¿ENBAUCADOR O ESPÍA?

Ante el relato de sorprendentes hechos-vistos anteriormente-, cabe preguntarse si la Salamanca de aquellos turbulentos  días se convirtió en escenario de otra contienda paralela a la Guerra Civil. En este caso; un enfrentamiento abierto entre alquimistas, brujos o magos -o el nombre que queramos darles- qué, por motivos ideológicos o espurios, pusieron sus supuestos conocimientos  ocultistas al servicio de los intereses de las distintas facciones que convivían en el bando sublevado.

Mientras se producían estos insólitos sucesos, el supuesto alquimista hindú se movió por la ciudad con absoluta libertad. Su presencia era habitual en las oficinas que dirigía Nicolás  Franco, a las que acudía para dar cuenta del avance de sus trabajos. Estos contactos periódicos también le facilitaron el acceso a información sobre la marcha de las operaciones militares desplegadas por el bando franquista, valiosos datos confidenciales de los que Hammaralt se encargó de tomar buena nota.

La llamativa presencia del supuesto alquimista en la capital salamantina no pasó desapercibida y llegó a oídos del almirante Wihelm Canaris, jefe del Abwehr, el servicio de  inteligencia militar de la Alemania nazi. Canaris se puso en contacto de inmediato con Franco para advertirle sobre los verdaderos motivos que habían guiado los pasos de Hammaralt hasta España. Viejo conocido de los agentes a las órdenes del astuto almirante, lo único que había estudiado fue química en las universidades alemanas antes de ser expulsado del país cuando se sospechó que podía ser un agente encubierto del M16, el servicio de inteligencia británico, con la misión de descubrir los secretos sobre las armas químicas que se sospechaba que poseía el III Reich.

De acuerdo con las órdenes de sus superiores en el M16, Hammaralt habría viajado hasta Salamanca con la intención de conocer más detalles sobre  los planes elaborados por los nazis para el uso de ese terrorífico arsenal. 

Debemos recordar que la Guerra Civil había convertido a España en un campo de pruebas donde las fuerzas alemanas pusieron a punto la maquinaria bélica que poco tiempo después asolaría toda Europa. Para obtener la información que había venido a buscar, el químico hindú elaboró hábilmente la historia sobre la fórmula de la piedra filosofal, invención que estaba seguro de que le facilitaría el acceso a un crédulo Nicolás Franco, receptivo a todas aquellas cuestiones referidas a temas herméticos y formas de hacer dinero rápido.

SIN DEJAR RASTRO

No podemos saber cuánto tiempo Hammaralt hubiera sido capaz de mantener su farsa pero, por increíble que pueda parecernos, el plan ideado por el supuesto químico hindú funcionó hasta que fue descubierto por Canaris. Hasta ese momento había conseguido ganarse la confianza de muchos responsables del Cuartel General, ninguno de los cuales  se atrevió a poner en duda la veracidad de los conocimientos del protegido de Nicolás Franco.

Tras descubrirse sus verdaderas intenciones, Hammaralt se esfumó sin dejar rastro. Tampoco quedó constancia de que sus experimentos alquímicos hubieran dado algún fruto. Su súbita desaparición sin testigos pudo  deberse a una  acción coordinada de agentes alemanes y franquistas, que  habrían el cualquier huella, o a la intervención de agentes del M16 infiltrados que habrían facilitado su huida fuera del país. De cualquier forma, la labor  de unos o de otros cumplió con éxito su objetivo y el nombre de Sarvapalli  Hammaralt se perdió para siempre en las brumas del pasado, ya fuera enterrado en una fosa anónima o bajo una nueva identidad nunca revelada. En todo caso, nunca más se volvió a saber de él.

La historia de Hammaralt podría parecer  fruto de la imaginación de un novelista con talento de no ser por el relato que sobre sus actividades en Salamanca  hizo  el periodista y escritor Ramón Garriga Alemany, -corresponsal en la Alemania nazi-, en las páginas de su libro: Nicolás Franco, el hermano brujo. A la hora de reconstruir el periplo de Hammaralt por España, Garriga se basó en su propia experiencia personal, en los testimonios proporcionados por los protagonistas de los hechos y en los datos aportados por Ángel Alcázar de Velasco. Novillero, destacado falangista, periodista y espía con buenos contactos en el Abwehr, Alcázar de Velasco tuvo conocimiento directo del plan trazado por el jefe nacional de Falange, Manuel Hedilla, con el apoyo de Serrallach, para  eliminar a sus enemigos, así como de la intervención posterior  de Hammaralt para desbaratarlo, tal y como recogió en sus obra: “Los siete días de Salamanca”.

PERFILES DE DOS PERSONAJES ENIGMATICOS

LA SOMBRA DEL HERMANO MAYOR

Aunque siempre estuvo al lado de su hermano pequeño, Nicolás Franco mantuvo un discreto segundo plano, alejado de las cámaras y del foco mediático. Oficial de la Armada con una sólida formación como ingeniero naval, al comienzo de la II República inició una carrera política que le llevó a ser nombrado director general de la Marina Mercante. 

Al estallar la Guerra Civil, sin duda fue uno de los artífices del rápido ascenso de su hermano para hacerse con el control de la sublevación y posteriormente con el poder absoluto. En la última fase de la contienda civil y en los primeros compases de la posguerra, desarrolló una intensa labor diplomática en busca de apoyos internacionales para el régimen liderado por su hermano.

En la década del año 50, se apartó de la vida política para concentrarse en numerosos proyectos empresariales de gran éxito económico, favorecidos en gran parte por la posición que ocupaba dentro del régimen. Nombrado procurador en Cortes, ocupó el cargo hasta su fallecimiento en abril de 1977.

CANARIS, EL AMIGO DE  FRANCO

La desconfiada personalidad de Francisco Franco hizo que no tuviera demasiados amigos a lo largo de su vida. Sin embargo,  en el reducido círculo de amistades y hombres de confianza puede incluirse al almirante Wihelm Canaris (1887 – 1945).

Durante la Gran Guerra, el alemán ejerció como apuesto y audaz  espía en España bajo la protección de la embajada alemana en Madrid. Fue en esa época cuando su dominio del idioma y don de gentes le permitieron entablar contacto con  personajes influyentes de la  vida política y económica del país,  amistades que posteriormente le serían muy útiles para establecer una red de agentes en la Península al comienzo de la II Guerra Mundial.

Acérrimo anticomunista,  también despreciaba a  Hitler, al que siempre consideró como un advenedizo desequilibrado que llevaría a su país al desastre. Convencido de  la derrota a corto plazo de Alemania,  su amistad con Franco – al que siempre admiró- le llevó a informarle de las intenciones nazis con respecto a España, información que resultó  muy  útil al dictador para contar con cierta ventaja.

Canaris  estuvo implicado  indirectamente en la Operación Valquiria, el plan para acabar con  Hitler y dar un golpe de Estado que apartase a los nazis del poder. Su silencio cómplice en la trama bastó para que fuera detenido y enviado al campo de concentración de  Flossenburg, donde fue ahorcado el 9 de  abril de 1945, pocos días antes de que llegasen las tropas norteamericanas. Cuando Franco conoció su  muerte, envió a la viuda del almirante una  fotografía suya dedicada y le concedió una pensión vitalicia del Gobierno español.

(continuará)