EL PROTECTOR DE LOS NAZIS 

La historia es como un tribunal donde se juzga y se condena y la balanza de la justicia caerá en lo oscuro de los hechos de una historia olvidada.

Así es mis amigos lectores, esta historia es un trasfondo diabólico como fue el primer título que publiqué en realidad. Es una historia oscura y siniestra donde delincuentes de alta peligrosidad estuvieron entre nosotros durante los años cuarenta en adelante y diría que en nuestro país se enquisto un primer Cartel del odio y se llamaba NAZI con un jefe que manejaba los hilos de aquellos que colaboraron a lo largo de años con Cartel Nazi. Pero también debemos pensar que hubo un protector llamado Perón y atrás de él había apoyo financiero con empresas de renombre como así también activos financieros.

El Plan era perfecto, el espacio geográfico era gratificante. El Protector desplegó sus negocios junto a este primer Cartel -no de drogas-, sino de asesinos masivos junto a su líder Adolf Hitler. Además podría agregar que fue el puntapié inicial de un nazismo fuerte y con mucha respaldo de asesores financieros y otras yerbas.

En general esta introducción es para comenzar a entender que esta historia tiene otras historias, que hoy perduran a través de los grupos neonazis o los carteles del odio.

Alguien dijo uno vez: es una banda de Gánsters, esto resume todo el contenido de este nuevo capítulo.

COMO LLEGARON LOS CRIMINALES

«Se calcula que al terminar la guerra, entre 1945 y 1955 –Juan Domingo Perón asumió como presidente constitucional en 1946- ingresaron legalmente a Argentina unos 80.000 alemanes y austríacos. A ese número –que no contempla la gran cantidad de croatas ustashis, italianos fascistas, ni colaboracionistas provenientes de distintos países europeos- habría que agregar miles más que lo hicieron en forma fugitiva, con documentación falsa. Entre estos últimos, había criminales de guerra y fanáticos nazis, que fueron recibidos con los brazos abiertos por el gobierno de Buenos Aires, que impulsaba la inmigración alemana”, dice Abel Basti en un capítulo de su libro.

EL NUEVO CRESPÚSCULO DE LOS DIOSES

«La puesta de sol aquí… ¡es una maravilla», la frase se le atribuye a Adolf Hitler, quien la habría pronunciado frente a la laguna de Mar Chiquita

-La puesta de sol aquí… ¡es una maravilla!

Esa frase la habría dicho Hitler frente a la laguna Mar Chiquita, según el relato de uno de sus guardaespaldas. Según Basti, existen, además, fuertes versiones sobre presuntos encuentros entre el Hitler y Perón durante los años 40 en el Gran Hotel Viena. Cierta vez varios habitantes vieron llegar al pueblo unos Cadillac negros, que se dirigieron rápidamente hacia el Viena. Ese día, el hotel misteriosamente cerró sus puertas al público. La leyenda cuenta que Hitler arribó al hotel bajo un fuerte operativo de seguridad y se alojó en el VIP, desde donde se habría fascinado con la puesta de sol del atardecer.

LA ATLANTIDA NAZI BAJO LAS AGUAS CORDOBESA

“El lugar, luego de un breve esplendor, fue abandonado tras la Segunda Guerra Mundial en una ciudad que fue tragada por el agua a fines de 1970. El rumor que circuló en el pueblo fue que cada vez más criminales de guerra daban vueltas buscando refugio. Y se fascinaban cuando veían un hotel de estilo racionalista, algo que quedó trunco con el paso del tiempo, porque el hotel quedó en ruinas y recién fue abierto al público hace unos años con visitas guiadas tanto diurnas como nocturnas”, cuenta el investigador local Fernando Soto Roland.

El hotel sufrió la inundación que afectó a todo el pueblo. Hoy sus paredes lucen descascaradas y se hacen visitas guiadas donde se alimenta el misterio sobre la leyenda de haberse construido como refugio de nazis

Hoy apenas se entra al hall del Viena, una guía reparte un folleto que reza: “Gran Hotel Viena. Un misterio frente al mar. Museo de Sitio. Quizás mucho se ha hablado o escrito sobre la historia de este Gran Hotel. Y lo cierto es que, en medio del esplendor y el ocaso que protagonizó, en la actualidad sobreviven entre sus ruinas misterios, belleza, lujos. Y, por sobre todo, asombro.

UNA CONSTRUCCION PARA EL TERCER REICH

El hotel fue construido entre 1940 y 1945 con una tecnología de avanzada por la familia alemana Palkhe, accionistas de la compañía de acero Mannesmann –que durante la guerra fabricó los cañones de los tanques Panzer-, una de las más beneficiadas por el Tercer Reich

Las paredes descaradas, la humedad que forma mil figuras distintas a la luz de la interna: el Viena también es el escenario perfecto para la imaginación espectral, y reúne las herramientas narrativas para un relato típicamente gótico.

Entre la ficción y la realidad, el Viena tiene su propia historia. Todo comenzó en los albores de la Segunda Guerra Mundial. El hotel fue construido entre 1940 y 1945 con una tecnología de avanzada por la familia alemana Palkhe, accionistas de la compañía de acero Mannesmann –que durante la guerra fabricó los cañones de los tanques Panzer-, una de las más beneficiadas por el Tercer Reich.

Miramar, en ese entonces, tenía 1.600 habitantes y era furor por sus aguas curativas: los turistas la buscaban por sus propiedades de la sal y el barro de su espejo de agua salada de 6 mil kilómetros cuadrados: la quinta del mundo en extensión.

UNA INVERSION MISTERIOSA

La guía reparte un folleto que reza: “Gran Hotel Viena.

Ochenta y cuatro habitaciones, un ascensor, calefacción, aire acondicionado: elementos poco comunes para la época. Pero no sólo eso. El Viena era, verdaderamente, un pueblo dentro del pueblo. Se autoabastecía y prescindía del afuera: tenía banco, correo, central telefónica, lavandería, taller mecánico, una piscina, frigorífico, panadería y hasta servicios médicos.

El proyecto era colosal para esa zona y hasta parecía exagerado, dada la escasa cantidad de visitantes que llegaban a ese desolado y casi desconocido lugar de Argentina. En Colonia Müller, cerca de allí, se habilitó una pista de aterrizaje para avionetas y helicópteros.

“Era una cosa de otro mundo en un lugar perdido del noreste cordobés. La gente del pueblo siempre hablaba del allá y del aquí. Era una construcción lejana, distante. El hotel era una cosa aparte, siempre estuvo separado. Y además sólo era visitado por extranjeros: alemanes, austríacos, croatas”, dice Soto Roland.

De acuerdo a Abel Basti, los Palkhe invirtieron una cifra estimada en lo que hoy sería unos 25 millones de dólares para construir el hotel en ese alejado paraje, donde casualmente la familia Eichhorn –dueños del hotel El Edén y financistas de Hitler- también tenía propiedades. Se dice que esa cifra, en realidad, provenía de fondos del Tercer Reich especialmente destinados para dicha obra.

Los obreros que trabajaron en la construcción. El Viena era, verdaderamente, un pueblo dentro del pueblo. Se autoabastecía y prescindía del afuera: tenía banco, correo, central telefónica, lavandería, taller mecánico, una piscina, frigorífico, panadería y hasta servicios médicos

El jefe de seguridad, en efecto, también era alemán: Martín Kruegger, un hombre solitario que se paseaba entre los pisos de granito y los salones enormes. “Todos los que trabajaban en el Viena, cerca de 70 empleados, hablaban alemán o eran alemanas y justo en esa época, la Segunda Guerra Mundial. Es decir, el nexo con los nazis era evidente.”, dice Solo Roland. “Hay algunas publicaciones que aseguran que el Viena no sólo era visitado por turistas extranjeros sino que hospedó a refugiados que buscaban rehabilitación tras los años de guerra”, dice la guía Patricia Zárate a lo que Soto Roland agrega: “Si se nota cuándo empezó a ser construido y cuándo se cerró, todo coincide, año a año, con la Segunda Guerra Mundial. De 1938 a 1943 se construye el VIP, es decir, esa es la época del poderío alemán, del Tercer Reich. Del 43 al 45 se construye el sector de clase media asociado con una clínica, justo el momento de la batalla de Stalingrado, donde los nazis ya saben que van a perder. Se comenta que en esa zona muchos oficiales nazis fueron alojados ya en el debacle de su poder. ¿Funcionó el Viena, entonces, como hospital encubierto?”.