El ratón cuando es colocado en una jaula grande y vacía, descubre tarde o temprano su soledad, la nada que le rodea, y todos sus esfuerzos se concentran en escapar de su cárcel, incluso cuando abundan el agua y el alimento.

Al colocar en esa misma jaula juegos, ejercicios, ruedas de desplazamiento, laberintos cada vez más complicados, el ratón descubre un designio o propósito; conoce así el entretenimiento, el bienestar, la satisfacción de tener un objetivo en la vida. En cada ocasión en que culmina un complicado ejercicio, luego de horas o días o semanas, el alimento es mejor y más generoso.

El ratón no solo ignora su cautiverio, sino que el día en que otro ratón u otros ratones aparezcan asegurándole que se encuentra prisionero y sometido a una voluntad arbitraria y caprichosa, el ratón no solo negará rápidamente semejante idea, sino que contará orgulloso todos sus logros; a la altura de los mejores ratones, asegura.

Yo he dedicado mi vida a esto, dice el ratón, y nadie podrá quitarme la satisfacción de la meta cumplida; no por nada mi alimento y comodidad es superior que al principio, sino gracias a mi perseverancia. Todo lo que tengo me lo he ganado, con tiempo, paciencia y esfuerzo. Lo que ustedes me declaran es producto de la envidia, y nada más.