DE LAS  MILICIANAS A LA ACCIÓN CATÓLICA

Los nombres y hazañas de los hombres de la Guerra Civil son conocidos por el público general, pero el papel de la muerte en la contienda suele contemplarse desde una perspectiva parcial y simplista. Sus contribuciones, no obstantes, fueron vitales durante y después del conflicto.

Cuando pensamos en las mujeres y la Guerra Civil, nos vienen a la cabeza las fotografías de aquellas republicanas que, nada más estallar el conflicto, decidieron armarse y movilizarse al frente junto con sus compañeros. Así mismo, esta imagen es incompleta y no representa  del todo la auténtica realidad que vivieron tantas y tantas mujeres durante el mayor conflicto del siglo XX en la España dividida.

El papel de las mujeres, a menudo menospreciado, se ha basado en una perspectiva muy simplista de la bipolarización entre dos bandos, enfrentando a republicanas y franquistas como dos realidades homogéneas y contrapuestas. Nada más lejos de la realidad, en los dos bandos las experiencias fueron diversas, así como demandas políticas de las mujeres movilizadas. A igual que el resto de la  sociedad, con la radicalización política que se vivió durante los últimos años de la República, los discursos femeninos también se volvieron cada vez más contundentes y violentos.

                       MITOS «ROJOS»

«Las mujeres, sean de la condición que sean, son seres libres para elegir su destino» sentenciaba Dolores Ibárruri, también conocida como la Pasionaria. Famosa por el lema «No pasaran» se convirtió en un mito para parte de la sociedad española.

Fue la principal impulsora de la Asociación de Mujeres Antifascistas, entidad creada en 1933 y vinculada al Partido Comunista de España. Su contenido era más político que social, destacando la importancia del papel de la mujer fuera de los ámbitos del hogar, a favor de una participación más activa en la sociedad.

Debido al estallido de la guerra, sus funciones se centraron en la asistencia en los frentes de batalla y el auxilio de los combatientes llegando a contar con más de 50.000 miembros. De hecho, a pesar de la represión sufrida, continuó la colaboración en el extranjero con los maquis y mantuvo  su ayuda a los refugiados y a los presos en cárceles españolas. Su papel y relevancia política la llevaron de vuelta a España una vez instaurada la democracia, siendo escogida diputada del Congreso de los Diputados.

El papel de Federica Montseny, la primera mujer ministra de la historia española del siglo XX como ministra de Sanidad y Asistencia Social durante la Segunda República, fue indispensable para la creación de la Agrupación Mujeres Libres en abril de 1936. Fue una mujer con una vida repleta de aventuras. Escribió novelas exponiendo sus opiniones sobre la figura de la mujer emancipada, el rol clave de las mujeres en los procesos revolucionarios; se unió a la revolución anarquista en Cataluña, donde colaboraba en el abastecimiento de comida, además de participar en asambleas donde dirigía a las masas con energía, estilo propio y gran reputación. Durante la Guerra Civil, la asociación que lideraba construyó casas de acogida para los niños y comedores para embarazadas.

Además, organizó un listado de profesiones que pudieran ser ejercidas por personas con discapacidad, dando un papel relevante a una parte de la población que siempre había sido apartada.

                    ANGELES AZULES

«A nosotras no nos piden que tomemos las armas porque no sabríamos hacerlo ni tenemos valor para ello», afirmaba una circular escrita por la líder de la Sección Femenina, Pilar Primo de Rivera, hermana del Fundador de Falange Española.

Entendía que la conquista no solo debía ser física, sino también espiritual, tarea que solo las mujeres podían realizar, otorgándoles un protagonismo insólito. A pesar de que pregonaba la inmovilidad social de la mujer – que había de desarrollar su actividad dentro de los límites impuestos por los roles tradicionales de género -, debido a la situación bélica impulsó a las mujeres a participar en actividades formativas y de adoctrinamiento.

De este modo puso en marcha la creación de escuelas para niños huérfanos de guerra y cursos de formación agrícola para mujeres de campo, además de la creación de un cuerpo sanitario rural que trabajaba voluntariamente en los pueblos más necesitados para mejorar sus condiciones de vida. También impulsó la formación a las mujeres para desarrollar tareas artesanales, poniendo a su disposición materias primas y un mercado donde vender los productos.

En la organización asistencial tuvo una gran relevancia Mercedes Sáenz Bachiller, responsable de la institución Auxilio Social. Organizó un programa de ayuda y auxilio a los sectores más necesitados, sustentándose sobre estructuras benéficas ya existentes.

Pero, la beneficencia pública para entonces no era capaz de responder a las necesidades de la población, por lo que su gestión la convirtió en una asociación capaz de encargarse de la asistencia social de las zonas que los sublevados iban conquistando. Para entender el fulgurante éxito de su iniciativa, tan solo tres años después de su creación ya tenía en su haber más de 3000 centros que albergaban comedores de caridad, maternidad, asistencia infantil y almacenes de ropa para desamparados en la zona sublevada. Su organización no solo representó una ayuda benéfico-asistencial, sino que resultó ser un arma propagandística vital para hacer efectiva la fuerza franquista. Entendía el programa asistencial como un proyecto nacional, sin tener en cuenta ideologías, por lo que consiguió difundir una imagen benévola del régimen, permitiéndole ejercer un enorme control social sobre la población.

     (CONTINUARÁ)