DOS ASESINATOS QUE PROVOCARON UN GOLPE DE ESTADO Y UNA GUERRA CIVIL (Epílogo segunda parte)

Mucha tinta ha corrido en la historia de un conflicto que se inició con dos asesinatos donde la cuestión fundamental fueron los  procesos ideológicos y fundamentalistas entre nacionalistas católicos y socialistas , las víctimas fueron el teniente de la Guardia de Asalto José del Castillo, miembro de la UMRA (Unión Militar Republicana Antifascista) que fue asesinado en julio del 36.

Es tos hechos y lo sucedido con Calvo Sotelo serían las excusas inmediatas de la Guerra Civil Española.

Pero, como  trasfondo de dos magnicidios políticos podríamos decir, que la libertad en la España  socialista era en una desavenencia social  muy pronunciada donde desde la misma Segunda República desde su inicio las corrupciones internas y las luchas de  facciones políticas fueron promovidas por  los mismos socialistas e inclusive los anarquistas ultra izquierdosos  que se transformaron en los odiados enemigos de los socialistas moderados  fueron los caminos de senderos diferentes que terminaría en  un conflicto de los avance nazi-fascista españoles enfilados en el Movimiento Falangista cuyo líder Antonio Primo de Rivera  será una victimas más de la España convulsionada de los años 30.

Pero volviendo a los asesinatos de un militar y un político representante de que hoy llamaríamos de la ultraderecha fueron las  mechas encendidas que dejando en España un sendero de terror y muerte de miles de individuos de bandos que se odiaban por los principios que ambos defendían.

El año de 1936 estaría marcado por la tragedia la cámara fue disuelta  por Alcalá-Zamora, se celebrarían elecciones para formar gobierno el resultado fue el triunfo de la izquierda  su presidente elegido fue Manuel Azaña en nuevo encargado de formar gobierno. Mientras tanto temiendo la previsible victoria de la izquierda Calvo Sotelo  vuelve a pedir a Franco que los militares se alcen antes de los comicios.

Por esa razón mis lectores yo hablo de dos asesinatos  que llevaron a un Golpe de Estado contra la República Española y una Guerra Civil, es decir, ese mes de Julio del 36 fue el comienzo de una tragedia que devoraría a sus propios hijos de una España dividida.

De esta forma con esta presentación sería el final de una historia casi novelesca de un episodio cuyas secuelas no cicatrizaron, las heridas están abiertas y en la España de este nuevo siglo XXI convulsionado y parafraciando a Eric Hoswann  es un «Nuevo siglo de la violencia» porque el germen de la pandemia ultraderechista sumado a los neonazis y fascistas sigue aumentando a nivel mundial y esto nos tiene que poner en alerta porque  el semillero de los Neos están surgiendo y  tomando terrenos para propagar una nueva Era de la oscuridad. Mis lectores espero  que esta segunda parte de mi artículo sea de su agrado  para Uds. y que sirva de conciencia colectiva  de que la historia  de la Violencia  y el terror no vuelva a sumergir a la humanidad como dije anteriormente en un nuevo Oscurantismo Medieval.

AMENAZAS AL TENIENTE CASTILLO  

No se ordena una investigación oficial de lo sucedido, lo que exacerba a los conservadores, que señalan a José del Castillo. Compañero de colegio de García Lorca en Granada y militar de carrera, entra en política en los años 30, influenciado por su amigo el teniente Fernando Condés.

Tras el entierro de Calvo-Sotelo, Castillo es amenazado y sufre varios intentos de asesinato. Aun así, se casa el 20 de mayo con su novia. El 12 de julio, después de dar un paseo, se dirige a pie al Cuartel de Pontejos, donde debe entrar para el turno noche. A pocos pasos de  su casa, es interceptado por varios pistoleros, que le abaten sin que pueda ni siquiera desenfundar su arma. La identidad de sus asesinos sigue siendo objeto de debate: para Paul Presston y Gabriel Jackson, eran falangistas, mientras que Gibson, en el citado libro, da el nombre de varios requetés.

El cadáver del militar es conducido a la Dirección General de Seguridad, donde se instalará la capilla ardiente. Al lado, en el Cuartel de Pontejos, sede de la Guardia de Asalto, llega la noticia y se despierta una oleada de indignación entre los compañeros de Castillo. Se acercan también amigos de Castillo como Condés – ahora en la Guardia Civil y al que ha avisado un primo suyo, cabo en la Guardia de Asalto – y militantes socialistas de «La  Motorizada», un milicia que se encargaba de hacer de guardaespaldas de Indalecio Prieto en los actos públicos y que era entrenada por Castillo y por Condés.

Varios, policías piden a Moles, responsable de seguridad, permiso para detener a  elementos falangistas, ya que dan por seguro que de esos círculos parten los asesinos. Moles acepta, siempre que se arreste a personas con antecedentes y sean conducidas ante la autoridad. De Pontejos parten varias potentes camionetas: están fabricadas por Hispano Suiza y cuenta con seis filas de asientos y ocho puertas. Se utilizan para que unos 20 guardias de asalto puedan llegar al lugar donde se produzcan disturbios, salir rápidamente del vehículo y sofocarlos.

LA CAMIONETA 17

Las camionetas parten con listas de personas a detener. Una de las últimas es la número 17. En el barullo, como enumera Gibson en su libro, este vehículo ha sido ocupado, por «10 o 12 guardias de asalto», además de «cuatro jóvenes socialistas  que fueron confundidos con guardias vestidos de paisanos». Al mando iba Condés.

Acuden  a casa de Gil-Robles, que se encuentra en Biarritz, y de Goicoechea, que  también está ausente. De modo que enfilan entonces a Velázquez 89, domicilio de Calvo Sotelo. Son, aproximadamente la tres de la mañana. La escolta del político, en el portal, deja pasar a Condés al mostrar su carné de de guardia civil. Este sube, seguido de varios guardias de asalto, y entran en el segundo piso, alegando un registro. Exigen entonces a Calvo Sotelo que le acompañe a la Dirección General de Seguridad. Él replica que tiene inmunidad parlamentaria pero, cuando Condés muestra  de nuevo su carné, accede. Diversas fuentes señalan  que ha  intentado comunicar  por teléfono, pero o lo han arrancado o lo han averiado. Se despide de su familia prometiendo que les llamará  en  cuanto llegue a su destino,  “a no ser que estos señores se me lleven para darme cuatro tiros””.

Todos los autores coinciden en que Calvo Sotelo sabía que era un objetivo. Sus contactos con los miembros de la Unión Militar Española, ante el golpe inminente que se preparaba, era bien conocido. Él se quejó de que no se sentía protegido por los escoltas que le habían proporcionado, sino espiado. Y solicitó el cambio. Además, sus amigos debían temer un atentado, porque le regalaron un coche Buick blindado e, incluso, le invitaron a una prueba de resistencia del blindaje.

Calvo Sotelo se sienta en el tercer departamento, en el banco cuarto de la camioneta 17, entre dos guardias. Detrás de él, los cuatros jóvenes socialistas. El vehículo arranca y, a unos 200-300 metros, en la misma calle de Velázquez, se oyen dos detonaciones. El político cae fulminado con dos balas en la nuca. El autor de los disparos es Luis Cuenca, que ha sido guardaespaldas en Cuba del dictador Machado, por lo que se lo conoce como `El Cubano’ y  ´El Pistolero´.

La camioneta se dirige  al cementerio del Este (hoy, de la Almudena)  y se deja el cadáver en el depósito, con explicaciones vagas a los sepultureros de guardia de que el muerto era un sereno  fallecido en la calle y que, al día siguiente, se proporcionaría la documentación pertinente.

Los rumores de la muerte de líder derechista  comienzan a correr. Al confirmarse, al mediodía, el estupor es inenarrable. Julián Zugazagoitia, editor del periódico  El Socialista, se entera por el propio Cuenca y musita: “Este atentado es la guerra”. Los diputados solicitan una sesión de Cortes pero, ante el miedo de que acudan armados y se disparen  en el hemiciclo, se suspende. No volverá a reunirse un Parlamento plural hasta 40 años después.

El velatorio de Calvo Sotelo,  en el propio cementerio, coincide con el entierro  del teniente Castillo, con nuevos incidentes y peleas que se prolongan durante el sepelio del político, con cinco muertos y 30 heridos.

Cuatros días después, comenzaba la Guerra Civil. Se han vertido ríos de tinta sobre si el asesinato espoleó un inicio. La inmensa mayoría de historiadores coincide  en que todo estaba listo para el alzamiento. Paul Preston recoge el testimonio de Dora Lennard, la profesora de inglés de Franco, que le ve “diez años más viejo” tras enterarse de la noticia de la muerte del político. Al acabar la lección, manda a su mujer y a su hija a un lugar seguro e inicia su periplo a Marruecos. Pronto va correr la sangre de nuevo.