Este domingo asumió la presidencia Luis Arce, para los bolivianos, “Lucho”, ex ministro de economía de Evo Morales y candidato a la presidencia por el MAS en las últimas elecciones. Jurando gobernar para todos y todas y no para unos cuantos, jurando por la Pachamama y nuestros ancestros, el flamante presidente boliviano habló de lograr la paz para todos, de volver el país al estado previo al golpe militar que hizo añicos el superávit y todos los logros económicos de Evo durante sus presidencias. Con más del 55 % de los votos y con muchos más votos en los estados en donde la OEA diagnosticó fraude electoral en su momento, la voluntad popular boliviana dejó muy en claro que no estaba votando a Evo Morales Ayma sino que estaba votando al MAS (Movimiento al Socialismo) por llevar adelante un programa de gobierno coherente y consistente que estaba llevando al hermano país al desarrollo económico y que estaba logrando la redistribución de la riqueza con éxito (por algo le dieron un golpe militar), además de otorgar a los ciudadanos indígenas idénticos status y derechos que a los ciudadanos blancos.
Citando a Juan Carlos Mariátegui, “El Amauta”, en “Ideología y Política” (1928), “a Norteamérica, capitalista, plutocrática, imperialista, sólo es posible oponer una América Latina socialista, a ese socialismo se le puede agregar campesino, agrario, revolucionario, antiimperialista, etc. pero esta es la única forma.(….) En la competencia capitalista los países latinoamericanos están destinados a ser colonias exportadoras de materias primas.”
Si como bien dijo Evo “yo tardé más de 500 años en llegar acá”, al momento de inaugurar su presidencia empezó a gobernar para su gente, el campesinado indígena y los obreros y mineros que habían estado sojuzgados y ninguneados durante esos 500 años. El golpe de facto de Camacho y Áñez, aliados a los yanquis o por su orden, fue una reacción violenta, desmesurada, y el manotazo de ahogado de la clase blanca, racista y minoritaria que siempre gobernó Bolivia antes que Evo.
El gran logro del presidente aymará refugiado en Argentina durante el golpe de facto, ya que había orden de aniquilarlo, a él y a todos sus funcionarios y partidarios, fue elaborar una nueva constitución que incluyera a las más de 80 etnias indígenas y naciones indígenas que conforman el estado boliviano y que cada nación se autogobierne según sus propias costumbres (la mayoría se maneja con códigos consuetudinarios y no positivos ni escritos, los litigios judiciales se resuelven oralmente en cada comunidad).
Además de eso, la nacionalización y explotación de todos los recursos naturales, incluyendo la industrialización del litio, elemento base para el desarrollo de los países más tecnologizados del norte, fue lo que marcó y marca aún hoy, un principio de desarrollo para Bolivia, ya que tanto el gas como el cobre y el litio son elementos indispensables que los países del norte van a tener que comprarle. También, y esto hay que decirlo, este fue el motivo principal por el que los yanquis tumbaron su gobierno.
Siguiendo con los cambios constitucionales de fondo, las últimas elecciones en Chile no dejaron duda de que la mayoría de la población pide y quiere una Constitución nueva, muy diferente de la sancionada durante el gobierno pinochetista (también gobierno de facto) con más y mejor salud y educación para todos, planes de empleo y de vivienda para que la mayoría de la población acceda a un nivel de vida medianamente digno y humanamente básico.
El desmadro de la derecha en la república boliviana no fue tan diferente que en la república chilena: si los derechistas blancos fueron capaces de quemar whipalas, cortar trenzas, mear polleras y otras yerbas, los carabineros chilenos se lucieron por violar mujeres, arrancar ojos y masacrar travestis y niños. Piñera no se dio por aludido en ningún momento, Bachelet mucho menos, tanto, que hizo una denuncia por violaciones a los derechos humanos en contra de Venezuela y el gobierno de Maduro y no en contra del gobierno de su propio país.
Todo se hace, parece, según los designios del imperio yanqui, y, a pesar de que el imperio yanqui puede poner o sacar gobiernos en donde quiera cuando quiera, sobre todo si le interesa o necesita algún recurso natural del país del que se trate, como es el caso del litio en Bolivia, no le es tan fácil elegir presidente en su propio país, país que de democrático nunca tuvo nada, que tiene un sistema electoral más perverso que raro, diría, y donde, ya en cuatro ocasiones, fueron elegidos presidentes con menor cantidad de votos que sus contrincantes electorales (Trump es un ejemplo ya que sacó menos votos que Hilary Clinton).
De todos modos Trump, al mejor estilo KKK (que no es Kirchner, Kirchner, Kirchner, sino KU, KLUX, CLAN) dijo que él ganaba o ganaba, y es muy reacio todavía a aceptar su propia derrota (a pesar de que tiene todas las pruebas sobre la mesa y el mundo entero es testigo de eso). Habiendo judicializado las elecciones desde antes que terminaran por decir que eran fraudulentos los conteos de los votos realizados por correo (nunca votaron tanto en EEUU) y teniendo mayoría en la Corte Suprema de Justicia, todo está por verse. Biden resultó electo por mayoría, en algunos estados con muy poca diferencia de votos, pero es lo que se votó popularmente en el país del norte.
Si el diablo blanco acepta la voluntad popular en su propio país, si acepta el triunfo de los bolivianos en Bolivia (antes que nadie ganó el pueblo, el propio pueblo mestizo e indio, el que conforma la mayoría de la población boliviana) y si Piñera y otros aceptan los cambios constitucionales indispensables para el vecino país (es raro que Bachelet nunca haya planteado un cambio constitucional, tan progresista que era), está por verse.
El demonio tiene muchas formas y la derecha tiene multiplicidad de formas de encubrirse detrás de ideas supuestamente progresistas.
Los desmanes y exabruptos de las fuerzas de seguridad, que incluyen, sin lugar a dudas, muchos delitos penales, deberán ser juzgados por jueces probos en juicios justos en cada país en el que ocurrieron. Chile debiera de quedarse casi sin carabineros y los paramilitares derechistas bolivianos debieran pasar varios años en la cárcel. Todos sabemos que esto no va a pasar nunca pero, espero, que se juzgue a los culpables por todo lo sucedido como debiera de ser, con responsabilidad y dureza institucional. Un país que no respeta sus propias instituciones no puede llegar a ninguna parte…
El protagonismo dominante tanto de las mujeres como de los jóvenes, incluso niños, en Bolivia y en Chile en las protestas populares dan cuenta de que ni los niños ni las mujeres son ciudadanos de segunda, de tercera o de cuarta categoría, como siempre nos hizo creer el patriarcado instituido sino que siempre estuvieron y siempre estarán al frente de todas las luchas. Pase lo que pase.