Forma parte del gen de los argentinos (ese fabuloso ADN nacional que muchos todavía suspiran  por encontrar) la tendencia (sí, digámosle así, tendencia) de idolatrar a tal o cual según las vicisitudes propias de la coyuntura  sociohistórica de cada momento y de cada lugar… 

Así hemos padecido a grandes salvadores de la patria en los peores momentos de las grandes crisis por las que, constantemente (al igual que todos y cada uno de los países de la América Latina) indefectiblemente tuvimos y tenemos que pasar, en un momento o en otro, entre ellos, y por citar aquí algunos, a ojo de buen cubero, al innombrable de Anillaco, a Leopoldo Fortunato Galtieri cuando tuvo la “genial” idea de invadir  Malvinas (no todos fuimos a aplaudir a la plaza ni todos pensamos que los ingleses no iban a venir, eso es cierto, muchos padecimos con el horror en la garganta semejante espectáculo), al Diego cuando parecía que ese pibe (ese pibe solo, solito) iba a salvar a todo el país, sobre todo con cada gol que hacía, al infalible domador de reposeras que, lamentablemente, no todos votamos, pero ganó, a pesar de,y que tuvimos que sufrir. 

Soportamos las violencias de los diversos golpes de estado con los que las fuerzas armadas tomaron el poder, el peor, eso es cierto, fue el último, no sea cosa que se nos ocurriera a todos convertirnos en comunistas, o, mucho peor, en peronistas,  era muy importante que la mayoría de la población desistiera de eso, por tanto, había que exterminarlos.

El país se divide entre ricos y pobres, de eso no hay duda, pasa en todos, o casi todos  los países, salvo la isla de Guillén, en donde el gran poeta cantó a su gran lagarto verde, y en donde el Che, iluminado por tanta  poesía (como buen rosarino) supo armar la mejor revolución del mundo; así funciona el capitalismo, y punto, y el mismo capitalismo ya está prostituyendo a Cuba que ya no es la Cuba de antes, es otra Cuba.  Tampoco la Argentina es la misma: la clase media pasó a ser endemoniadamente pobre y los pobres estructurales están absolutamente desclasados del sistema, pasan a formar parte de él tan sólo cuando entran a la cárcel, con un número, o cuando entran a percibir un plan social, también con un número. El  empleo real, se perdió por el camino, las generaciones más jóvenes lo tienen ya asumido, changuean en lo que pueden, emigran, trabajan desde casa, o van rotando por diversos empleos.

Lejos estamos, muy lejos, la verdad, de la época en que Eva entregaba una máquina de coser, y con eso las madres solteras podían sostener el hogar, lejos estamos de cuando con un trabajo en la metalúrgica vivía toda una familia, y también ese empleo duraba toda la vida. Lejos estamos de la época en que la educación aseguraba un mejor puesto de trabajo, muchos profesionales, lamentablemente, deciden emigrar a los países desarrollados en donde “se vive mejor” y la universidad paga bien, sobre todo por la investigación científica universitaria.

Sin embargo seguimos con la funesta propensión,  propia de la argentinidad (que no tan sólo es el dulce de leche y la birome) de seguir buscando ídolos  100% para después ensalzarlos y para después, lamentablemente, bajarlos de un hondazo si no resisten la prueba… Entonces resulta que  Maradona  pasó de ser el mejor jugador del mundo a un violento y tremendo drogadicto, Charly es un pobre falopero también, no importa si toca como los dioses y compone mejor que nadie, Galtieri era un viejo milico borracho, que estaba en pedo cuando se le ocurrió lo que hizo, Favaloro era un suicida, Gardel era  medio muñeca quebrada, según dicen por ahí, Eva era un macho, a Néstor lo asesinaron y Cristina siempre estuvo loca (las fábulas antiperonistas que elucubran los gorilas no tienen ni principio ni fin y crecen hasta el infinito, con el aval de quien sea). 

Del amor al odio hay un pasito, decía papá Freud, entonces resulta que hay un abogado que después de ser robado por dos motochorros los persiguió y los embistió con la 4 x 4 y el tipo es un pobre tipo que hay que ver si es culpable (y dale que nos seguimos mintiendo) y muchos aplaudieron y vivaron el video que recorrió el mundo en donde un grupo de rosarinos linchaba abiertamente a un pobre pibe que un día se le ocurrió afanar una cartera (no hay nadie preso por el linchamiento de David Moreira). 

Lo contrario del amor, es la ignorancia, decía el mismo papá Freud (que es siempre el mismo y que es como Gardel, cada día piensa mejor) y entonces me duele decir y lo digo desde el centro del alma, que hay mucha gente (y es mucha, mucha) que ningunea abiertamente a los pobres, los estructurales, digo, los desclasados, ni los ve ni los oye, es más, hay gran parte de la población que piensa que hay que exterminarlos, así, lisa y llanamente, no importa si es un delito penal o si la Biblia o Jesús (que para mí es lo mismo)  dicen “No matarás”, piensan, directamente, que no tendrían que existir, o, peor, que hay que hacer algo para que no existan. 

Parece que muchos se olvidan que vinieron de gringos y gallegos analfabetos y muertos de hambre, parece que muchos se olvidan que hay un virus y que los pobres empleados de Falabella no tienen por qué soportar un montón de gente que viene a hacer negocios con la desgracia ajena (así funciona el capitalismo, digo, así nomás, siempre funcionó así).

Parece que después de haber sobrevivido al proceso militar (los que lo sobrevivimos) ya no existe la movilidad de clases sociales que siempre caracterizó a la Argentina, mucho menos la solidaridad , la empatía, el “ponerse en los zapatos del otro”, como si el otro fuera uno mismo, que es, calles más, calles menos, lo que realmente somos…  El ejército de odiadores, impulsados más y mejor por los principales medios, sostiene el pensamiento loco de “o él o yo”, y entra en un delirio en donde aniquilar al otro viene a ser, en ese tipo de pensamiento, un acto justiciero, no importa si afanó tres pesos o me rayó el auto…

Venimos a este mundo desnudos y nos vamos de él desnudos, y en el medio de eso, en esta superficie terrestre, no hay más nada, nada….