Resumen
La epidemia de gripe española en Argentina es una realidad olvidada, dado que por diversas razones hasta ahora no se ha tomado como objeto de investigación. Lo cierto es que esta epidemia formó parte de la realidad del país al generar una alta mortalidad y poner al desnudo la impotencia del Estado y de la élite médica frente a un fenómeno difícil de combatir. En este artículo pretendemos realizar un primer análisis de su incidencia, en términos de la mortalidad que provocó en cada una de las provincias argentinas y en el país en su totalidad; su avance por el territorio argentino; las razones de su caprichoso recorrido y las condiciones sociales y sanitarias de la población. Por último, hacemos una referencia a las políticas que se implementaron para combatirla y su impacto en términos políticos y sociales.
INTRODUCCIÓN
La epidemia de gripe A (H1N1) que ha despertado gran temor en el mundo a principios de nuestro siglo viene a ratificar una vieja enseñanza de algunos estudiosos de la problemática de la historia de la enfermedad en el mundo durante el siglo XX: «la gripe es la única enfermedad epidémica infecciosa que en los países tecnológicamente avanzados representa actualmente una amenaza comparable a la experimentada en siglos anteriores a causa de enfermedades tales como la peste y el tifus. Es decir que la gripe es la única enfermedad que puede volver a revivir fenómenos ya olvidados por la humanidad» (Mc Keown, 1976: 101).
En efecto, cuando apareció esta epidemia en Estados Unidos y México, y luego se extendió hacia otros países del mundo, incluido el sur de América Latina, comenzó a generarse el temor de las sociedades. Los Estados pusieron barreras para contener el ingreso de la enfermedad y se desató un proceso de discriminación hacia los habitantes de otros países afectados, en especial de México, donde se decía estaba el origen de esta enfermedad “exótica». Por otra parte, los medios de comunicación hicieron de esta dolencia su estrella cotidiana.
Sin embargo, estas reacciones sociales y estatales no son, de ninguna manera, fenómenos novedosos, sino que forman parte de una construcción histórica que se repite en el mundo cada vez que aparece una epidemia.
Entre los fenómenos históricos que han generado reacciones similares, destaca la pandemia de «gripe española» de 1918–1919, que también afectó a la Argentina. A pesar de que esta epidemia ha sido estudiada en muchos países de Europa y de América, ha despertado escaso interés en la historia social de la salud y la enfermedad en la Argentina. Tal vez su exiguo impacto en términos demográficos, especialmente en la región central, no llamó la atención de los historiadores argentinos como fue el caso de otras enfermedades (Carbonetti, 2009: 4).
La finalidad del artículo que se presenta es desarrollar un estudio del impacto de la epidemia de gripe española en Argentina en lo relativo a la incidencia epidemiológica, las condiciones sociales de la población y las políticas de salud que se implementaron. El trabajo se dividirá en tres partes. La primera se relaciona con su incidencia en términos de mortalidad en las provincias argentinas; posteriormente, se analizará su recorrido durante los años 1918–1919 y sus relaciones con las condiciones sociales y sanitarias, y por último, se describirán y analizarán las políticas de salud que se implementaron, para construir así un relato de la «epidemia olvidada» y sus aristas políticas, sociales y económicas.
Para la elaboración de este artículo se utilizaron las fuentes de carácter cuantitativo y cualitativo de los Anales del Departamento Nacional de Higiene de la Argentina, así como periódicos de amplio alcance, como La Nación, y algunas otras publicaciones, como la revista Caras y Caretas2.
LA INCIDENCIA DEMOGRÁFICA DE LA PANDEMIA DE GRIPE EN 1918–1919
En mayo y junio de 1918, los periódicos argentinos comenzaron a dar noticias sobre una extraña enfermedad que estaba haciendo estragos en España3. Se divulgó la explicación de que el desarrollo de esta dolencia era consecuencia de la insuficiencia de artículos alimenticios en la dieta española. El mismo periódico publicó la noticia de su propagación hacia otros países de Europa y a lugares alejados entre sí, como Dinamarca y Portugal4. Sin embargo, nada decía sobre el peligro que significaba para la salud de los habitantes de la Argentina la propagación de la pandemia hacia el sur del mundo. Y es que la sociedad argentina no se ocupaba de una enfermedad que se desarrollaba en los países europeos devastados por el hambre y la guerra. Era una realidad lejana, no sólo por la distancia, sino también por la creencia de que en este país había cierto grado de inmunidad por la mejor alimentación como consecuencia de la explotación de los recursos naturales.
La Argentina, a principios del siglo XX, se encontraba en pleno proceso productivo y las políticas de apertura de mercados, dentro de las cuales el país desempeñaba el papel de productor de materias primas impuesto por la élite dominante, habían dado resultado. La inmigración ultramarina alentada por este grupo se había desparramado por todo el territorio argentino, poniendo en producción gran parte de la tierra hasta ese momento improductiva; y la población crecía a niveles nunca vistos.
Pero a su vez, esa inmigración deseada también generó consecuencias negativas: un movimiento obrero que no era fácil disciplinar; delincuencia, desorden y problemas sanitarios y habitacionales en las grandes ciudades (Suriano, 2000: 1). Los aún larvados sectores medios de la sociedad, en gran parte formados por los hijos de los inmigrantes, estaban suscitando dos fenómenos de gran importancia para la sociedad argentina: la llegada, luego de veinte años de lucha, de la Unión Cívica Radical al gobierno de la Argentina y la Reforma Universitaria, que tuvo como epicentro la Universidad de Córdoba, y que generó cambios fundamentales en los estudios superiores argentinos y latinoamericanos.
Por lo tanto, esa pandemia que se producía al otro lado del océano Atlántico era un problema que poco importaba al Estado argentino, en un contexto donde eran otras enfermedades las que preocupaban a la sociedad y al gobierno, como la tuberculosis, la viruela, la peste bubónica, la sífilis. Sin embargo, la pandemia acabó por arribar al territorio, tal vez a través de los inmigrantes europeos que llegaban al país huyendo de la miseria y de la guerra.
Uno de los aspectos que llama la atención con respecto a esta enfermedad fue la denominación que se le dio por parte de las autoridades sanitarias y por los médicos en general: «grippe». Posiblemente esa doble «p» se haya constituido en un elemento diferenciador de la enfermedad que aparecía todos los años, menos devastadora y más recurrente que la «gripe española».
En octubre de 1918 se inició la epidemia en la Argentina y su puerta de ingreso fue el puerto de Buenos Aires. El impacto sobre la población fue dispar y se desarrolló en dos oleadas: la primera hacia fines del año 1918, cuando las provincias más afectadas fueron las de la región central y el litoral, y la cual, debido al momento en que se desarrolló, fue relativamente benigna. La segunda se produjo en el invierno de 1919 y afectó a todo el territorio nacional, impactando más fuertemente en términos de mortalidad en las regiones del norte, las provincias más pobres y atrasadas, para diseminarse posteriormente, aunque con mucha menor fuerza, por el centro del país.
La primera oleada generó una mortalidad relativamente baja, en las regiones más afectadas ocasionó 2 237 muertes. Este número no era habitual, ya que en 1917 la mortalidad por gripe había sido sólo de 319 casos. La segunda oleada, la del invierno de 1919, provocó 12 760 muertes. Es decir, entre 1917 y 1918 la mortalidad por gripe se multiplicó por siete, y entre 1918 y 1919 se multiplicó por cinco. Lo cierto es que la epidemia de gripe española dejó un saldo en las provincias argentinas de 14 997 muertes en 1919, la gripe se constituyó, junto a otras afecciones de carácter respiratorio, en una de las principales causas de muerte. En el cuadro 1 se puede apreciar el lugar ocupado por la gripe como causa de muerte entre 1917 y 1919 en relación con otras afecciones de carácter respiratorio.
La gripe pasó de provocar 0.7% de las muertes en 1917 a 4.3% en 1918 y a 20.7% en 1919, aunque es posible que hubiera una mayor mortalidad a partir de los casos no denunciados o de la confusión con otras enfermedades o asociación con algunas de éstas. La mayoría de las causas de muerte que en el año 1917 tenían preponderancia tendieron a bajar, en términos relativos, en 1919, salvo las afecciones cardíacas. Es posible pensar que la gripe española afectara a aquellos que sufrían de males cardiacos y, por lo tanto, que se haya asumido como causa principal de muerte a estos últimos. Lo mismo sucede con las afecciones bronco–pulmonares, un término genérico detrás del cual se engloban padecimientos como pulmonías y neumonías. Debemos tener en cuenta, además, que en principio se trataba, para la medicina, de una enfermedad desconocida. Esta situación parece revertirse hacia 1919, cuando los médicos tenían ya una mejor compresión de la patología a la cual se enfrentaban, y en consecuencia mayores posibilidades de diagnóstico, ya que la gripe creció entonces y todas las otras causas descendieron.
Estos porcentajes, no obstante, no alcanzan a determinar la importancia que tuvo la gripe en la mortalidad argentina en ese periodo, por lo que consideramos necesario elaborar tasas de mortalidad por provincia a fin de entender dónde se produjo el mayor impacto a lo largo de la etapa estudiada. En ese sentido, las tasas elaboradas a partir de las estadísticas del Departamento Nacional de Higiene permiten analizar y dimensionar su incidencia.
En el cuadro 2 se pueden apreciar las características que asumió la gripe en las provincias argentinas durante los dos años analizados: las provincias del centro y litoral argentino —Buenos Aires, Capital Federal, Córdoba, Corrientes, Entre Ríos y Santa Fe— y de la región de Cuyo —Mendoza y San Luis— multiplicaron su tasa de mortalidad entre 1918 y 1919 entre 2 y 6 veces. Paralelamente, las provincias del norte —Catamarca, Jujuy, La Rioja, Salta, Santiago del Estero, Tucumán y San Juan — multiplicaron su tasa de mortalidad entre 11 y 133 veces.
Llama la atención el caso salteño, donde se produjo una tasa de mortalidad muy elevada, al igual que en Jujuy. Es posible que estas poblaciones hayan estado bajo el impacto de otras epidemias que generaron un desgaste en los individuos, lo cual se tradujo en sobremortalidad, inclusive por encima de la de las otras provincias del norte.
El análisis de este cuadro nos permite realizar una doble apreciación: en primera instancia, el impacto de la epidemia de gripe fue mayor en 1919 que en 1918, y este último brote, a su vez, fue mayor en las provincias del norte argentino. Estos fenómenos pueden ser explicados a partir de tres hipótesis:
Factores ecológicos: la gripe española ingresó en Argentina en octubre de 1918 y permaneció hasta noviembre del mismo año, momento en el que el virus de la gripe no tenía las condiciones climáticas para reproducirse, más si se tiene en cuenta que la gripe ingresó por Buenos Aires, que se encuentra alejado de las provincias norteñas.
Factores sanitarios: los sistemas sanitarios de las provincias del norte no estaban preparados para combatir la enfermedad, mientras que las provincias del centro de la Argentina, especialmente la Capital Federal, contaban con mejores condiciones sanitarias.
Factores socioeconómicos: la mortalidad por gripe tendió a crecer mucho más en territorios donde las poblaciones tenían condiciones socioeconómicas críticas.
Ninguna de las tres hipótesis puede, por sí sola, explicar el comportamiento de la gripe, por lo que asumimos que debió haber una interacción entre diferentes factores. El caso brasileño permite apreciar que los factores ecológicos no fueron un impedimento en el desarrollo de la gripe, ya que ésta llegó al país más o menos en el mismo momento que a la Argentina (véase Bertucci, 2003 y Cruz de Souza, 2009), y produjo una alta mortalidad, especialmente en las ciudades. Por otra parte, la gripe es una enfermedad de muy difícil contención a través de factores de carácter sanitario, ya que se transmite por vía aérea y de humano a humano. Esta «facilidad» en la transmisión y el contacto conlleva a que los sistemas sanitarios tiendan a ser rebasados —como veremos más adelante— en cualquier lugar e independientemente de la política de combate a la enfermedad. Finalmente, las condiciones socioeconómicas tienden a ser un factor que permite generar una explicación acerca del desarrollo de la gripe, ya que los pobres tienen menos herramientas, tanto inmunológicas como sanitarias, para sobrevivir a la enfermedad en relación con los sectores sociales más acomodados. Desde esta perspectiva, la gripe tendería a atacar a todas las clases sociales por igual, pero impactaría en la mortalidad de los sectores más humildes.
LOS CAMINOS DE LA GRIPE EN EL TERRITORIO ARGENTINO
El análisis epidemiológico no puede completarse sin un estudio del recorrido de la gripe durante los dos años en que impactó a la población argentina. Consideramos de suma importancia este tipo de análisis para el entendimiento de los medios a través de los cuales el virus se desarrolló en las distintas regiones.
Para 1918, el principal medio de comunicación en la Argentina era el tren. El país contaba con un sistema ferroviario que había integrado a gran parte del territorio. Es posible que este medio de transporte haya sido uno de los factores fundamentales en la propagación de la gripe, más aún si tenemos en cuenta que, según el censo de 1914, el país estaba poco poblado y la población se encontraba distribuida de manera inequitativa. En algunas regiones había grandes extensiones de tierras deshabitadas o escasamente habitadas, lo que constituía un factor de impedimento del contagio. Sin embargo, el tren logró franquear las barreras que los territorios despoblados podían significar para la enfermedad, y la transportó a otras áreas.
Los Anales del Departamento Nacional de Higiene publicaron, entre otras cosas, una serie de mapas que nos permitirán emprender una descripción y un análisis del comportamiento de la epidemia de la gripe a lo largo de los años 1918 y 1919.
Los puntos negros en el mapa 1 indican las localidades afectadas durante octubre de 1918 y el sombreado las provincias que padecieron la acometida de la enfermedad en noviembre del mismo año. En el mapa se pueden apreciar tres tipos de textura: una más densa, que indica las provincias más atacadas; un sombreado grisáceo, las menos atacadas, y en blanco, las provincias que no fueron tocadas por la gripe. —situación explicada por las autoridades sanitarias argentinas como consecuencia de la existencia de otra enfermedad: el sarampión—.
Según observan los Anales del Departamento Nacional de Higiene:
[…] la gripe apareció en el país en la segunda quincena de octubre de 1918, no ha salido de Buenos Aires sino en noviembre del mismo año, para propagarse por el interior. Efectivamente, en noviembre, se la observa en casi todas las provincias, en algunas con mucha y en otras con poca intensidad, respetando su propagación las provincias de La Rioja, Catamarca, Salta y Jujuy, que se encontraban en plena epidemia sarampionosa.
El primer impacto, en octubre de 1918, fue exclusivamente en la provincia de Buenos Aires, y desde ahí la enfermedad se extendió hacia gran parte del país. Los principales distritos afectados fueron la Capital Federal, Buenos Aires, Entre Ríos, Corrientes, Córdoba y Mendoza, y en menor medida Santa Fe, Santiago del Estero, Tucumán, San Juan y San Luis. Sin embargo, la gripe no penetró en los territorios de La Rioja, Catamarca, Salta y Jujuy.
En este contexto, entonces, una posible explicación remite a que la enfermedad estaría determinada por factores eco–ambientales que no permitieron la difusión del virus más allá de las regiones cercanas a la ciudad de Buenos Aires, aparente punto de entrada de la gripe. Es posible que las altas temperaturas no permitieran el desarrollo de la enfermedad en un territorio que, como observamos anteriormente, no estaba muy densamente poblado, lo cual logró cortar la cadena epidemiológica. Esto diferenciaría a la Argentina de lo sucedido en Brasil, donde la epidemia se extendió por las grandes ciudades y provocó una importante cantidad de muertes (Bertolli (Filho), 1986)
El panorama epidemiológico de la gripe cambió en el invierno de 1919. En ese año hubo un rebrote que produjo, esta vez, una cantidad de muertes significativa en un periodo muy corto. En este caso también fueron determinantes los factores eco–ambientales, pues la gripe se desarrolló en invierno, un ambiente propicio potenciado por las condiciones de vida paupérrimas y las del sistema sanitario, con lo cual la población quedó a la merced del virus. El mapa 2 esquematiza el desarrollo de la enfermedad en el mes de mayo de 1919.
La mayor mortalidad, según el Departamento Nacional de Higiene, se dio en las provincias del norte argentino y en menor medida en las provincias del centro, es decir, los distritos que ingresaron más rápidamente en el esquema económico y social impuesto por la élite gobernante. Frente a este mapa cabría la siguiente hipótesis: las provincias atacadas en primer lugar serían aquellas que en 1918 no habían sido aún afectadas por la gripe y en las que se generó —en un contexto de grandes bolsones de pobreza y sin los anticuerpos necesarios— una alta mortalidad. Esto determinaría que, en términos de mortalidad, la gripe hubiese sido más grave en aquellas provincias y menor en las provincias centrales. En lo referido a la morbilidad, el panorama sería uniforme.
En el mes de julio la situación cambió, según los mapas confeccionados por la instancia mencionada. En esa fecha, prácticamente todas las provincias argentinas mostraban una alta mortalidad por gripe
Para entonces, la gripe se había desplazado desde las provincias del norte hacia el centro y la mortalidad comenzaría, en el mes de agosto, a reducirse en las provincias en las cuales la epidemia había sido más agresiva, como Catamarca, La Rioja, Jujuy y Corrientes, mientras que perduraría en Tucumán, Santiago del Estero y Salta.
En el mes de agosto la mortalidad seguiría disminuyendo en las diversas provincias; Salta, Tucumán y Corrientes, que habían comenzado con una alta mortalidad en el mes de mayo, tendían a reducirla. Sólo la población de Santiago del Estero continuaría sufriendo importantes defunciones por gripe, mientras que la mayor mortalidad se movería hacia la región de Cuyo y las provincias de Entre Ríos y Buenos Aires.
En septiembre de 1919 la epidemia había disminuido en todas las provincias, salvo en Santiago del Estero. A partir de ese momento, prácticamente desapareció de la Argentina.
Tras este seguimiento podemos, entonces, sostener una idea más clara acerca del camino recorrido por la gripe: su ingreso al país se dio por el puerto de la ciudad de Buenos Aires y en octubre de 1918 impactó en las provincias del litoral, con una arremetida más leve en el norte argentino. Sin embargo, hubo un rebrote en 1919 que comenzó con gran intensidad en las provincias del norte y que se caracterizó por una alta mortalidad, con tasas superiores a la media nacional, como sucedió en los casos de Salta, Jujuy, Catamarca, Tucumán y Santiago del Estero, donde la gripe perduró entre dos y tres meses.
A partir del mes de mayo el mayor impacto lo sufrieron las provincias del centro del país, como Santa Fe, Córdoba, Buenos Aires y Entre Ríos. En este caso, la mortalidad fue mucho menor, incluso por debajo de la media nacional, salvo en la provincia de Córdoba y en las provincias de Cuyo —Mendoza, San Luis y San Juan—, que no habían sufrido un impacto muy fuerte en 1918 y que en 1919 tuvieron tasas de mortalidad similares a las del norte argentino.
Este análisis sugiere que hubo un desplazamiento de sur a norte durante 1918 y de norte a sur en 1919: un camino caprichoso que, como veremos más adelante, estaría relacionado con los factores antes mencionados. Otro de los aspectos a destacar es la perdurabilidad de la gripe en las provincias del centro del país, paso obligado del transporte y el comercio. Se trata de las provincias de Córdoba, Tucumán y Santiago del Estero. Consideramos que esta perdurabilidad pudo haber estado vinculada, en la etapa invernal, a una constante alimentación de la cadena epidemiológica que tenía como factor el transporte.
El estudio del recorrido de la «gripe española» actualiza el análisis de los factores sociales que generaron este recorrido de la gripe. Consideramos que en 1918, a pesar del caso brasileño que contradice esta perspectiva, el factor eco–ambiental y el demográfico tuvieron un papel predominante. Esta hipótesis tiene asidero cuando se analiza el primer impacto de la epidemia en las provincias norteñas, donde no se produjeron demasiados casos de gripe. Por tanto, podemos pensar que estos dos factores no permitieron la continuidad de la cadena epidemiológica. No obstante, creemos que el incremento de la mortalidad en el nuevo escenario de 1919 en las provincias del norte se debió a condiciones socioeconómicas y de atención que terminaron por generar una mayor mortalidad en escaso tiempo, no así una morbilidad más grande.