militares, civiles regenteados por sindicatos y delincuentes de diversas dimensiones, compartían la densidad de las calles y crecerían vendiendo su violencia organizada.
Densidad rosarina y fuerzas de tareas donde todos sus integrantes estaban mezclados…
Cuarenta y cinco años después, en el lugar con igual nombre pero con otra geografía, fruto del saqueo de los espacios laborales, sin trenes ni talleres, con un puerto que le da trabajo a casi la décima parte en comparación con aquellos días del secuestro de Tacuarita; el juicio a la banda de Los Monos vuelve a mostrar esas organizaciones en las que policías y civiles violentos hacen negocio, ahora, a través de la democratizada actividad del narcotráfico.

Este martes 28 de noviembre de 2017, el ya retirado comisario mayor Raúl Sacone, con treinta años de experiencia policial y abogado desde hace siete años, testigo en la causa en que se juzga a la banda como asociación ilícita, expuso la precariedad científica de la fuerza de seguridad de la provincia al manifestar un profundo desconocimiento sobre lo que hacían sus subordinados en la llamada División de Judiciales, la que llevó adelante la mayor parte de la investigación de los negocios de la familia Cantero.

Florecieron en el desarrollo de la audiencia las figuras de los “dateros”, “informantes” y hasta se habló de “la fuga de datos de personal policial” a cargo de otros policías.
La Santafesina SA, aquella forjada en los tiempos del “comandante” Feced, empieza a ubicarse como parte del problema y no supuesto auxiliar de la justicia.

Y una vez más son las palabras que se dicen las que revelan ciertas políticas. Sacone dijo que el asesinato de Martín “el Fantasma” Paz, en septiembre de 2012, fue “impactante” y por lo tanto le dieron prioridad. Ese adjetivo marca un principio de explicación: hay crímenes comunes y otros “impactantes”, es decir que pueden alterar el humor social. No hace mucho, el prestigioso criminólogo y actual asesor de seguridad del gobierno de Santa Fe en materia de seguridad, Marcelo Saín, explicaba que todas las administraciones necesitan una tasa de homicidios tranquila. Que no haya homicidios impactantes y que produzcan convulsiones, movilizaciones, reclamos, cuestionamientos. Esa tasa de homicidios tranquila se logra con la menor cantidad de asesinatos impactantes. La “División” o “Brigada de Judiciales” comenzó a actuar porque la percepción política que el crimen del “Fantasma” Paz podía alterar la tasa de homicidios tranquila.
Durante más de dos horas, el ex comisario Sacone repitió varias veces que no sabía ni recordaba lo que hacían sus subordinados ni tampoco pudo describir cómo, quiénes y qué hacían los dateros o informantes.

Las preguntas de los fiscales y los abogados de la Banda pusieron en evidencia esa densidad donde policías, violentos y narcos parecen convivir sin mayores problemas. Hasta parecía necesario investigar a los investigadores. El viejo juego de policía y ladrón dejaba de tener sentido en el cúmulo de palabras dichas y escuchadas. Los límites nunca fueron claros ni precisos. Los métodos policiales no fueron claros ni precisos.

“No tienen pruebas”, fue la frase repetida entre los defensores de Los Monos. Y sobre esa idea cabalgarán durante los meses que durará el juicio.
-Se llevaron una tabla de planchar – gritó en dos momentos, Lorena Verdún, ex pareja y mamá de tres chicos del “Pájaro” Cantero, asesinado el 26 de mayo de 2013. La tuvieron que desalojar de la sala donde se desarrolla el juicio. Antes de irse, Lorena le dijo al juez que el testigo “era una vergüenza” y que “debía estar preso”.
-La realidad supera la ficción…hay que buscar debajo de la olla – sostuvo el ex comisario. El problema no es lo que se cocina en la olla, sino el fuego que la calienta. Extraña pero interesante definición de lo que se investiga en este juicio. ¿Qué es lo que calienta el guiso que se cocina en la gran olla rosarina?. Curiosa y atrapante imagen.
Y una vez más, la manera de recolectar información de parte de la División de Judiciales fue otro punto oscuro. No fue aclarada ni mucho menos. La sempiterna mención a la “información de calle” tampoco tuvo descripción. “Los subordinados deben saber”, dijo el ex comisario.
En otro punto del relato, aparecieron menciones a negocios en forma conjunta entre el “Monchi” Cantero, el policía “Chavo” Maciel y parte del Comando Radioeléctrico, al mismo tiempo que se repetía cómo se fugaban datos personales de la mismísima policía hacia los integrantes de la banda. Todo mezclado. Una ciénaga.
Pura densidad rosarina de la ciudad que dejó de ser obrera, portuaria y ferroviaria, como en aquellos tiempos de la desaparición de Brandaza, pero que supo mantener, cuarenta y cinco años después, las distintas “fuerzas de tareas” siempre vigente.

El negocio de la sangre, el negocio de la violencia y el flujo de dinero, ahora, en la nueva geografía, a través del narcotráfico.
Sangre y dinero, la vieja lógica del viejo sistema capitalista.

Fuentes: Audiencia pública de la mañana del 28 de noviembre de 2017 en el nuevo edificio de la Justicia Penal rosarina. “Desaparecidos, desocupados” y “Ciudad blanca, crónica negra”, del autor de esta nota.