(Rosario, Santa Fe, mayo de 2018)

 A nuestros estimados lectores, les entregamos otro capítulo  del último libro de Carlos, que “EL VECINO”  está publicando en forma completa.

 

Una de las arterias del perverso corazón del capitalismo

 

La tercera semana del juicio a Los Monos tuvo uno de sus ejes en las armas.

Siempre hay que recordar las cinco arterias que alimentan el corazón del capitalismo: petróleo, armas, medicamentos, narcotráfico y trata de personas. De allí que quizás haya que pensar diferente.

Pensar, por ejemplo, que el negocio de las armas necesita usuarios como Los Monos.

El jueves 7 de diciembre de 2017, el experto perito Gustavo Colombo, describió las armas que, en su momento, les fueron requisadas a los integrantes de la banda.

“Más de veinte piezas secuestradas desde fines de mayo de 2013, cuando se concretó el grueso de las detenciones y allanamientos en la causa, fueron reconocidas por el perito balístico Gustavo Daniel Colombo, quien acreditó que todas tenían aptitud para el disparo. Sobresalieron una ametralladora FMK3 que perteneció a la policía cordobesa y el cargador de un fusil FAL de gran poder ofensivo”, sintetizaron los medios de comunicación regionales.

Colombo revisó siete informes realizados en el año 2013 sobre 22 armas, un cargador y un silenciador secuestrados en el marco de la causa.

El domingo 16 de febrero de 2014, el entonces ministro de Seguridad de la provincia de Santa Fe, Raúl Lamberto, sostenía que Registro Nacional de Armas

“tiene registradas dos millones de armas a nivel nacional, a la provincia de Santa Fe le corresponde un 10 por ciento (150 mil) y se estima que por cada arma legal hay una ilegal”, sostuvo el ministro de Seguridad de la provincia, Raúl Lamberto. Con lo cual habría 300 mil armas en manos de civiles en toda la provincia”, era el cálculo.

La arteria del corazón del capitalismo, el negocio de las armas, funciona muy bien en la provincia de Santa Fe.

Los resultados son contundentes:

*900 heridos de bala ingresaron al Hospital de Emergencias “Clemente Alvarez” de la ciudad de Rosario durante 2013.

*La mitad de las 264 personas asesinadas en 2013 ya habían sido baleadas antes.

*El 80 por ciento de las personas que fueron víctimas de un homicidio murieron por lesiones con armas de fuego.

*El 40 por ciento eran jóvenes entre 15 y 24 años, en su mayoría sin estudios secundarios.

*”Durante la última década en Rosario hubo un incremento de 45 por ciento de la participación de armas de fuego en el total de homicidios”, sostuvo la propia intendenta de la ciudad, Mónica Fein.

Entre septiembre de 2016 y fines de 2017, los principales responsables de las fuerzas federales enviadas a la provincia de Santa Fe, sostuvieron que les había impactado la cantidad de armas de guerra presentes en los hechos delictivos menores en la zona del Gran Rosario.

A fines de 2012, Los Monos aparecían nombrados en un informe nacional que parecía, en realidad, un fragmento de una obra de ficción.

“A principios de 2009, Máximo Ariel Cantero conoce a ciertos personajes paraguayos, proveedores de marihuana, que lo contactan con vendedores de armas en la Triple Frontera, los que comienzan aprovisionándolo de armamento tal como pistolas ametralladoras Capoeira, de origen brasileño, pistolas y revólveres Taurus y escopetas CBC calibre 12.70 a trombón, los que son traídas a nuestro medio a mediados de 2009. Cantero padre, en tanto, concurre por algunos meses a una favela de Río de Janeiro, donde toma contacto con personas ligadas al narcotráfico integrantes del grupo conocido como Comando Vermelho, incorporando a sus conocimientos delictivos los métodos que comienzan a emplearse ese año, cuando expanden sus negocios de comercialización de drogas a diferentes puntos de la ciudad y zona de influencia, asociándose con el conocido narcotraficante y barrabrava de Ñuls, Daniel Vázquez”, dice uno de esos documentos que llegaron a la justicia federal, tanto rosarino como porteña.

La ametralladora de la policía cordobesa que fue exhibida en la tercera semana del juicio a Los Monos es, en realidad, la expresión de un fantástico negocio que tiene dos mercados, el legal y el ilegal. Y ambos gozan de muy buena salud, no solamente en la provincia de Santa Fe, sino también en Buenos Aires, Córdoba, Tucumán y Mendoza.

Lo que no apareció en el juicio ni tampoco se conoció en otros juzgados del país, es la geografía de los “nidos”, de los lugares que concentran la mayor cantidad de armas.

La ametralladora de Los Monos, en síntesis, no es más que la expresión de la impunidad con que se manejan los principales cinco negocios del capitalismo, las arterias que nutren de vitalidad su perverso corazón.

 

Fuentes: “Rosario/12”, domingo 16 de febrero de 2014; Secretaría de Salud Pública de la Municipalidad de Rosario, marzo de 2014); “Ciudad blanca, crónica negra”, Rosario, 2015, obra del autor de la nota; diarios “El Ciudadano”, “La Capital” y “Rosario/12”, del viernes 8 de diciembre de 2017; entrevistas realizadas por el autor de esta nota.

 

La parábola del pescador

 

Los policías que declaran en el juicio histórico a la banda de Los Monos, salvo muy pocas excepciones, hablan poco, recuerdan menos y cuando leen las actas de los procedimientos en los que participaron, delatan contradicciones que los lleva al borde del falso testimonio o silencian operativos plagados de la permanente y reciclada brutalidad de La Santafesina SA.

El lunes 11 de diciembre, en el inicio de la cuarta semana del debate, el testigo llamado a declarar por los fiscales fue un hombre común, Hugo Estrella, de 63 años, cuidador de canoas en la Bajada de calle Uriburu y avenida Circunvalación, profundo sur de la ex ciudad obrera.

Contó que la policía irrumpió en su casa en una noche de 2013, rompiendo puertas, mesas y otras pocas cosas que el hombre tenía allí, al borde mismo del Paraná.

-Rompieron todo, revolvieron todo – dijo y repitió Don Hugo, pescador y cuidador de canoas porque no tiene nada más de qué vivir. Cobra 300 pesos por mes por cada una de las modestas embarcaciones que llegan hasta allí. Su vida material es también su marca existencial, un marginal del sistema económico, alguien condenado a vivir en las orillas de la opulencia de pocos que muestra la Cuna de la Bandera.

Hasta que llegó un tal Gonzáles y le pidió estacionar dos lanchas. Por las que pagó el doble de lo habitual.

-Las lanchas eran de González…-repitió una y otra vez el pescador de 63 años.

Una vez más, uno de los fiscales y uno de los abogados defensores de Los Monos se trenzaron en una discusión sobre si las preguntas estaban bien o mal hechas.

-No entiendo lo que dicen…Si sabía que era así tendría que haber traído el cuadernito donde tengo todo anotado – dijo Estrella con humildad lastimada por ese cruce de chicanas.

El presidente del tribunal, el doctor Manfrin, dijo, entonces: “No se haga problemas, señor. Son cosas de abogados. No tiene por qué sentirse mal pero es comprensible que se sienta así…”, dijo el juez de una manera humana, inusualmente humana.

Cuando Estrella se tranquilizó también contó que la Prefectura gritaba que esas eran las lanchas de los Cantero y que, entonces, eso terminó anotándose en el acta de allanamiento, que el pescador y cuidador de canoas había asegurado la pertenencia a la familia acusada.

“¡¡¡Las lanchas de los Cantero, las lanchas de los Cantero!!!”, le gritaban los prefectos y los policías mientras rompían lo poco que tenía el pescador desocupado.

-Yo no sabía que eran de los Cantero…eran de González…-repitió el cuidador de canoas son su voz baja, respetuosa, sin ganas de sentir vergüenza de no entender lo que decían esos señores de saco y corbata.

En aquella noche de 2013, a Estrella lo tiraron al piso y lo trataron como si fuera un delincuente feroz. Y su declaración, entonces, tenía que ver con la brutalidad de La Santafesina SA y la Prefectura Naval.

Hay una parábola en ese momento vivido en el nuevo edificio de la Justicia Penal rosarina donde se juzga a Los Monos.

Una construcción que costó casi 350 millones de pesos y que estrena sus instalaciones con casi una veintena de reconocidos abogados penalistas que le deben costar mucho dinero a los acusados de integrar la banda.

Una puesta en escena del poder judicial santafesino que también mueve una gran cantidad de ingresos e infraestructura.

Dinero por todos lados y la percepción de no saber dónde están los buenos y dónde están los malos.

Por eso la presencia de Hugo Estrella marcó otra cosa, una realidad diferente.

Estrella no formaba parte de la millonaria puesta en escena.

Pero esa soledad, en realidad, expresaba una forma de existencia colectiva que sucede más allá de las paredes de los tribunales.

La irrupción de Estrella en el juicio a Los Monos sintetiza, de alguna manera, el drama que se vive en los arrabales de las grandes ciudades argentinas. Los proveedores de violencia y los que administran ese negocio usan a los miles de orilleros que aunque no vivan al costado de un curso de agua están fuera del mercado formal de trabajo.

-No tenemos para hacerle ningún reproche, señor …-agregó el juez Manfrin, visiblemente conmovido por la puesta en escena de unos y otros, sabiendo que el bien y el mal, hace rato, no están presentes en ese espacio donde, supuestamente, germinará un destello de justicia.

En todo caso, Don Hugo era una víctima más, como miles y miles que siguen esperando una nueva oportunidad en estos saqueados arrabales del universo.

 

Fuente: Presencia del autor de la nota en la audiencia del lunes 11 de diciembre de 2017 en el juicio a Los Monos, en el nuevo edificio de Justicia Penal de la ciudad de Rosario.