La síntesis del poder

La muerte del juez de instrucción Carlos “el Negro” Triglia fue la consecuencia de unos de los primeros hechos de lawfere del tercer milenio pero en tierras santafesinas. Aunque figure como el resultado de un cáncer, sus últimos años de vida fueron el escenario en el que tuvo que defenderse de los ataques mediáticos, judiciales y empresariales que configuran gran parte del poder real santafesino, del PUS, del Partido Único Santafesino. Lo que sigue es el prólogo del libro que tuvimos la suerte de escribir y que a fines de 2021 será presentado frente al edificio de los tribunales rosarinos con el deseo que las nuevas camadas de abogadas, abogados y trabajadoras y trabajadores de prensa interpongan la ética y las convicciones a las órdenes patronales. Y también es el reconocimiento a un juez que siempre fue sensible a la realidad social santafesina.

Causa 1.280/2001

Imputado: Manzano, José Luis; Vila, Daniel Eduardo; Casero, Luis María; Micozzi, Silvio Marcelo.

Delito: Defraudación.

Víctima: Lagos, Carlos María Amadeo. Stuka SA.

Fecha de inicio: 17 – 12 -01.

A horas nada más del estallido social que generaron las políticas de ajustes del gobierno de Fernando De La Rúa, dejando un tendal de casi cuarenta personas asesinadas en las principales ciudades de la Argentina incluso antes de la declaración del estado de sitio, se iniciaba esa causa judicial que iba contra el corazón del poder de los multimedios, es decir la concentración de muchos medios de comunicación en pocas manos.

Era en Rosario, la ex ciudad obrera, portuaria, ferroviaria e industrial.

Desde 1997 el Grupo Uno, de los hermanos Vila y el ex ministro del Interior del menemismo, José Luis Manzano, había desembarcado en Rosario.

En este casi cuarto de siglo que separa el inicio de sus actividades al presente, el poder del consorcio aumentó de manera fenomenal.

Pero en aquellos días finales de 2001, un juez digno se animó a denunciarlos.

Carlos “el Negro” Triglia fue un juez de instrucción de la provincia de Santa Fe que se animó a denunciar, investigar y procesar a los empresarios de un multimedio que desde que llegó al territorio inició la era de la noticia obediente.

Solamente puede publicarse aquello que no afecte los negocios y las relaciones de los gerentes y del grupo.

Las trabajadoras y los trabajadores de prensa fueron las primeras víctimas con un crecimiento vertiginoso de enfermedades de las distintas formas de censuras explícitas o implícitas.

Pero es la sociedad santafesina en particular y la argentina en general las que deberán plantearse, de una buena vez, qué hacer con quiénes manipulan sus cabezas y sentimientos de acuerdo a los negocios de pocos, muy pocos.

Triglia murió de un cáncer pero su enfermedad estuvo agravada por la persecución empresarial, mediática y política del que fue blanco por haberse atrevido a investigar al denominado Grupo Uno – Vila – Manzano.

Era un juez que tenía el orgullo de haber sido un delegado sindical en una de las grandes fábricas del Gran Rosario en plena noche carnívora del terrorismo de estado y que, además, conocía la realidad existencial de las villas y los barrios de la región.

Estaba comprometido con lo social y por eso fue consecuente con el reclamo por mejores condiciones de detención para presas y presos en las comisarías y los penales de la provincia.

Su historia de vida pública sintetiza la metamorfosis de una región que era obrera, industrial, portuaria y ferroviaria en una geografía de servicios, lavado de dinero, negocios inmobiliarios y precarización laboral.

Semejante transformación tuvo episodios de tensión social muy marcados como en mayo de 1989 y diciembre de 2001.

Aquellos cimbronazos, consecuencia de políticas económicas que intentaban degenerar un modelo productivo en otro financiero y sostenido por el regreso a los años noventa del siglo diecinueve a través del extractivismo representado por el sojalismo exacerbado, tuvieron sus cambios simultáneos en el servicio público de justicia.

La colonización del estado al servicio de los grupos económicos nacionales y extranjeros pudo hacerse a través de la pedagogía cotidiana de la resignación que impulsaron los grandes multimedios.

La provincia de Santa Fe, una de las regiones más ricas de esta cada vez más frágil cápsula espacial llamada planeta Tierra, tiene a mediados de 2021, una fenomenal desigualdad: mientras las exportadoras facturan cientos de miles de pesos por minuto y no pagan ingresos brutos, hay 506 mil personas por debajo de la línea de la pobreza en el Gran Rosario y 212 mil personas empobrecidas en el Gran Santa Fe.

Aquella militancia gremial y social de Triglia de los años setenta no tiene ningún escenario parecido en el presente.

La precarización laboral llega a la mitad de la población económicamente activa y el crecimiento del narcotráfico, el contrabando de armas y otros delitos mafiosos no parecen ajenos a nichos de corrupción en la política, la justicia y los grandes medios de comunicación.

Por eso es fundamental destacar el trabajo de Triglia.

Especialmente para las nuevas generaciones de abogadas y abogados, de periodistas y militantes sociales y políticos que deben reconocer en su trayectoria una ética que los enamore para construir un presente con mayor justicia y equidad.

Enfrentar al poder económico, mediático y político tiene sus costos y Triglia lo sabía.

Pero fue fiel a su compromiso existencial.

El “caso” Triglia quizás fue el primer hecho de lawfare en la Argentina del tercer milenio.

Vayan estas líneas, entonces, como imprescindible revalorización de un juez que no quiso nunca mirar para otro lado.

Triglia forma parte no del pasado si no del futuro mejor donde sea posible que en el trono de la vida cotidiana esté la noble igualdad.