Mucho más allá de los resultados del Mundial de Qatar, es necesario repasar algunas jugadas que van más allá de la cancha chica del fútbol.

Gambetas de la dignidad humana ante la brutalidad de los negocios del sistema por más que sigan haciendo creer que las reglas de juego en la cancha grande de la realidad son eternas e inmodificables.

La historia humana empieza en Sumeria, dicen los textos clásicos.

En la medialuna de las tierras fértiles.

Allí se encontraron los primeros textos con escrituras cuneiformes y un poema épico de gran fuerza expresiva, la epopeya de Gilgamés y sus viajes a los infiernos, sus luchas, amistades, amores  y sus encuentros y desencuentros con diosas y dioses.

Pero miles de años después, los intereses de minorías y potencias extranjeras condenaron a una vida hostil a la población de aquellos sitios originales de la geografía humana.

Muy cerca de allí, en Irán, las cosas no fueron fáciles jamás para las grandes mayorías.

Durante la primera ronda del mundial, el capitán del seleccionado de Irán, Ehsan Hajsafi, tuvo un gesto atravesado de valentía.

John Carlin escribió al respecto: “Levanten la mano los que saben quién es Ehsan Hajsafi. ¿No? ¿Nadie? ¿Alguien, quizá, ahí atrás…? Bien. Ehsan Hajsafi juega como defensa para el AEK Atenas FC y es el capitán de la selección iraní de fútbol. No alzará la Copa del Mundo pero cuando termine el torneo nadie se habrá merecido más aplausos. El Mundial ya tiene campeón. De todas las figuras públicas que están allá en Qatar, Hajsafi es el más íntegro, el más admirable, el más valiente. Beckham es el más pusilánime, el más vacuo, el más hipócrita. Y eso que la competencia en Qatar hoy es feroz”, apuntó el cronista.

En Irán la policía mató a una mujer de solamente veintidós años por no vestir su hiyab, su velo. De acuerdo a los organismos internacionales, las mujeres asesinadas por las fuerzas de seguridad de la dictadura iraní suman más de trescientas y las detenciones superan las 16 mil.

En medio de semejante contexto, el capitán del seleccionado iraní, Ehsan Hajsafi sostuvo: “Antes de todo…quisiera expresar mis condolencias a todas las familias que han perdido a seres queridos en Irán. Deben saber que estamos con ellos…Nuestra gente no es feliz… Estamos aquí, pero eso no significa que no debamos ser su voz o que no debamos respetarles…Espero que las condiciones cambien para alcanzar las expectativas de la gente”. 

Un verdadero golazo el de Hajsafi.

Una gran gambeta de la dignidad a toda forma de violencia, censura y oscurantismo.

Una jugada que surgió de su inteligencia y sensibilidad pero que sintetiza el clamor de miles de personas de su país.

Y hubo algo más…

Antes de comenzar el partido contra Inglaterra, todo el plantel de la selección, respaldando con los hechos a su capitán, decidieron no cantar las estrofas del himno nacional iraní.

Nadie, en estos atribulados y saqueados arrabales del mundo, sabrá qué será del futuro mediato de Hajsafi y sus compañeros.

Sin embargo será necesario recordar estos gestos cargados de humanidad, rebeldía y, por lo tanto, de esperanza y dignidad.

Porque más allá de los negocios y negociados que siempre permite, impulsa y santifica la FIFA, la dignidad suele meter gambetas impensadas y que merecen figurar en la todavía no escrita Historia Universal de la Esperanza.

Hajsafi, el capitán del seleccionado iraní, hace rato que juega en la cancha grande de la realidad para el equipo de las mayorías.

Y es una buena noticia que habrá que recordar.

Fuente: Diario “Clarín”, 26 de noviembre de 2022.