«En una de mis vacaciones en la constelación de Libra, decidí pasar por el enorme planeta que mi tecnología reconocía fríamente como Gliese 581g, pero que los científicos-poetas bautizaron con cariño «Zarmina», y que los autóctonos llamaban y pronunciaban de cierta manera que la estructura de mi garganta me impide repetir.

«Su temperatura era ideal, teniendo en cuenta mi edad y mi salud; precisa recomendación de mi doctore, hace unos 20 años, el tiempo de mi recorrido hasta Zarmina.

«Una vez allí, como es natural, llama la atención de inmediato el largo y la cantidad de mis extremidades, y que estas tengan las suyas a su vez, por lo que se me interroga, a su modo, sabiendo yo de memoria tanto la pregunta como la respuesta a mi respuesta:

«-¿De dónde vienes? ¿Dónde nació y morirá tu alma?

-Del más vulgar y pequeño de los exoplanetas: La Tierra.

-¡Ah! ¡Maradona!»