Todos sabemos, más o menos, que es un barrio. Pero resulta muy dificultoso definirlo. Algunas definiciones lo describen como un ámbito o zona urbana, que se diferencia del centro. Otras, como un lugar de pertenencia.

Veamos algunas consideraciones sobre esto.

Origen barrial

La concepción de barrio es fundamentalmente española y particularmente árabe. El barrí, o área destinada a ciertos grupos particulares, zonificaba la ciudad. Con el tiempo –y la dominación árabe española- el barrio se conformó como un sector de la ciudad con ciertas particularidades sociales, como la población que allí se establecía. Se cuentan entonces los barrios judío, gitano, español, negro, inglés, etcétera. También la ubicación referida a la “parte buena” suele definir al barrio, surgen así los barrios pobres, de la puñalada, obrero y a veces, para resumir, las “barriadas”.
La relación entre centro y periferia también le ponen nombre al barrio: barrio alto y bajo, del puerto, de las latas. En Rosario, se dieron casi todas estas variedades.
Tuvimos un barrio inglés, de las latas, obrero, del matadero.

La concepción de “barrio”, sin embargo, se estableció recién a fines del siglo XIX. El crecimiento de la ciudad implicó también una zonificaciòn.

En 1875, la ciudad tuvo su primera zonificaciòn: Centro, periferia, extramuros, bajo, aldeas. Esta forma consolidaba una realidad, la de ciudad por anillos.

Sin embargo, el crecimiento de la ciudad ya era más veloz que cualquier mega sectorización. La especulación basada en la tierra rural hizo que el “loteo” fuera una forma más o menos rápida de ganar dinero. Se basaba en que una superficie de terreno grande es siempre menos costosa que la venta de los lotes resultantes lotes. Esa diferencia fue rápidamente aprovechada en la zona oeste y norte de la ciudad, vistas como la expansión natural del ejido urbano.

Así surgen los pueblos satélites de Alberdi, Sorrento, Fisherton, Nuevo Alberdi y la Florida, que entre 1900 y 1919 serán incorporados a la ciudad como barrios. Las Delicias

Otras formas de “barrialidad” se generaron a partir de actividades especializadas y no de la venta de tierras.

El barrio obrero, luego llamado de la Refinería, se ubicaba en una especie de rinconada formada por las vías del ferrocarril, los talleres centrales y el río. El barrio de La Tablada se caracterizará por los mataderos, y saladillo, por el uso de las aguas de ese arroyo, con fines de recreo. El barrio Inglés –llamado Morrison Building y Batten Cottage, edificados cerca de 1895- nunca fue un barrio de por sì, sino que se definió “desde fuera” por la nacionalidad de sus pobladores, que tal vez nunca lo convidaron otra cosa que unas casas cercanas a los talleres donde trabajaban. Acíndar, Fanta,

Cerámica y Cristalería, como Refinería, se formaron en torno a fábricas.

La concepción de barrio, en ese marco, tuvo necesariamente que formar necesariamente identidades.

Estar separados del centro, originalmente debió conformar una situación individual, familiar y luego social. Varias familias ubicadas en un sector diferenciado siquiera por lejanía, necesariamente debieron, por convivencia, formar lazos, y costumbres similares, incluyendo la noción de localización.

Así, el barrio de la Refinería, Saladillo o Arroyito se les sigue llamando como tal, a pesar de los cambios de nomenclatura.

El lugar de residencia permanente, con sus características (una royo, el rìo, cierta arboleda, las plazas, la forma de comunicarse con el centro, etcétera) hizo que también las instituciones fueran diferentes, con sus escuelas, clubes y comisarías. Simultáneamente al hecho de pertenecer a Rosario, la pertenencia barrial se conformó y fortificó. Aparece el “yo soy del barrio X”, un sentido de permanencia, a pesar incluso de alguna mudanza a otro lugar.

Espacios fuertemente caracterizados fortalecieron la pertenencia, ya que la separación fue mayor. Los rosarinos de los barrios entre Pellegrini y Uriburu suelen identificarse como “de la zona sur” mientras que los de barrio Fisherton, suelen mentar su pertenencia con más la precisión de ese nombre. Los de barrio Refinería adjudican con exactitud esa ubicación, incluso tratando de definir sus límites, (“¿Hasta donde llega el barrio?”) casi como una pregunta habitual, para ratificar le área de pertenencia. No es raro que alguien que habite las cercanías de Fisherton, argumente su pertenencia a ese barrio, aún sin habitar estrictamente en él.

El nombre de los barrios

Hay barrios que nunca se habían conformado como tales.

El actual Barrio Agote, se le conocía como “de la Buena Vista”, por la famosa tienda de Cafferata y Urquiza, pero el barrio actual se extiende muchísimo más allá. Hay barrios imaginarios, como El Cuadrado Mágico o Pichincha, que nunca lo fueron hasta tiempos recientes, ya que en las “épocas de oro” mentadas por sus creadores, carecían de esos nombres.

Algunos barrios son muy dificultosos de definir espacialmente.

Barrio Alberdi puede considerarse desde Génova o desde Washington: durante mucho tiempo, “Alberdi” era tanto la zona norte como un pueblo; ir a Alberdi era una expedición a tierras inexploradas, al menos hasta los años 40, ya que había que cruzar toda la ciudad y hasta cruzar un arroyo. Barrio parque está bastante bien definido por la cercanía al parque independencia, pero solamente por dos de sus lados: Ovidio Lagos, 27 de Febrero y… se ignoran sus otras márgenes.

De algunos barrios ignoramos el porqué de sus nombres. Si a los barrios Arroyito o Saladillo se los llamaba así por la cercanía del arroyo homónimo, los loteos Abisinia y Nueva Abisinia –Arroyito de Alberdi hacia el oeste- no poseían cualidad africana alguna.

Mayormente los barrios han cambiado de apelativo.

Al sucederse los gobiernos, la tentación “fundante” fue importante también. Las ceremonias de creación del “Barrio España” en 1911 y el cambio de nombre del barrio Refinería por “Las Malvinas” en 1948 contaban con la concurrencia de vecinos (futuros o existentes) y los inevitables funcionarios. En el caso de Barrio Refinería, la vecinal llegó a quejarse por el cambio inconsulto de nombre.

En ese avatar, los barrios Saladillo, Refinería, Echesortu, Sorrento y Arroyito cambiaron sus nombres por Roque Sáenz Peña, Las Malvinas, Remedios Escalada, Sarmiento y Lisandro de la Torre, respectivamente.

Barrio y sociedad.

Los cambios cualitativos en la ciudad implicaron, en forma inevitable, cambios barriales e incluso nuevos barrios.

La aparición de élites de clase media alta originó Barrio Martin, llamado así por la próxima yerbatera. Las migraciones de la etnia qom, a los barrios toba de la Travesía y Pumitas. El barrio Tío Rolo (aparentemente el nombre de un personaje del barrio) se originó en una urbanización de 1999, así como Las Flores se basa en una urbanización más antigua, con calle que recuerdan flores autóctonas, de allí su nombre. Barrio Rucci tiene un origen más evidente. Las Delicias se originó en un loteo de los años 30, una vez muerto Manuel Arijón, propietario de las tierras. Un nombre de fantasía.

Al llegar cambios esencialmente cualitativos, la concepción de ciudad se trastocó, siendo las clases medias las que empezaron a regir el urbanismo. Ya no eran posbles los barrios obreros, simplemente porque como clase, carecían del poder estatal o gremial de los años 50 a los 70.
En este nuevo marco, la década de 1990 originó barrios privados. Lejos de la creación de barrios sin pautas de recepción (barrio donde podía vivir cualquiera que se mudase) en los barrios privados o “cerrados” la identidad se construye por fuera, en base al dinero de las clases altas que fugan de la ciudad. Estos barrios poseen normas internas de comportamiento, edificación y hasta horarios de ingreso y egreso, registrándose cuidadosamente quienes son los que trasponen las puertas. Por lo general, sus calles y manzanas son “de fantasía”, no ajustándose a la cuadrícula urbana, y poseen sus propias plazas, y hasta “exóticos” bosques y lagos interiores.
El primero fue el barrio Carlos Pellegrini, organizado una vez eliminado el peligro de las inundaciones en Fisherton. Luego esos terrenos, antes despreciados, se fueron completando con barrios de nombres atractivos, como Aldea o San Eduardo, y actualmente exceden los límites de Rosario.
La aparición de barrios cerrados o privados no anula el sentido de pertenencia al barrio, aunque sí a la ciudad: su esencia es el muro perimetral y el auto como forma de acceso, además de resguardar a sus habitantes de ladrones, asegurando parques, plazas y aceras anchas y poco transitadas, algo así como el barrio ideal que se ha perdido en Rosario. Así, ser de cierto barrio cerrado está por encima de la identidad rosarina.

El barrio, nuestro barrio

Creemos que la característica esencial del barrio es la pertenencia, pero sobre todo el reconocimiento de la misma. La estabilidad residencial, el haber tenido en el barrio vivencias clave como haber nacido, casarse o tener hijos en él, hace que el vecino sea consciente de esa pertenencia. Un anciano no posee un sentido de pertenencia en su geriátrico, o el niño respecto a un cine. Se supone que no viven allí, que es algo transitorio, aunque no lo sea. Pero anciano y niño se considerarán pertenecientes a un barrio, en forma consciente y casi militante.

Los barrios, desde este punto de vista, exceden los límites físicos de la vía, o cierto bulevar, sino que también puede ser un deseo de pertenencia, como son el caso de barrios prestigiosos como Fisherton, o con mucha historia como Pichincha (en realidad, Sunchales). En estos barrios, el vecino se adjudica una pertenencia a un barrio donde no vive, pero desea hacerlo, por lo tanto “construye” el barrio más allá de lo real.

Los barrios formaron parte de la construcción de la identidad rosarina: no se puede ser de Refinería, sin ser rosarino.

Esa contradicción, barrio y centro es, en realidad, un motor identitario. Bastará que alguien diga que es de-por ejemplo- Arroyito, para que su interlocutor argumente que es de Echesortu, la identidad y la pertenencia está dada, finalmente, por la oposición a otro barrio, o al centro. Ninguno negará su carácter de Rosarino a menos que no lo sea, obviamente.
Igualmente, ese sentido de pertenencia sobrevive a las mudanzas y exilios. No es raro que alguien que habite en otras ciudades incluso, se reivindique como perteneciente a tal o cual barrio, según sea su afinidad o su imaginario respecto a él; en ese sentido la pertenencia es en un gran porcentaje idealizada y positivada: ser de cierto bario “es mejor”, posee ventajas sobre otros barrios o es más tranquilo que el centro.

Esta identidad no se pierde. Se transforma. Las pertenencias e identidades asumen otros rangos distintos. Pero en la historia de la ciudad, ciertas raíces afloran en los nuevos barrios, en las nuevas urbanizaciones.

Tarde o temprano, el vecino forma su propia identidad, y el barrio se distingue del reto. No otra hemos hecho –y hacemos- constantemente los rosarinos, construir nuestro hábitat real y simbólico, siempre.

Por eso somos así, rosarinos: distintos.