LOS OSCUROS SECRETOS DE LA GUERRA FRIA

(QUINTA PARTE)                                                                                                       

No fue solo un enfrentamiento diplomático, estratégico, militar e ideológico. La batalla sin cuartel entre las dos superpotencia se libró también en la más turbia de las trincheras: la de las teorías conspirativas. A medio camino entre la verdad la paranoia y la simple fabulación, se convirtieron en un poderoso instrumento para envenenar de miedo  al adversario  y manipular a su propia población.

DÉCIMAQUINTA ESCENA (OPERACIÓN PAPERCLIP, CAPTAR EL TALENTO NAZI)

A punto de finalizar la Segunda Guerra Mundial, EEUU y la URSS, conscientes de que al terminar la contienda se convertirían en enemigos irreconciliables, trataron de captar el talento de los científicos alemanes nazis, auténticos portentos en campos de la tecnología nuclear , militar o médica. Les prometieron una salida airosa, exentos de persecución o castigo. A cambio, debían colaborar en los programas secretos de investigación y desarrollo tecnológico militar de sus países de acogida.

Estados Unidos fue el país que acumuló el mayor número de «cerebros huidos», piezas esenciales en el engranaje de la maquinaria nazi. A mediados de los años cuarenta comenzó a desarrollarse la operación secreta, llamada primero Overcast y, más tarde, Paperclip.

En total se captó para la causa a más de 700 mentes brillantes. Gracias a ellas, los norteamericanos se  pondrían a la cabeza de la carrera espacial, la construcción de armas nucleares o la fabricación de nuevos fármacos y combustibles. Su ayuda resultó inestimable en las maniobras de contraespionaje y en la creación de drogas sintéticas con las que luchar contra los supuestos espías al servicio del bloque comunista.

Al otro lado del telón de acero, los soviéticos hicieron lo propio. La guerra tecnológica entre las dos superpotencias había comenzado.  Estos cerebros brillantes captados por Estados Unidos desarrollarían un papel relevante en oscuros proyectos al margen de la legalidad.

DECIMASEXTA ESCENA (PROYECTO MK ULTRA: CONTROLAR LA MENTE)

Aunque no se conoció hasta muchos años más tarde, casi desde el final de la Segunda Guerra Mundial  la CIA trabajó en secreto en campos como la química, la psicología, la psiquiatría o la neurología con un único objetivo: extraer toda la información a los agentes soviéticos capturados, «leer» completamente sus mentes y limpiar después  la memoria del interrogado, como si nada hubiera sucedido.

El proyecto, bautizado como MK Ultra, comenzó a  dar sus primeros pasos a comienzos de la década de los años 50 y en él trabajaron muchos de los científicos nazis «fichados» tras el final de la Segunda Guerra Mundial en la Operación Paperclip. Durante años, el ejercito de los Estados Unidos y la CIA realizaron investigaciones sobre enfermedades y agentes psicotrópicos utilizando a voluntarios, toxicómanos y presos como «conejillos  de indias». Drogas sintéticas, aparatos de electroshock o terapias de hipnosis: todo valía para acercarse  al ansiado objetivo de controlar las conciencias.  Miles formaban parte de un oculto proyecto de la CIA.

El ambicioso plan permaneció en el más absoluto de los secretos durante años, al margen del control de las autoridades y el gobierno estadounidense. Iniciada la década de los 70, los rumores sobre estas prácticas inadmisibles llegaron a los estamentos judiciales y comenzaron los requerimientos para aportar documentación.

La agencia de inteligencia americana, lejos de colaborar, se apresuró a destruir gran parte de los archivos. Solo en 1977, cuando asumió el cargo de director de la CIA el almirante Stanfields Turner, salieron a la luz más de 20.000 documentos relacionados con los experimentos. En ellos quedaba  claro que el proyecto MK Ultra se había llevado a cabo empleando todo tipo de abusos y torturas.