La enfermedad ingresó al país en 1918 por el puerto de Buenos Aires y avanzó en dos oleadas. Primero se propagó hacia el norte del territorio, entre octubre y noviembre de ese año. Y permaneció latente hasta el invierno de 1919, cuando comenzó a descender desde Salta hacia las provincias del centro y sur. Según el Departamento Nacional de Higiene, la primera oleada provocó 2.237 muertes, mientras que la segunda tuvo un mayor impacto: 12.760 casos fatales, la mayoría de ellos en las provincias del norte y Cuyo.

Un dato a considerar es que por entonces las actuales provincias de Misiones, Formosa, Chaco, La Pampa, Neuquén, Río Negro, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego eran consideradas territorios nacionales, por lo que se carece de datos poblacionales y epidemiológicos de ellas.

Las realidades desiguales de los sistemas sanitarios del interior –heterogéneo y fragmentado–, junto con las diferentes condiciones socioeconómicas de cada provincia, configuraron el terreno propicio para que la gripe impactara más en el norte del país que en el centro y el litoral en general, en términos de mortalidad.

Es posible establecer una relación entre las altas tasas de mortalidad, los elevados índices de analfabetismo y la esperanza de vida al nacer, todos indicadores de las condiciones de vida de la población. Un análisis similar merece la cantidad de médicos por provincia, ya que en ausencia de datos que permitieran ponderar cuantitativamente las condiciones de los sistemas sanitarios, los investigadores tomaron el número de doctores cada mil habitantes como un indicador de la capacidad de atención sanitaria. “Las tasas de mortalidad más altas se dieron justamente en las provincias que contaban con menor cantidad de médicos”, sostiene.

La crisis que reflejaron los medios

Se analiza el tratamiento periodístico que los diarios La Nación, La Voz del Interior y Nueva Época dieron a la epidemia y sus repercusiones. Observaron que cada diario utilizó la enfermedad para oponerse políticamente al gobierno nacional, provincial o municipal. “Así como la H1N1 fue utilizada en términos políticos en 2009, la Gripe española también fue aprovechada por la oposición o por los mismos diarios”.

Para los investigadores, los tres periódicos utilizaron la epidemia para desarrollar una oposición política con el propósito de generar una opinión contraria al gobierno. “Aunque el discurso estaba centrado en la epidemia, tenía como finalidad imponer en la opinión pública una mirada de ineficacia, de indolencia e ineptitud, que no sólo se circunscribía a la enfermedad sino a los desafíos futuros de los gobiernos, en todos los casos radicales, en todos los niveles del Estado”, apunta el investigador.

El análisis realizado muestra que mientras La Nación generaba una crítica sutil hacia el gobierno radical (nacional y municipal), haciendo hincapié en las contradicciones entre el discurso y las medidas adoptadas; La Voz del Interior arremetía con menos delicadeza en contra del gobierno provincial, acusándolo de electoralista, ineficiente y corrupto, frente al trabajo desinteresado de la municipalidad de Córdoba. El diario Nueva Época, en tanto, criticaba por igual al gobierno nacional, provincial o municipal.

Información clave

Expertos coinciden en que la capacidad letal de la gripe española no se aproxima  a la del covid-19 debido que los seres humanos ya cuentan con la memoria epidemiológica suficiente como para sortear en mucha mejor medida a los distintos tipos de cepas de influenza, de lo cual adolecía la humanidad a principios del siglo XX.

Adicionalmente, que hoy el flujo informativo sea mucho más abierto y diverso permite que  la población esté más preparada para enfrentar la enfermedad. Las dificultades para estar al día en 1918, tanto por la falta de tecnología como por la censura debido a la guerra, fue un factor clave que contribuyó a la masificación de la pandemia.

En fin,  son muchas las lecciones que dejó la gripe española. La crónica de esos casi dos fatales años son vitales para comprender lo que el mundo vive hoy con el nuevo coronavirus, un vital desafío epidemiológico que supone un reto de máximo calibre para los científicos y líderes de esta generación.

Originaria de Estados Unidos arrasó con gran parte de la población mundial. En nuestro país tuvo dos oleadas y en poco más de dos años causó, al menos, quince mil muertos. Los antecedentes de una cuarentena que ya vivimos. La gripe española sucedió en 1918 y no era española sino que tuvo su origen en Estados Unidos. La pandemia fue causada por un brote del virus Influenza A del subtipo H1N1.​ A diferencia de otras epidemias de gripe que afectan principalmente a niños y ancianos, sus víctimas fueron también jóvenes y adultos saludables, y animales, entre ellos perros y gatos. Se considera la pandemia más devastadora de la historia humana, ya que en solo un año mató entre 20 y 40 millones de personas.​ Esta cifra de muertos, que incluía una alta mortalidad infantil, se considera uno de los ejemplos de crisis de mortalidad.​ En general, la muerte no ocurría como consecuencia directa de la gripe, sino por bronconeumonías bacterianas, para las que se carecía de tratamiento.

 La enfermedad fue reportada por primera vez el 4 de marzo de 1918, en Fort Riley (Kansas,  Estados Unidos).   Tradicionalmente se ha considerado «enfermo cero» al cocinero de esa unidad militar, Gilbert Michell. Horas después ya se contabilizaban decenas de casos, hasta el punto de tener que habilitar un hangar para los enfermos. En medio de la Primera Guerra Mundial, el efecto del virus fue devastador. Los campamentos militares y las duras condiciones de vida en las trincheras agravaron la situación. Los muertos de ambas pestes, la gripe y la guerra, se contaban por decenas de millones de personas.

Curiosamente recibió el nombre de “gripe española” por dos motivos. El más importante fue la cantidad de víctimas que hubo en ese país (se calculan unos ocho millones de afectados y 200 mil muertos) y porque al ser un país que era neutral en la Guerra no censuró la información sobre la pandemia y la difundió ante el mundo.

Varias personalidades de la época murieron o fueron afectadas por la pandemia. Entre los primeros se encuentran el entonces presidente de Brasil, Rodríguez Alves; el poeta francés Guillaume Apollinaire; Louis Botha, primer ministro de la Unión de Sudáfrica; Gustav Klimt, pintor austríaco; Erik de Västmanland, príncipe de Suecia y Noruega, duque de Västmanland y Max Weber, economista político y sociólogo alemán; entre otros. Entre los infectados estuvieron Woodrow Wilson, presidente de los Estados Unidos; Franklin Delano Roosevelt, asistente del secretario de Marina y futuro presidente estadounidense; Lloyd George, primer ministro británico; Alfonso XIII, rey de España; Manuel García Prieto, presidente del Gobierno de España y Guillermo II, emperador de Alemania, entre otros tantos millones.

La gripe española en Argentina

La enfermedad ingresó al país en 1918 por el puerto de Buenos Aires y avanzó en dos oleadas. Primero se propagó hacia el Norte, entre octubre y noviembre de ese año, y permaneció latente hasta el invierno de 1919, cuando comenzó a descender desde Salta hacia las provincias del centro y sur. Si bien tuvo como epicentro la ciudad de Buenos Aires, desde donde se expandió al resto del país, ésta fue la que menos sufrió en términos de mortalidad. En 1918 la ciudad de Buenos Aires contaba con un millón y medio de habitantes. En mayo-junio de ese año aparecieron en La Nación las primeras noticias sobre la “gripe española” y ya se denunciaba, en noviembre de 1918, que unos 400 mil enfermos de gripe habían sido atendidos en Buenos Aires. La gripe había llegado a Buenos Aires desde Europa en los barcos cargados de inmigrantes. Al parecer, el primero en traerla fue el Demerata, que partió de Portugal y recaló en Río de Janeiro (donde la epidemia ya era muy fuerte) antes de llegar a Buenos Aires. El primer caso registrado, un tripulante de ese barco, fue atendido en el Hospital Muñiz. En octubre de 1918 se decidió emprender la limpieza del Riachuelo, efectuar exámenes de salud a los inmigrantes que llegaban en barcos procedentes de Europa, e internar en cuarentena en un lazareto en la isla Martín García a aquellos que presentaran síntomas de gripe. Además de evitar reuniones en lugares cerrados, se suspendieron las clases en escuelas primarias y secundarias, se prohibieron los espectáculos públicos, se clausuraron music halls y circos. Se prohibieron los espectáculos públicos y el ingreso a los cementerios. Se estableció que los cafés, bares, confiterías y burdeles debían cerrar a las 23 horas. Se desinfectaron todos los templos sin distinción de culto. En noviembre se comenzó a derivar a los enfermos graves de gripe al Hospital Muñiz, y se profundizó la cuarentena en el Lazareto de la isla Martín García.

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Según los datos disponibles, de las 422 muertes que sucedieron como consecuencia de la “grippe”, 32.7 por ciento se dieron en el mes de octubre; es decir, ocurrieron 138 muertes en tan sólo 12 días aproximadamente. La gripe pasó de provocar 0.7 por ciento de las muertes en 1917 a 4.3 por ciento en 1918 y a 20.7 por ciento, en 1919. En total, para el Departamento Nacional de Higiene, causó alrededor de 14.997 muertes, sin contar a Misiones, Formosa, Chaco, La Pampa, Neuquén, Río Negro, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego, provincias que en ese momento no contaban con datos epidemiológicos porque eran “territorios nacionales”.

Por la instancia mencionada, en esa fecha, prácticamente todas las provincias argentinas mostraban una alta mortalidad por gripe 

Para entonces, la gripe se había desplazado desde las provincias del norte hacia el centro y la mortalidad comenzaría, en el mes de agosto, a reducirse en las provincias en las cuales la epidemia había sido más agresiva, como Catamarca, La Rioja, Jujuy y Corrientes, mientras que perduraría en Tucumán, Santiago del Estero y Salta.

En el mes de agosto la mortalidad seguiría disminuyendo en las diversas provincias; Salta, Tucumán y Corrientes, que habían comenzado con una alta mortalidad en el mes de mayo, tendían a reducirla. Sólo la población de Santiago del Estero continuaría sufriendo importantes defunciones por gripe, mientras que la mayor mortalidad se movería hacia la región de Cuyo y las provincias de Entre Ríos y Buenos Aires.