“La poesía no es capullo sino intemperie”, sostuvo alguna vez el poeta entrerriano, quien hizo de este lema su propio oficio ya que ningún poeta retrata en forma tan cabal y magnífica el río y las islas y la comunión entre el hombre y su paisaje.
Su temática tensa el paisaje con el conflicto social.
En “La orilla que se abisma”, poemario inédito hasta 1971, año en que la Editorial Constancio C. Vigil de Rosario, edita sus Obras Completas, existe un poema llamado “Ah! Miras el presente” en donde aborda el conflicto entre el sistema capitalista y el clima.
El poema, que arrasa y sorprende por su temática tan actual, tiene por tema los incendios en las islas como un recurso del capitalismo imperante para expandir la producción de materia prima y ampliar los mercados.
El poema marca: “Ah, miras, ahora, miras, la quemazón de las islas…/ llamas al fondo del anochecer/ esa rosa de destiempo, que enloquece fantásticamente el confín…”
“Marchan las islas”…”, dicen en la ocasión los isleños…”
“Marchan las islas en la dirección, justamente de las vidas que huyen del estrépito/al asaltar éste la oscuridad/por encima aún del humo y de unas centellas hechas trizas…/que huyen/dejando atrás todo…”
“Marchan todas, todas esas vidas a través del pastizal que tiembla con los destellos…”
Aquí va nombrando la multitud de la fauna, mucha fauna ya ausente desde hace años en las islas, mucha ya en vías de extinción: “las culebras,/ las ranitas,/ los coatíes,/ la musurana,/ las gallinetas,/ el zorrino,/ los carpinchos,/ los gatos onzas (ocelotes),/ las vizcachas,…/”
“Al toque de fuga, el desfile de los fugitivos del país que creyesen les pertenecía” (dice Ortiz, en referencia a los animales propios de las islas).
Agudiza: “Ese país es el haber de un apellido que hojea órdenes por ahí,/ que dispuso el incendio para ahogar bajo las cenizas las “malezas” y las “alimañas”/ y poder dar a sus “Shorton” el privilegio de la gramilla…”
Sigue, ya cínico: “Un patronímico en cheques tiene derecho sobre un paraíso/ de modo de aumentarse él en billetes/ condenando a carbonilla /las profundidades de un jardín /que proveería a la sed del porvenir”.
Y sigue enumerando: “Adiós a las patitas en las briznas, /los que estallaban las lenguas del ruido,/ los espíritus del atardecer,/ las verbenas,/ las malvas,/ las petunias,/ las enredaderas,/ las madreselvas,/ las avispas”.
Y: “Los implumes que cayeron en chamusquina para chisporrotear en el propio ruido”.
Y sigue: “Aunque la forrajera de elección pincele de óleos las islas”.
Y continúa con el cinismo: “Los mugidos que se van ennegreciendo a tono con el luto que pace ya, en la penumbra”.
“Esos bienes que yacen en una caja que no tiene fondo”, mientras que allá y pasa a citar la situación de Cuba: “los caminos que se abren a las gracias de la clorofila”, mientras habla de la Sierra Maestra que luego de la revolución cubana se restituye de la desnudez casi a piedra caliza que dejó en las sierras cubanas el monocultivo y la explotación a mansalva por extranjeros de la caña de azúcar. Después cita a China: habla del magüel, el bambú y el abedul.
En el poema cita a Cuba, China y al régimen comunista existente en estos países como “De un lado” y cita, “De este lado” (del lado de nuestro país, con el liberalismo económico propio del sistema capitalista): “El frenesí de unas salamandras que juegan a estirar monstruosamente unas sombras,/ para encogerlas al punto y dejar sin abonar,/ en fin de cuentas, /las cuentas con las vidas,/ para plegarlas en pagarés/ que son esa obligación que llaga y llaga/ los paisajes de la promisión /y los climas de la promisión…”
Juan Laurentino Ortiz (1896-1978) estuvo afiliado al Partido Comunista. Su único viaje al exterior fue un viaje pagado por el gobierno Chino para recorrer China y la Unión Soviética en el año 1957. Tanto los poetas simbolistas franceses como la poesía japonesa están muy presentes e influyen mucho en toda su prolífica y magnífica obra.
La comunión entre su espíritu y el paisaje brilla a lo largo de su extensa obra, pero siempre aparece la tensión con la humanidad en tanto humanidad capitalista que saquea y destruye el medio ambiente. Una de sus obras cumbres y la más extensa es “El Gualeguay”, río en donde vive la mayoría de su vida y su propia infancia, en donde aborda tanto el paisaje como la historia que se van desarrollando a lo largo de ese río de la provincia vecina.
Estudió Filosofía en la Universidad de Buenos Aires. Se volvió a Gualeguay en donde trabajó toda su vida en el Registro Civil. Luego de jubilarse de ese empleo se va a vivir a Paraná, en donde muere, a los 82 años en 1978.
Ignoro en qué fecha fue escrito el poema “Ah, miras el presente!” pero si fue publicado por primera vez con las Obras Completas del autor en 1971, al menos, entonces, tiene más de 50 años. Sorprende tanto la actualidad de sus versos como el espanto de la fauna quemada y la flora incendiada en una ambición sin límites del sistema capitalista.
Cuando Ortiz habla de los “Shorton” o de “la forrajera de elección”, en reemplazo de la fauna y la flora autóctona de las islas del delta del Paraná (“los fugitivos del país que creyesen les pertenecía” en sus propias palabras “al toque de fuga el desfile de los fugitivos”,) está hablando de un proceso que, dado los años que tiene el poema, viene dándose desde hace mucho, mucho tiempo atrás, no es un drama o un problema que surge espontáneamente en estos últimos años, marcando como el “toque de fuga” el inicio del fuego y su estrépito (“esa rosa de destiempo/ que enloquece fantásticamente el confín…”, cito, “ el frenesí de unas salamandras que juegan a estirar monstruosamente unas sombras”) y alternándolo con el silencio y los cambios propios del devenir del paisaje gracias a la mano del hombre: “los mugidos que se van ennegreciendo a tono con el luto que pace ya en la penumbra”.
Antes menciona, para mí éste es el nodo del poema: “un patronímico en cheques/ tiene derecho sobre un paraíso/de modo de aumentarse él en billetes,/condenando a carbonilla las profundidades de un jardín/ que proveería a la sed del porvenir”.
Acá toma como problemática central, ya en esa época, hace más de 50 años atrás, no sólo las quemas intencionales en las islas con fines de expandir el mercado y la producción capitalista del agro, sino, además del tema de la extinción de la flora y la fauna del humedal por los incendios, el problema de la falta de agua potable para los seres vivientes que van quedando: todos los seres vivos necesitan imperiosamente dos cosas: agua potable o dulce y oxígeno.
Las plantas, los seres vivos vegetales son los únicos que los proveen.
He aquí cuando Ortiz dice en el poema, en referencia al régimen comunista propio de la isla de Cuba después de la revolución: “los caminos que se abren a las gracias de la clorofila”, el proceso bioquímico según el cual las plantas pueden transformar el dióxido de carbono en oxígeno esto es un proceso que se produce por las gracias de la clorofila, justamente, y las plantas, los seres verdes vegetales, son los únicos seres vivos que poseen esta sustancia mediante la cual pueden realizar la fotosíntesis a través de la energía solar.
El día en que la Humanidad entienda esto ya será un día en que el agua potable tenga precio en alza (ya fue cotizada como un bien de mercado en la Bolsa de Nueva York).
Poco falta, también, para que empiecen a cotizar el oxígeno que necesitamos para respirar (todos los seres vivos) en la misma Bolsa.
A los 37 años de existencia de la Revista “El Vecino. Gracias por la resistencia de su creador. ¡Gracias por ser parte, siempre…!
Mariana Miranda