Antes de Frida Kahlo existió Carmen Mondragón  (Nahui Olin)

Quiero morir,
es necesario desaparecer
cuando no se está hecho para vivir.
Cuando no se puede respirar
ni desplegar las alas.

—Nahui Olin

De la historia de mi país sé muy poco. Un día fui advertido que todo era un engaño, que los héroes no son héroes y que los hechos no me fueron contados como eran realmente. No lo supe, no lo sabré y nunca me atreví a preguntarlo, pero hubo algo que me quedó muy claro: cada historia está llena de mujeres maravillosas. De unas se habla más y de otras menos, unas tienen monumentos, otras simples leyendas, pero fueron justo las historias de esas mujeres las que me apasionaron.

Antes de Frida Kahlo existió Carmen Mondragón, sólo que la huella que quedó de su trabajo es apenas distinguible. El asombro es que fue precisamente ella quien le abrió paso e inspiró a las grandes mujeres artistas que recordamos ahora y que las encontramos en museos.

Pero antes de ahondar en su legado, hagamos una brevísima clase de historia…

Carmen nació en la Ciudad de México en 1893, en el seno de una familia poderosa, y vivió gran parte de su vida en Francia, donde se sumergió en el mundo del arte. Desde joven –y por el resto de su vida– tuvo que cargar con el estigma de ser la hija del general Manuel Mondragón, quien se diera a conocer como traidor a la patria y el que diera la orden para el asesinato y tortura de Francisco I Madero.

Multidisciplinaria

Fue una artista multidisciplinaria: poeta, pintora, escultora, escritora. Tenía un talento particular para  la música y escribió sus propias partituras de distintas piezas para piano. También se dice que fue Carmen la primera mexicana en usar minifalda, en hacer públicos sus deseos sexuales, en dar una lección donde el cuerpo, su cuerpo, funcionaba como medio para expresar su libertad sexual. Fue la gran musa de la época. Hay docenas de cuadros de los pintores y muralistas más famosos, como Diego Rivera, Jean Charlot, Gerardo Murillo, que esconden su rostro, y docenas más de fotografías de ella con y sin ropa.

De Carmen Mondragón a Nahui Olin

La historia más conocida de Carmen es su historia de “amor” con el también pintor Dr. Atl” (Gerardo Murillo Conrado), mucho mayor que ella. Ambos protagonizaron escenas de celos, pleitos y pasiones en cada esquina, en cada calle del centro histórico. Y fue Atl quien la bautizó por segunda vez (sepultando el nombre Carmen y el apellido Mondragón) con un nombre que la describiera mejor: Nahui Olin, los cuatro movimientos del sol. La típica historia de amor que lleva a uno o ambos al borde de la locura.

Libre, apasionada, misteriosa…

No conozco y no sé de otra mujer de la época de los 20’ en mi país que se presumiera así: libre, apasionada, misteriosa, incomprendida, bella, sexual y loca. Que se conformara con todo y a la vez con nada; con una insaciable sed de vivir y ser amada; capaz de pelear y dar la vida por sus ideales, de corromper y desafiar a los hombres y los patrones que se exigían para una dama de su clase.

El final fue trágico. Desdicha, pobreza, locura, y gatos, muchos gatos, como única compañía. Dicen que la locura es una marca que la sociedad coloca a todo aquello que no logra comprender ni aceptar, entonces Nahui Olin pagó  un precio muy alto por ser libre en un momento donde era condenada.

“Independiente fui, para no permitir pudrirme sin renovarme; hoy, independiente, pudriéndome me renuevo para vivir.”

Nahui Olin, la feminista mexicana de la época de oro que nadie recuerda

El libro de Adriana Malvido: “Nahui Olin” explora la vida y obra de esta mujer transgresora: pintora, escritora, amante, poeta y libre de los moldes de los roles de género con la intención de presentar su figura a nuevas generaciones

Hija del general Manuel Mondragón, esposa de Manuel Rodríguez Lozano, amante del Dr. Atl y musa de muchos artistas de la época de oro de la cultura mexicana; Nahui Olin, durante mucho tiempo, fue conocida tan sólo por estas relaciones con otros hombres y los detalles más relevantes e interesantes de su vida permanecieron ocultos al resto del mundo.

Sin embargo, Carmen Mondragón —su nombre real— es una figura de culto que poco a poco, en las últimas décadas, ha ganado mayor reconocimiento a nivel nacional e internacional

Y esto se debe en parte al esfuerzo de personas como la periodista Adriana Malvido, quien hace 25 años realizó un reportaje sobre la vida de la artista del cual se desprendió el libro que este año reeditó y sobre el cual VANGUARDIA la entrevistó.

“Hace 25 años la generación era diferente, otros lectores. Entonces yo pensé que era necesario que nuevas generaciones conocieran a Nahui Ollin, y que era muy importante que la conocieran más allá de la belleza del ícono, del rostro, de sus ojos verdes, de la belleza que tiene, sino que fueran más allá, que se conectaran con su vida”, explicó sobre el propósito de esta publicación la autora.

Autoretratos

Hay una parte de su obra dedicada a este tipo de obras.

“Hay muchos mitos alrededor de ella pero hay que ir más allá de eso y conocerla como un personaje fuera de serie, tanto en los 20’, como ahora. Porque las propuestas que ella tuvo entonces son absolutamente vigentes ahora en el marco de las propuestas feministas”, agregó.

Mondragón nació en una familia burguesa durante el Porfiriato y como tal recibió buena educación a pesar de ser mujer, sin embargo, desde temprana edad su inteligencia destacó en textos que Malvido rescató y con los que prueba que incluso en la infancia Nahui Olin ya tenía las habilidades que tiempo después usaría en su poesía.

“Ella tenía una inteligencia integral, porque ya ves que ahora se habla de varias inteligencias”, comentó Adriana, “aquí lo que hay primero es una bandera por la libertad.

Nahui Olin es una niña muy precoz en ese sentido, en cuanto a su rebeldía, en cuanto a la valentía para romper los moldes que estaban diseñados para la mujer en la sociedad de su época”.

 “Se necesita mucha valentía e inteligencia para romperlos y sostener toda tu vida con los costos que eso conlleva, porque la sociedad se lo cobra después”.

Agregó que Olin incluso antes de comenzar su relación con el Dr. Atl -autor del apodo que luego adoptaría con orgullo y que significa “movimiento perpetuo” en náhuatl— con quien conoció a incontables miembros de la comunidad artística de esa época ya mostraba interés en la literatura no sólo de poesía, sino también en la científica, gusto que mantuvo hasta el final de sus días y que la llevó a escribir una disertación debatiendo la teoría de la relatividad de Einstein.

Además de esto, como artista desarrolló una sólida y prolífera producción pictórica caracterizada por un estilo considerado como naif por algunos teóricos y que trataba desde temas naturalistas hasta introspecciones en autorretratos.

Sin embargo, nuevamente esta obra quedó opacada en la historia por otro aspecto de su vida íntimamente relacionado con el arte: su período como modelo para fotógrafos como Antonio Garduño y Edward Weston.

Estas obras destacan por la sensualidad y sexualidad que Nahui buscó siempre expresar con su cuerpo desnudo. Como mujer nunca tuvo reparo en vivir su sexualidad con libertad, mentalidad afín a la corriente feminista de ayer y hoy, pero tales fotografías, ya fuera porque son obra de importantes fotógrafos o por su contenido, lograron, a diferencia de su obra pictórica y literaria, ser de los elementos más conocidos de su vida.

   “Ella se expresa por todos los medios a su alcance. Ella escribe, ella pinta y también se expresa con su cuerpo”, comentó Malvido, “el curador de la exposición en el Mural sobre ella, Mariano Meza, dice que Nahui Olin dibuja con su cuerpo y creo que tiene toda la razón”.