La verdadera desesperanza no nace ante una obstinada adversidad ni en el abatimiento de una lucha desigual; ella se origina cuando uno no advierte más sus razones para la lucha y justamente cuando hace falta luchar.” (Albert Camus, “Actuelles”, Gallimard, 1950)

El  4 de enero de 1960  moría en un accidente de tránsito, cerca de Le Petit-Villeblain,  Albert Camus. Tenía 46 años. Se estrelló contra un árbol conduciendo, solo, un auto que le había prestado su amigo y editor, Michel Gallimard. Hubo diversas especulaciones sobre la causa de la muerte, incluso se dijo que la KGB estuvo involucrada en el hecho. No se probó nada. Un mes antes del siniestro, el mismo Camus había declarado a la prensa francesa “No hay nada más estúpido que morirse en un accidente de tránsito”. Sin embargo, fue el azar, el destino, el absurdo mismo que él tanto pregonó, o alguna mano siniestra que nunca falta, que hizo que su vida acabara en ese momento, siendo un escritor que todavía tenía muchas páginas para escribir.

Fue enterrado en Lourmarin, el pequeño  pueblo en el que el autor vivía,  en el  sur de Francia. Entre sus papeles, al momento del accidente, se encontró un manuscrito inconcluso de una novela de fuerte contenido autobiográfico, titulada “El primer hombre”.

Galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1957 por “el conjunto de su obra que pone en relieve los problemas que se plantean en la conciencia de los hombres de la actualidad”,  planteó en su discurso de recepción del premio que “Ninguna causa, aunque sea inocente y justa me separará jamás de  mi madre que es la causa más importante de mi vida”. También reconoció y agradeció en el mismo discurso a sus docentes, sobre todo a Louis  Germain, profesor del bachillerato,  quien lo alentó a estudiar.

Nacido en Mondovi, aldea de la Argelia francesa, en 1913, hijo de colonos franceses (pieds-noirs o pies negros, epíteto peyorativo que  los  franceses del continente europeo daban a los colonos africanos), su padre trabajaba de peón en las vides y su madre en otro cultivo local. Ambos eran alsacianos y migraron  al  África ya que la región alsaciana (norte de Francia) había sido  entregada a Alemania por esa época. Antes de cumplir el primer año de vida Albert queda huérfano de padre ya que su padre fue enrolado en la Primera Guerra Mundial por el ejército francés y muere convaleciente de las heridas del frente de batalla en 1914, apenas empezada la guerra. Su padre era casi analfabeto y su madre analfabeta y sordomuda también. Tuvo acceso a sus primeros libros y pudo ir a la escuela por una beca que el estado francés les dio a los hijos  de los soldados muertos en combate. En sus primeros años de vida su madre decide volver a la casa de su madre (abuela materna de Albert) y se mudan a Orán, ciudad importante de Argelia, en donde Albert hace la escuela primaria y la secundaria.

Conoció la miseria desde muy pequeño pero siempre se interesó por los libros y el estudio, alentado por todos los docentes que conoció que le fueron facilitando materiales de estudio y lectura. Fue deportista nato, sobre todo jugó mucho al fútbol, además de hacer natación y boxeo. Jugó mucho como centrodelantero y luego como arquero, hay dos versiones al respecto: que se pasó del centro al arco para no gastar las suelas de las zapatillas (tenía un solo par) o que se pasó del centro al arco porque en el arco corría menos y ya padecía los síntomas de una tuberculosis (enfermedad de pobres) que lo azotó toda su vida. Jugó para el equipo Racing Universitario de Argelia por 8 años o más. Dijo alguna vez, “Lo que más sé sobre la moral y las obligaciones se lo debo al fútbol”; “Pronto aprendí que la pelota nunca viene hacia uno por donde uno espera que venga. Eso me ayudó mucho en las grandes ciudades, en donde la gente no suele ser siempre derecha”.

Fue esa misma tuberculosis que le impidió acceder al empleo de docente, ya que terminó la carrera de Filosofía y Letras, con una tesis brillante sobre el pensamiento clásico griego (Plotino) y el cristianismo (San Agustín). Como lo rechazan para ser docente por padecer tuberculosis avanzada se refugió en el  periodismo. Entró como redactor al diario Argelia Republicana, en donde trabajó varios años. Ya desde antes había empezado a publicar sus primeros escritos. Desde los 14 años empezó a leer a Nietzsche y después se interesó por el existencialismo  y por la obra de Sartre. En el diario Argelia Republicana plantea la situación de miseria y opresión que vivía el pueblo africano bajo el colonialismo francés. En el Diario del Frente Popular  publica un trabajo de investigación sobre “La miseria de Kabylia (provincia de Argelia)” que tuvo gran resonancia en el país. En 1940 el gobierno argelino cierra el diario y le prohíben trabajar en el país. Entonces emigra a París.

En 1939 se alistó voluntariamente en las tropas aliadas para enfrentar al Tercer Reich pero el ejército francés lo rechaza por la tuberculosis (por la misma causa  el estado francés ya lo había rechazado antes para la docencia universitaria). Decide combatir con la palabra y edita el periódico Combat, el   que se publicó en forma clandestina en Francia durante la ocupación alemana. En 1942 publica “El extranjero”, su novela más emblemática y en 1943 publica “El mito de Sísifo”, ensayo en donde plantea su tesis sobre el absurdo del mundo y de la vida. En 1942  entra a trabajar a Editorial Gallimard como lector, corrector y redactor. También edita Combat hacia esa fecha y hasta que termina la guerra.

Se había casado hacia 1934 con una actriz francesa con la que por infidelidades mutuas se separan en seguida. Tiene sus dos hijos, Catherine y Jean, mellizos,  con su segunda mujer, Francine  Faure, profesora de matemáticas y pianista. Si bien se separa enseguida, también de Francine, por infidelidades propias, ambos siempre reconocieron que se amaron siempre. Tuvo una seguidilla de romances y de mujeres, por lo cual fue bastante odiado en el medio, sobre todo por Jean-Paul Sartre, quien realmente le envidiaba esa capacidad de “levante” con las mujeres, y quien, si bien al principio estuvo vinculado en forma cercana,  consideraba a Camus  “ese pequeño golfo con cultura de segunda mano” (obsérvese la forma despectiva con que se trataba a los franceses nacidos en la colonia por los franceses continentales).

Hacia 1947 publica “La peste”, novela-monumento, que es una suerte de tótem de la literatura mundial. Tanto ella como “El extranjero” son novelas de lectura obligatoria que no tienen parangón. “El extranjero” fue la más emblemática y la de lectura obligatoria en las escuelas secundarias francesas, además ambas fueron llevadas al cine. El extranjero trata sobre un homicidio, el protagonista, Mersault, es un tipo gris, clase media baja, blanco, sin ninguna emoción ni aparente sentimentalismo durante todo el relato. Es un hombre medio-medio, un antihéroe, por así decirlo, que mata a alguien, un árabe  y entonces se lo condena a la pena de muerte, en vigencia hacia esa fecha. Cualquiera de nosotros puede ser Mersault  y en algún momento, “se le salta la cadena” y mata a alguien, ese es el mensaje. El otro mensaje es que no hay razón para matar al otro, el mismo Mersault, autor del homicidio, declara en el juicio que disparó el arma “porque la luz del sol le cegó los ojos” (era al mediodía, en la playa, en Argelia) y entonces tiró contra el musulmán.

La peste (1947)  trata sobre una epidemia en Orán. Es una metáfora del Mal y del comportamiento humano frente a una epidemia infectocontagiosa de la que nadie puede (o parece poder) salvarse. Culmina con el protagonista diciendo “…porque el bacilo de la peste no muere ni desaparece nunca (….) y que quizá llegue un día en que para desdicha y enseñanza de los hombres, la peste despierte a sus ratas y las envíe a morir a una ciudad dichosa”.  Algo así dice el personaje que interpreta Raúl Juliá en la película de Luis Puenzo,  cuando termina diciendo “…es que ustedes no entienden, pero no entienden, que esto es algo que siempre, pero siempre, va a volver a empezar…” y deja flotando en el aire la duda, de si lo que siempre va a volver a empezar es una epidemia biológica de tipo infectocontagiosa o una epidemia de fascismos y de gobiernos totalitarios gobernados por (justamente) las potencias coloniales del norte.

Si bien Camus se formó como lector de Nietzsche desde los 14 años y muchos lo ven más cerca del nihilismo nietzschiano, también se interesó y estuvo muy influenciado por el existencialismo sartreano. No obstante esto, en sus  ensayos, “El mito de Sísifo” (1943) y “El hombre rebelde” (1951) pregona y propone la filosofía del absurdo, la existencia del absurdo por sobre todas las cosas. Por más que el hombre, en tanto condición humana, se esmere en buscarle el sentido a la vida, y en ponerle un orden, la vida no tiene ningún sentido, por ende, la muerte tampoco. El absurdo es lo que gobierna los actos, padeceres y vidas de las personas, no hay ningún orden en eso, es un imposible. En esta situación está Mersault, protagonista de “El extranjero”, en esta situación están los protagonistas de “La peste” también. Si bien hay muchos que lo ven a Camus más cerca del Sartre de “El ser y la nada” o de la obra de teatro sartreana “Las moscas”, Camus no sólo plantea el existencialismo propio del hombre en situación, sino lo absurdo que esas situaciones pueden llegar a ser. Bernard Henry Lévy lo consideró como el que creó el camusismo y él fue el primer camusiano. El mismo Hénry Lévy lo consideró un autor especial, un ejemplar único, un animal sin especie.

Como los grandes poetas franceses (Paul Éluard, Jacques Prévert) Camus militó para el partido comunista francés mucho tiempo, teniendo un activismo muy alto en el mismo pero terminó siendo expulsado por el mismo partido comunista por sostener la autonomía del Partido Comunista Argelino frente al Partido Comunista Francés (el colonialismo también era partidario)  y por estar en contra abiertamente del pacto germano-soviético (acuerdo entre Rusia y Alemania)  y entonces terminó trabajando, hacia 1937, como también  Prévert y Éluard, para el movimiento anarquista libertario. Fue miembro activo de la Federación Anarquista. En 1956  lanzó en Argel su “Llamado a la tregua civil”, planteando la protección de la población civil en la guerra por la independencia argelina, lo cual  le valió muchas críticas y repudios, tanto de parte de los franceses como de los argelinos. También la publicación de “El hombre rebelde”, ensayo sobre el absurdismo camusiano le valió muchas críticas tanto del marxismo como del existencialismo. Se rebeló contra el cristianismo, marxismo, comunismo y existencialismo y siguiendo lo que Nietzsche pregonaba creó el absurdismo. Si bien con Sartre sostiene el sinsentido del mundo, está más influenciado por Nietzsche que por cualquier otro pensador. Sostiene la existencia del rebelde metafísico quien se rebela contra lo caótico y sinsentido del mundo y contra su misma condición de sinsentido. No obstante esto y sabiendo esto, el hombre se sostiene en su lucha por la libertad y la justicia, defendiendo esos ideales frente a la opresión y a la muerte.

Sostiene la filosofía de la rebeldía a rajatabla, defendiendo los valores de libertad y justicia en contra de la opresión y la injusticia, sobre todo de las colonias francesas.

Es muy recomendable leer la obra de Mario Vargas Llosa titulada “Sartre y Camus”. “La caída”, su tercera novela, es una obra corrosiva y cínica, estilo que lo distinguió de otros autores.

Como otros autores del absurdo  (Eugene Ionesco y Samuel Beckett),  fue un dramaturgo de fuste.  Creó en Argel el Teatro del Trabajo que transforma en 1937 en el Teatro del Equipo que tenía por objeto llevar teatro de calidad a las clases trabajadoras y proletarias. Escribió en teatro, “Calígula”, “El malentendido”, “Los justos” y “El estado de sitio”.

Fue un convencido anarquista que luchó por la libertad y la justicia, en contra de la opresión política y la opresión de todo tipo de ideología o credo. Estaba abiertamente en contra de todo tipo de dogma, sea cristianismo, marxismo, comunismo o existencialismo. “El tema de los dogmas o las ideologías es que no resisten las críticas”, sostenía. De ahí su polémica abierta con Jean-Paul Sartre.

Trabajó como periodista en France-Soir, El libertario, La revolución proletaria y  Solidaridad Obrera. Toda su obra fue publicada por Editorial Gallimard, en donde era lector y corrector y luego reeditada por otras editoriales.

Como cierre de una conferencia pronunciada en un mitin en Saint Etienne, el 10 de mayo de 1953, organizado por el Comité de Relaciones Intersindicales del Loira, declaró: “No se construye la libertad sobre campos de concentración, ni sobre pueblos sojuzgados en las colonias, ni sobre la miseria obrera. Las palomas de la paz no se posan en las horcas. No pueden mezclar a los hijos de las víctimas con los verdugos de Madrid. La libertad no es un regalo que pueda venirnos de un Estado o de un jefe, sino es un bien que se conquista todos los días con el esfuerzo de cada uno de nosotros y con la unión de todos”.

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