LOS MIL TRAIDORES DE LA REVOLUCION FRANCESA
La revolución francesa fue el experimento de los traidores más sangrientos de una Revolución donde en ella se manejaron diversas situaciones políticas y sociales que formaron como protagonistas el nacimiento de genocidas y dictadores en nombre de la Libertad, Igualdad, Fraternidad.
Lo antedicho jamás existió en el uso del protagonismo del pensamiento igualitario y libertario con personajes tales como Robespierre, Danton, Marat, Luis XVI e inclusive el mismo Napoleón y otros menores que fueron los jueces que en el nombre de la libertad crearon hasta la Guillotina como elemento de matar en forma no dolorosa, si eso no es crueldad a que llamamos Igualdad y Libertad.
Esas frases fueron repetidas mil veces a lo largo de la historia de la humanidad como en el campo de concentración de Auschwitz-Birkenau; en cuya entrada había un letrero que decía: «el trabajo nos hace libres» y millones de humanos fueron asesinados.
En mi caso- como profesor de historia-, veo que las consecuencias son multiples y los daños son colaterales, esto demuestra que la humanidad potencialmente forma parte de las luchas sociales. Pero el alerta está en qué sentido debemos realizar esos cambios Libertarios y sociales porque tanto la ultraderecha como la ultraizquierda son elementos nocivos y motivadores de crear monstruos como Hitler, Napoleón, Stalin e inclusive el libertario Javier Milei que se considera el salvador y arquitecto de un modelo de una Revolución Libertaria que según él, es creador de un nuevo pensamiento Neoliberal con tinte fascista por no decir Nazi. Por esa razón esto lo llamo la Revolución de los traidores y la advertencia es: ¡Ojo! con los traidores entre traidores. Acuérdense como terminó Marat en manos de Carlota Corday. El aviso es no engendremos el huevo de la Serpiente porque será muy tarde.
LOS PRIMEROS TRAIDORES
Luis XVI y su esposa, María Antonieta, fueron las primeras víctimas. En Lugar de unirse a la legión de nobles que huyeron del país en los primeros meses de 1792, los reyes se trasladaron desde Versalles al palacio parisino de las Tullerias. Querían mantenerse al frente del nuevo Estado, pero pronto vieron que no sería posible y, el 20 de junio, intentaron marcharse al extranjero disfrazados de la familia real rusa. Sin embargo, fueron reconocidos en Varennes, arrestados y encerrados en la Torre de Temple.
Como consecuencia de ello, la revuelta se hizo más virulenta y el palacio de las Tullerías fue asaltado el 10 de agosto. Un mes después se proclamó la República y los acontecimientos se precipitaron a una velocidad de vértigo. Luis XVI fue juzgado ante la Asamblea por «alta traición», condenado a muerte y ejecutado en la guillotina el 21 de enero de 1793. De nada le sirvió que la monarquía hubiera sido ya abolida o que hubiera jurado la nueva constitución. Nueve meses más tarde le tocó el turno a María Antonieta, que era acusada de promover varias conspiraciones, satisfacer sus desmesurados caprichos y arruinar las finanzas del país.
«De ser una de las princesas más bellas y afortunadas del continente, pasaría a ser declarada culpable de t ración y morir en la guillotina antes de cumplir los cuarenta años», cuenta Cristina Morató en Reinas
Malditas.
La mañana del 16 de octubre de ese mismo año, más de diez mil personas se reunieron en la plaza de la Revolución de París, actual plaza de la Concordia. No cabía un alfiler, según la descripción realizada por Stefan Zweig en su famosa biografía de María Antonieta: Todo el mundo se encuentra de pie desde muy temprano para no perderse el espectáculo de ver “cómo una reina es afeitada por la navaja nacional”. “Horas enteras llevaba esperando la curiosa muchedumbre. Para no aburrirse, se charla un poco con una linda vecinita, se ríe, se bromea y se ojea el periódico más reciente, que incluye titulares como: «El adiós de María Antonieta a sus pequeños». Se trata de adivinar, en voz baja, qué cabezas caerán en el cesto en los próximos días. Mientras tanto, compran limonada, panecillos y nueces a los vendedores callejeros». Los ansiosos vecinos aún no sabían que todos ellos serían los grandes traicionados, después de que los nuevos líderes burgueses se hicieran con el cotarro y, tras cortar algunas gargantas aristocráticas más para hacer ver y creer que la cosa iba en serio.
Asimismo, se dedicaran a competir entre sí con resultados dramáticos. Un juego de engaños y deslealtades que acabó con demasiadas cabezas bajo la cuchilla. Fue la «gran traición», pero una traición que cambió el mundo para siempre.
(CONTINUARÁ)