El patio trasero

“Sería bueno mandar el ejército y otras fuerzas federales a Rosario, intervenir la provincia y que después de tranquilizar todo, llamen a elecciones”, le dijo un periodista de la radio de la ciudad de Buenos Aires a un diputado provincial santafesino el pasado jueves 12 de mayo cuando los cuatro integrantes de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, dos de los cuales son santafesinos, Ricardo Lorenzetti y Horacio Rosatti, bajaron hasta la ciudad de

Rosario, varias veces considerada el patio trasero de la “reina del Plata”, junto a otras autoridades de la justicia federal para expresar su preocupación por el avance del narcotráfico y el crecimiento de la violencia.

Lo hicieron en medio de tres anillos de protección en los alrededores de la Facultad de Derecho, como si fuera una ciudad en guerra y Rosario, a pesar de los pesares y los números de homicidios, no está en guerra.

Puro circo para tapar la fenomenal complicidad de las cúpulas de la justicia federal que jamás pusieron presos a las principales bandas narcopoliciales; al contrario de lo que hicieron integrantes del servicio público de justicia de Santa Fe con las organizaciones de “Los Monos” y Alvarado, entre otras.

Es importante en medio de tantas hipocresías y cinismos pensar en la historia política argentina en relación al presente que enfrentan las mayorías que habitan el Gran Rosario. La llamada organización nacional fue, en definitiva, la imposición del proyecto político económico de Buenos Aires como síntesis de la potencia dominante del siglo diecinueve, Inglaterra.

Mitre intervino seis provincias y generó “cinco mil desaparecidos”, como denunciara el entonces gobernador de Santa Fe, Nicasio Oroño. Ya había pasado medio siglo antes cuando el escenario de la guerra de la independencia fueron las tierras más pobladas por ese entonces, los actuales territorios de Salta, Jujuy, Tucumán, La Rioja, Catamarca, Mendoza y San Juan.

Los poderes relacionados con las potencias extranjeras asentados en Buenos Aires decidieron que la sangre derramada estuviera en el “interior”. Esa matriz no cambió. Lo mismo sucedió en Brasil, México y Colombia. El desarrollo del narcotráfico siempre estuvo en segundas o terceras ciudades, nunca en las geografías de sus capitales federales, residencia de la concentración y extranjerización de las riquezas.

Cuando Buenos Aires posa indignación por los hechos de violencia sufridos en Rosario, en realidad refuerza su permanente política de tirar los daños colaterales de los negocios que llevan la plata hasta allí, al patio trasero histórico del país unitario que en realidad somos. Rosario ciudad y Santa Fe provincia no necesitan intervenciones, necesitan que los intereses argentinos se manejen desde la Argentina.