Por Carlos Eduardo Galli

Cuando parece que ya nada nos asombra,- salvo las intactas magnificencias que nos ofrece la naturaleza si somos capaces de aprehenderlas con nuestros cincos sentidos y percibir lo extraordinario de ella-, cuando la realidad parece que te forja impenetrable, cuando lo anormal deviene “normal”, cuando el estómago se enferma de tanto digerir lo indigerible, de repente un suceso te sacude, te devuelve en este caso desde el dolor, a los sentimientos no contaminados de tanta basura  variopinta.

Solamente se trata de recuperar algo que alguna vez supimos conseguir, se trata de reconocer al otro, que el otro aunque este fuera de tu entorno no te sea indiferente, si somos capaces de reconocer que desde los otros fuimos forjados, construyendo el individuo  que  hoy  somos.

La vorágine de la agenda mediática casi siempre impuesta desde empresas nacionales y multinacionales, suele soslayar  adrede, todo aquello que se refiera a la esencia de los acontecimientos. Todo es efecto, efecto sin causa, obvio omitida la causa intencionalmente.  Salvo que el episodio afecte sus intereses. Entonces desatarán su furia e irán  por quienes   los desnuden, ahí arremeterán contra ellos, los desmenuzarán hasta el tamaño de un micrón.

Al cierre de la editorial anterior, el vaticinio era que seguramente, una increíble noticia supliría   a otra también increíble en cuestión de minutos. Una vez más, así sucedió.

Fenecía octubre, cuando se disparaban las últimas líneas desde esta columna que siempre intentan arrojar una lucecita que alumbre algún camino. Pero, puta madre… No, débil el insulto. La puta madre que los reparió. Mejor. De paso  homenajeamos  este 26 de noviembre a nuestro prócer, Roberto Fontanarrosa en la fecha de su nacimiento, allá por 1944. Ahora están un poco más acordes las malas palabras. El salto cronológico va hilando sensaciones, perdón se entremezclan. Bronca, impotencia y llanto.

Ese maldito 31 de Octubre, como un día, Salta 2141, Cromañón,  la tragedia de Once o cualquiera de las muchísimas que nos viene sacudiendo a diario, el cable agorero nos desencajó, desde la propia Nueva York. Cinco rosarinos, cinco hermanos, cinco argentinos, allí en el país espejo donde nos educan para peinarnos, en Estados Unidos, en New York, en Manhattan,  mientras circulaban juntos por una reconocida bicisenda en el barrio de Tribeca, cerca del Word Trade Center, los egresados hace treinta años del Poli , fueron embestidos por una camioneta  que atropelló a peatones y ciclistas. Conmemoraban sus treinta años de egresados,  todos luciendo una camiseta con la leyenda Libres.

“Alá” es grande, gritó un joven uzbeko, Sayfullo Saipov, que en nombre del Estado Islámico arrollando con su furgoneta a peatones y ciclistas, matando a ocho personas y dejando una decena de heridos. Locura.

Los fallecidos fueron identificados como: Ariel Erlij, Hernán Ferruchi, Alejandro Pagnucco, Hernán Mendoza y Diego Angelini. El resto del grupo estaba integrado por: Ariel Benvenuto, Juan Pablo Trevisan, Iván Brajkovic y Martín Marro. Eran nueve el total de amigos, de la Promoción 87´del Poli que se encontraron en Manhattan, sitio por donde paseaban luego de alquilar unas bicicletas , cuando este demente truncó sus sueños y el dolor nos atravesó a todos. Nuestras condolencias hacia familiares y amigos.

Quince días después, a las 7.30, del 15 de noviembre, se pierde todo contacto con el submarino ARA San Juan (S42) de la Armada Argentina con 44 tripulantes a bordo. Trece días sigue sin aparecer. Evitable dicen algunos analistas, luego de revisar minuciosamente una larga de saga de dejadez y funcionarios incompetentes. Ausencia de políticas. No hay grietas, aunque a muchos les convenga aferrarse a ella, hay desidia, ignorancia y corrupción. Alguien dijo-el tiempo dirá- que botar al ARA San Juan, es haber tirado un Renault Gordini  al mar. No será el último caso que nos devengará la negligencia.

Ómnibus, aviones, utilitarios, boliches, edificios, ascensores…completen…ausentes de controles, son caldo de cultivo de accidentes evitables.

Se avecina diciembre, que promete elevar la temperatura no solo climática sino social.

Detrás de estos episodios hay un país inmerso en numerosos problemas y plagado de contradicciones por resolver.

Las diversas reformas impulsadas por el macrismo, agrandado por su reciente triunfo electoral, sumado a los tarifazos,  son medidas resistidas por los gremios y diversos actores sociales que lo visualizan como una pérdida de antiguas conquistas.

“Que no nos salen las cuentas, que las reformas nunca se acaban, que llegamos siempre tarde, donde nunca pasa nada…….que la tierra cayó en manos de unos locos con carnet”. Del tema: “A quien corresponda”, del entrañable Nano Serrat.

Un petitorio, que como sociedad también nos involucra.