Una fiscal de delitos dolosos sostuvo en la radio que había estado investigando el tema de las balaceras en la ciudad de Rosario y que los sicarios están cobrando entre 5000 y 7000 pesos por pasar frente a una casa o un auto y balearla, se estila más la casa. Para matar al “amenazado” de pasadita y en moto, los mismos ejecutantes cobran entre 7000 y 10.000 pesos, incluso pueden llegar a cobrar 15.000 por tirotear a alguien en específico, los precios varían según quién sea la persona a tirotear….
No sé qué tan depreciados están estos precios pero eso es lo que se cobra en Rosario, afirmó la fiscal, ignoro ampliamente los precios de otros lugares, o si tanta gente anda armada como sucede por aquí.
Las balas perdidas dejaron de ser una extrañeza, una cosa excepcional, para transformarse, de un tiempo a esta parte, en cosa de todos los días, sobre todo en determinados barrios de la ciudad. Muchos niños y/o adolescentes murieron o fueron heridos gravemente por pura casualidad porque todos sabemos que les niñeces poco o nada tienen que ver con los “ajustes de cuentas” que corren abiertamente entre los adultos que pertenecen a determinadas bandas enfrentadas entre sí y/o entre miembros de familias rotas, furia mediante, con grandes expedientes en los tribunales.
El caso de la mamá de 27 años con una beba en brazos acribillada (la bebé se salvó por milagro) y el de un entrenador físico que murió tiroteado por su ex mujer, marcaron la cúspide de una violencia entre miembros de ex-familias antes impensada (la mamá acribillada fue tiroteada por órdenes de su ex pareja porque le impedía la relación con la bebé, el entrenador físico porque no le dejaba ver la hija a su ex esposa).
Más allá de las traiciones y/o venganzas entre los miembros de las bandas de narcos, los conflictos sin resolver entre conocidos (ex amados podría decirse) parecen haber llegado al máximo límite: después de la muerte no hay nada para resolver.
Esto pone sobre la mesa lo que el Dr. Eugenio Zaffaroni sostuvo alguna vez considerando que los delitos, en su mayoría, son perpetrados entre conocidos y/o exintegrantes de las mismas familias, o grupos, en parte como venganza, en parte como un acto pedagógico para les víctimes y también para el resto (“conmigo no se metan”).
Son anecdóticas las riñas entre vecinos y muchas veces pasan de anecdóticas a tremendos crímenes que más que ajustes de cuentas suelen ser exabruptos potenciados. Lo cual reivindica la teoría freudiana de que lo contrario al amor no es el odio sino la indiferencia o la de alguna médica forense que sostuvo alguna vez que “hay que estar muy enamorado para clavarle tantas puñaladas”.
El negocio del crimen siempre existió, sobre todo asociado al narcotráfico, delitos de trata y de juego ilegal. No es de estos tiempos, es desde el inicio de la historia y desde el principio de la conformación de las sociedades, sean las sociedades que fueren. También, detrás del tema de “¿Quién controla al controlador?” esos delitos, en general, en su mayoría son conocidos por “tu amigo policía que te cuida de noche y de día” (sería mejor que no nos cuidaran tanto) y en general, los integrantes de “la fuerza” tienen algún convenio para nada inocente con los que perpetran los hechos.
Los llamados antes “delitos pasionales”, hoy feminicidios, del tipo del asesinato de Carolina Aló pasaron a ser no la excepción sino la regla. También, los llamados “femicidios en banda”, violaciones seguidas de muerte a una adolescente, entre un grupo de varones, del tipo del caso del crimen de María Soledad Morales ya pasaron a ser una costumbre relativamente practicada entre determinados grupos que ni siquiera hoy por hoy puede decirse que sean integrados por “señoritos bien”. La popularizacióndel uso de sustancias adictivas, democratizó también este tipo de crímenes: antes un sector mínimo de la sociedad, sector con poder y con dinero, podía acceder al uso de la cocaína o los ácidos, ahora cualquiera puede, con algo de dinero, comprar droga, intoxicar a una chica y “enfiestarla” hasta matarla.
El caso de Lucía Pérez, en Mar del Plata, pone sobre el tapete lo que sostengo, la torturaron hasta matarla dos o tres perejiles (ya no eran los parientes del gobernador), la sentencia fue bochornosa y vergonzosa para los jueces que la firmaron, quienes sostuvieron que “se mató porque quiso” (palabras más, palabras menos, sostuvieron eso) ya que era una adolescente que tenía la costumbre de drogarse y tener relaciones sexuales con gente apenas conocida. Es cierto que no fue el caso de María Soledad, que tiró abajo una dinastía familiar en una provincia muy feudal, ni que tampoco tuvieron a la monja Pelloni detrás (o delante) poniendo en jaque todos los sistemas de poder imperantes. La sentencia, en sí misma, fue un ejercicio patriarcal del poder.
El derecho de pernada (antigua costumbre de los señores feudales y los estancieros) ya dejó de ser un privilegio, parece, para transformarse en una costumbre lamentable. En Barrio Ludueña, en Rosario, violaron a una chica en su propia fiesta de 15. Esta costumbre lamentable es usual en países como Francia e Inglaterra: festejar los 15 con violaciones en banda. Las chinadas ya no son el privilegio de los criollos o españoles contra las indias, son ejercidas por los compañeros o conocidos de la víctima. De un delito que siempre fue de poder asimétrico ahora se pasó a un ejercicio del poder patriarcal en forma horizontal (son los pares los que violan y matan, no los superiores).
Se le dice línea de tiro a la línea trazada desde el caño del arma que apunta hasta el objetivo, sea cual fuere el objetivo: niños, mujeres, adolescentes o, en tiempos de Covid, también ancianos…
José Luis Cabezas disparó la cámara fotográfica para sacar la foto de Alfredo Yabrán y su esposa en las playas de Pinamar. Eso le costó la vida. Un juez de menores tiró a la prensa la escandalosa declaración “no queremos que los chicos salgan de los institutospara convertirse en los blancos móviles de la policía”.
Sea cual fuere el objetivo, sea cual fuere el tirador, las líneas de tiro son peligrosas, son una sentencia extrema contra la vida y contra todo su poder…