(QUINTA PARTE)

DECIMASEGUNDA ESCENA (KENNEDY, EL ETERNO COMPLOT)

La cooperación entre la CIA  y la mafia ha sido una de las bases de otra  teoría que ligaba a las familias de la Cosa Nostra con el asesinato de John Fitzgerald Kennedy.

Como todas  las demás teorías conspirativas sobre el magnicidio, el móvil no ha podido ser probado, y solo se han tenido en cuenta los hechos circunstanciales que podrían sustentarla: el primero, el descontento de la mafia con el presidente después del fracaso de la invasión de Bahía de Cochinos, que les habría permitido recuperar el control de sus negocios en Cuba; descontento que compartían con cubanos exiliados con fuerte poder económico.

El segundo, y más importante, es que la familia Kennedy y la mafia no eran en absoluto desconocidos: el padre del presidente, Joseph Kennedy, había hecho parte de su fortuna con el contrabando de alcohol y era viejo conocido de muchos capos, a los que recurrió años después para que ayudaran a que su hijo saliera elegido. Y estos capos vieron luego cómo el único premio a su colaboración era una intensificación de la lucha contra el crimen organizado por parte de Robert Kennedy, hermano del presidente.

¿Colaboró la mafia en el asesinato? Muchas fuentes lo creen así, y en los últimos años han proliferado los libros en los que antiguos mafiosos confiesan estar seguros de que, al menos, la mafia participó en su logística proporcionando tiradores. Aunque no es más que otra teoría de la conspiración sin prueba definitiva, quedan algunas causalidades en el aire, como que Jack Ruby,  que se encargó de matar a Lee Harvey Oswald, tuviera relaciones profesionales co Sam Giancana.

DECIMATERCERA ESCENA (OPERACIÓN MANGOSTA EN MARCHA)

Años después, las memorias de diversos gánsteres darían  un nuevo giro a la historia del hundimiento del Lafayette. Si, hubo sabotaje, en efecto, pero no lo perpetraron los nazis… sino la propia mafia por orden de Luciano, quien calculó acertadamente que, después de un golpe semejante, el Gobierno estadounidense debería recurrir a él para que ayudara a mantener la seguridad en los muelles.

Luciano escapó brevemente de su destierro en Italia para controlar sus negocios en Cuba- al menos-, mientras pudo conservarlos.

Cuando Fidel Castro derrocó a Fulgencio Batista, arrebató a la mafia su control sobre numerosos hoteles y casinos. Por su parte, la CIA no estaba dispuesta a permitir un enclave comunista a escasos kilómetros de la costa norteamericana. Invasiones aparte, la Agencia mantuvo durante años, el operativo llamado Operación Mangosta, dedicado a buscar alguna manera efectiva de asesinar a Castro, y siempre se ha dicho que contó con la ayuda de las familias, tan interesadas como la CIA en su eliminación.

DECIMACUARTA ESCENA  (EL ASESINATO DEL JUEZ FALCONE)

Muchas menos dudas existen sobre  la responsabilidad directa de la mafia italiana en los asesinatos de los jueces Giovanni Falcone y Paolo Borsellino. Pero, aunque está claro9 que fueron ordenados por el sanguinario capo Totó Riina, siempre ha planeado sobre ellos la idea de que  más de un alto funcionario público, si bien no jugó un papel activo en sus muertes, tampoco lo sintió demasiado.

Los dos superjueces consiguieron organizar el macrojuicio contra la Mafia que se inició en 1987 y que acabó condenando a más de 350 mafiosos a 2.665 años de cárcel. Pero, a pesar de todos los medios con que contaron, también hubo muchos obstáculos en su camino.

Tras el macrojuicio, Antonino Caponnetto, jefe del Consorcio Antimafia y firme apoyo de los dos jueces, se retiró, pero Falcone no fue, como hubiera sido lógico esperar, su sustituto: en su lugar, nombró a Antonino Meli, carente de experiencia en temas mafiosos, que se dedicó a desmantelar todo el trabajo realizado por los dos jueces.

Cuando en 1989 se encontró una bolsa con explosivos cerca de la casa donde pasaba sus vacaciones, Falcone, de ordinario muy comedido en sus declaraciones, no dudó en manifestar que estaba convencido de que políticos cercanos a la Cosa Nostra estaban implicados en aquel intento de atentado.

Cuando unos años después Falcone y Borsellino murieron en  sendos atentados, Toto Riina fue por fin detenido, pero hasta su arresto levantó sospechas: el capo más sanguinario llevaba más de treinta años oculto en Sicilia sin que nadie, hasta ese momento, hubiera dado pistas sobre su paradero. Y, tras el arresto, la villa de Palermo donde se escondía quedó sin vigilancia, lo que permitió a los mafiosos llevarse  dinero y joyas, pero también abundante documentación.

En los años posteriores, con la detención de  los principales  capos, también saldría a la palestra la relación con la mafia de políticos de primera fila, como Giulio Andreotti, lo que no tomó demasiado por sorpresa a nadie que conociera la trayectoria de décadas de amistad de su partido, la Democracia Cristiana, con mafiosos de toda la  geografía italiana.

¿Veremos nuevos complots de la  mafia en el futuro? No hay que desarrollar un espíritu demasiado conspiranoico  para pensar que caerán los capos, e  incluso muchos ‘soldados’, pero  que la  conspiración que permanecerá siempre oculta será la pista del dinero.

(CONTINUARÁ)