Es indudable que las palabras de Guillermo Saccomanno en la ceremonia inaugural de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires (FILBA) han causado mucho más que revuelo… Como dijo él, si yo le digo al chino del Super que le voy a comprar la mercadería nada más que con prestigio, el chino me pega…

La verdad, también, sobre la tiranía del papel prensa y del papel para editoriales, fabrican más papel para cajas o envases que para editar libros, y esto es la más cruda verdad, le guste a quien le guste, en parte porque mucha gente ya no lee, en parte porque la mayoría lee del celular o de internet, en parte porque editar libros es una empresa suicida y, antes que nada, carísima, a menos que sea un best- seller de salida comercial garantizada o a menos que sea el Premio Planeta, Clarín o algún premio por ese estilo….

¿De qué vivimos los escritores? Es una pregunta que nos hacemos continuamente, claro está, los que somos escritores…

En mi caso, y no creo ser la excepción, de cualquier cosa, menos de escribir… Leer y escribir escribimos todos, o casi, dedicarle la vida a la escritura es algo que muy pocos hacen… Algunos tienen suerte y ganan el Premio Planeta o Alfaguara de una, algunos consiguen un amigo o alguien que los empieza a publicar, la mayoría, me incluyo, se autofinancia la propia edición…

Me presenté varias veces al Planeta sin ningún tipo de resultado, también al Clarín, varias veces al Casa de las Américas, también, sin pena ni ninguna gloria… Admito que nada más que por tozuda, entre las primeras cosas publicadas que coseché, la primera, un ensayo sobre literatura latinoamericana a los 17 años, publicada por la Asociación Literaria Nosotras, que, al día de hoy, creo que sigue funcionando en el Club Español de Rosario, y así publiqué muchas cosas, poesía o cuento, en antologías editoriales de concursos nacionales e internacionales (para mi sorpresa me editaron un cuento terriblemente rosarino en un concurso internacional de narrativa de mujeres organizado por una editorial de Madrid, hermosa edición, hermosas las obras de las otras cuentistas, cuento que pasó sin pena ni gloria por varios concursos municipales y provinciales de Rosario y Santa Fe)…

En fin, desconfío de los concursos porque siempre resulta que el ganador es muy amigo de alguien del jurado y son esas cosas, que, como decía mi mamá, “no corresponden”. No obstante esto los concursos se siguen organizando y los premiados siguen resultando amigos, al menos conocidos…. Está bien, es la única forma de publicar, al menos, al principio es así…

Me tradujeron y me editaron en poesía en Francia, en una editorial muy anarquista, por un librito, que por casualidad, alguien compró en Rosario y llevó para allá. Le gustó tanto al editor que lo quiso publicar en seguida… Ese libro fue publicado a instancias de un amigo mío, abogado mi amigo, que trabajaba en la imprenta del padre y no me quiso cobrar la edición, creo que pagué algo del papel… Yo no me animaba a publicar un libro entero que fuera todo mío y a él le gustó tanto el original que se dedicó a imprimirlo… También me dio vergüenza presentarlo, no me animé a hacerlo…

Después de eso, sí me animé a autofinanciarme las ediciones, siempre perdiendo plata, obvio, porque las editoriales mal llamadas “independientes”  le ponen el sello editorial a la obra impresa pero no se encargan de un carajo, te tiran los libros y arréglate como puedas, vendelos como puedas…

 Como no tengo el ego del tamaño de un mamut, ni sé autoalabarme con bombos y platillos, como conozco muchos, tampoco tengo librería, mucho menos distribuidora, comercialmente me he ido al carajo mucho más de una vez, porque, entre otras cosas no soy periodista, y, entre otras cosas, me abrieron el camino muchos periodistas pero no soy dueña de ningún medio ni tengo facilitado el camino en grandes editoriales…

 Sí es cierto que mi abuelo fue anarquista, que era del sindicato de los tipógrafos y que tuvo el primer periódico de Firmat, por allá por 1900… Un diario llamado certeramente “El Agricultor”… Y también es cierto que después del Grito de Alcorta a mi abuelo lo ralearon de esas tierras, ley de residencia mediante, y nunca más volvió a pisarlas…

También es cierto que en mi familia siempre se leyó mucho, que yo soy la única escritora, que escribo porque mi maestra del primer grado siempre me dijo que por más de que me pasara lo que me pasara en esta vida nunca dejara de escribir y bueno, así lo hice…

El tema es que tengo 55 años y, como siempre, sigo viviendo de cualquier otra cosa, gracias a Dios me han publicado bastante últimamente, pero nadie vive de las publicaciones, todos vivimos del vil metal, o sea el dinero, o sea, la maldita guita…

Guita que no se cosecha escribiendo, a menos que uno sea Borges, Saramago o Shakespeare, uno es un pobre escritor del sur de América, un trabajador de la palabra, un humilde y osado escribiente que pretende escribir lo que nadie ha podido escribir todavía…

    O sea, un autor…

   ¿Qué es una ilusión?

   Sí, claro…

¿Qué es un proyecto de vida?

  También.

   ¿Qué es una ambición?

    Seguro…

    ¿Qué es un trabajo difícil, tedioso a veces, y horrorosamente trabajoso?

    Tal cual.

    Pero no nos resignamos.

    Los que escribimos no nos resignamos.

    A que nos agarren de boludos con el tema del “prestigio”.

    A que nos obliguen a autofinanciarnos las obras.

    A que no nos paguen los derechos de autor.

    A que en las bases de cualquier concurso siempre seamos la parte perdidosa…

    Porque si no fuera por nosotros ¿de qué vivirían los editores?

    ¿De la publicidad y nada más?

    Cualquier medio tiene que tener algo de contenido, pague quien pague la tinta, porque si hay gente que sigue editando es porque la editorial sí o sí sigue siendo un negocio, a pesar de los medios virtuales que crecieron caprichosa y enormemente durante la pandemia…

 Porque la figura del “colaborador” es forzada, porque nadie colabora con nadie por nada, porque si yo le digo a una sirvienta o a un albañil que les voy a pagar nada más que con el prestigio, se me ríen en la cara y se van…

 Porque yo he colaborado mucho con muchos medios pero a la hora de pagar las cuentas nadie, absolutamente nadie, colabora conmigo… Y los escritores somos humanos, humanos que comen, viven, y necesitan cubrir, de alguna forma, las necesidades básicas (léase, salud, vivienda, alimento, ropa).

 Todos sabemos que hay colas de gente para que los publiquen, algunos por grandes egos, otros porque realmente escriben muy bien, pero, de todos modos, nadie colabora por nada, uno espera, que, de una forma o de otra, alguien te cotice y valore lo que uno hace, sobre todo que sea valorado con el vil metal, como corresponde, porque los que escribimos  estamos trabajando, trabajando como cualquier obrero, sirvienta, colectivero o albañil…

  Y no queda mal cobrar honorarios por dar el discurso inaugural de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, queda bien, queda, maravillosamente bien, porque, en verdad, es lo que todos los escritores tendríamos que hacer cada vez que leemos algo de nuestra autoría o cada vez que escribimos…

Porque somos obreros de la palabra y porque con la palabra se construyen mundos, mundos alternativos a la violencia, el odio y la guerra, mundos que apuntan a que la gente se entienda y entienda mucho mejor cada una de las cosas que nos rodean…