EPÍLOGO
El 20 de marzo de 2020, a horas de hacer el anuncio del primer aislamiento social preventivo y obligatorio, en la mesa del bar “Esquina Roca”, en Roca y Cochabamba, en la ciudad de Rosario, Carlos Argüelles me contó su historia en relación a Esteban Lindor Alvarado.
Varios años de trabajo en conjunto lo llevaron a denunciarlo ante la justicia. En ese momento me mostró un cuaderno con hojas escritas a manos y una lista de 37 personas que, según su entender, eran todas las víctimas del pasado y del futuro del narco empresario.
El 36 era él, el 37 era yo. En aquel momento los llamé a los entonces ministros de gobierno de Santa Fe, Esteban Borgonovo y de Seguridad, Marcelo Sain, para decirles que por favor cuidaran la vida de Argüelles que sería un testigo clave en contra de los negocios ilegales de Alvarado.
El 6 de septiembre de 2021, Argüelles fue asesinado en su propia casa.
Ese día sentí que tenía los boletos picados.
Que las bandas y pandillas que proliferan en la provincia y especialmente en la ciudad de Rosario sabían quién era y cómo me movía.
Rechacé cualquier tipo de seguridad especial porque es fundamental imitar a la gente común que en los barrios humildes soportan la violencia, las amenazas y las usurpaciones viviendo igual que siempre, intentando empatarle al fin de mes de la mejor manera posible y tragándose el miedo como pueden.
Con el andar de los días, otros integrantes de otras bandas nos pararon en la calle para decirnos cosas sobre las condiciones de detención de sus seres queridos, muchos de los cuales están presos justamente por narcotráfico o asesinatos ordenados o ejecutados. Una ratificación de lo dicho más arriba. Ellos nos conocen. Nosotros no. Pero nuestra suerte debe ser la misma que enfrentan y tienen las personas comunes.
Hacia 2013, después de haber denunciado por primera vez a través de los canales de televisión abiertos de la ciudad de Rosario quiénes eran las principales bandas narcos en la zona, un muchacho se acercó cuando esperaba a mis hijas a la salida de la escuela. Venía de parte de Luis Medina y me contó que durante un largo tiempo deliberaron si me mataban o no. Atiné a preguntarle qué habían decidido. Me respondió que solamente era un jetón y que al no meterme con el dinero de la banda, no había mayor problema pero que les había molestado aquella conferencia de prensa. Ese mismo año comenzó la sangría. El año 2013 nunca parece terminar en estos atribulados arrabales del mundo. El 26 de mayo lo mataron al Pájaro Cantero, el 11 de octubre balearon la casa del ex gobernador Antonio Bonfatti y el 29 de diciembre asesinaron a Justina Pérez Castelli y al propio Luis Medina.
Ocho años después, las crónicas policiales parecen resumir las consecuencias de un modelo económico que necesita más de lo ilegal que de lo legal.
El lavado de dinero, la fuga de capitales, la subfacturación de exportaciones, la sobrefacturación de importaciones, la evasión y la elusión, la colonización de los estados al servicio de empresas privadas, nacionales e internacionales, configuran un flujo de dinero igual o superior que lo legamente admitido.
La sangre derramada es la consecuencia de esos negocios que mueven millones y millones de dólares en todo el mundo.
Las fuentes gubernamentales más serias ratifican que las rutas de acceso del narcotráfico siguen siendo las mismas desde hace medio siglo: la ruta 11, la 34, los puertos y ciertas pistas clandestinas del norte provincial.
Las trayectorias de bandas como Los Monos y Alvarado parecen mostrar un giro de retorno al origen, a las extorsiones por medio de la violencia, entre otras cosas porque sus principales referentes están muertos o presos, aunque desde el interior de las prisiones, tal como sucede desde hace décadas en Brasil, pueden manejar los negocios de afuera.
Al profundizarse el capitalismo dependiente, se profundizan sus negocios ilegales y se degrada cada vez más rápido el concepto de la política entre los sectores mayoritarios.
A pesar de los boletos marcados, es imprescindible poner nombres y apellidos a los responsables del dolor en cualquier área de influencia, desde un barrio a un puerto, desde lo municipal a lo provincial y nacional.
Generar conciencia, construir conocimiento para no resignarnos.
Entre la ciénaga y las parábolas, la necesidad sigue siendo ser protagonistas a la hora de construir nuestros sueños para dejar de lado las pesadillas impuestas por minorías.
Carlos del Frade
Rosario, Santa Fe, febrero de 2022.