La furia mata. Eso se sabe.

Los movimientos grupales de odiadores  masivos matan mucho más.

En esta coyuntura tan “vintage”, está bueno, volver a ver, o al menos a recordar algunas cositas…

Como por ejemplo, entre otras “cositas”, la peli “Sostiene Pereira”, película brillante si las hay…

La película se basa en la novela homónima del escritor Antonio Tabucchi y narra la desabrida vida de un escritor viejo, a cargo del suplemento de cultura del Diario Lisboa, está situada en esa ciudad, en 1938, un año antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial.

El protagonista, interpretado por el genial actor Marcello Mastroianni, es un apolítico, interesado por la literatura pura, no le interesan demasiado las noticias, hasta que se topa (se puede decir que la película es la historia de un encuentro) con un escritor novel, joven, quien  quiere que le edite en el diario algunos escritos propios.

Estos escritos, a juzgar por el editor (ducho en el diario desde hace muchos años) son “impublicables”. Los escritos “impublicables” en realidad dejan al desnudo la verdad de los acontecimientos que se suceden en forma cotidiana, develando ante el público general el crecimiento y desarrollo del germen del fascismo.

A la vez, en un paralelo con estos “escritos impublicables”  que el joven periodista le lee al periodista viejo del diario, se suceden escenas cotidianas, en la calle; escenas que van aumentando en un “in crescendo de violencia, escenas a las que el viejo Pereira no les daba demasiada importancia, ni siquiera las veía cuando transitaba por las calles de la ciudad de Lisboa, ciudad que la película muestra maravillosamente.

Hacia el final de la película Pereira, viudo desde hace muchos años, solo, sin ningún proyecto de vida, en sus últimos años y sin ningún tipo de compromiso, ni social ni político; se consustancia con el escritor joven y termina no sólo ayudándolo sino también publicando en el diario una denuncia formidable que el muchacho había escrito antes de ser asesinado por grupos parapoliciales.

Mientras imprimen el diario y éste sale a la calle, Pereira huye de Lisboa hacia un destino incierto.

Hasta ahí esa película.

La serie televisiva “Babylon Berlin” y la película “El huevo de la serpiente”, narran y describen la misma época, el mismo lugar: la Alemania de los años ’20, la previa a la Alemania nazi, en donde el germen del fascismo, también, viene desarrollándose y creciendo lindo…

El libro “Mi lucha”, que Hitler escribe mientras está preso en esos años, antes de ser liberado y ganar la presidencia por elecciones democráticas por el nacionalsocialismo en 1933, narra, a manera de autobiografía una especie de delirio místico/genético.

Ese delirio terminó en la Segunda Guerra Mundial  y se llevó puestas la mayor cantidad de víctimas que la historia puede recordar.

Ya no nos quedan muchas esperanzas posibles en el país, mucha gente joven opta por Ezeiza, y en un horizonte desesperanzador no es casualidad que aparezcan estos especímenes furiosos.

El “Síndrome de Estocolmo” parece no ser exclusivo de los ciudadanos suecos.

Si los nadies cuestan menos que la bala que los mata, parece que muchos nadies desean fervientemente que los maten.

 Cuesta entender que en un país que ha producido muchos, muchísimos, profesionales del derecho, médicos, científicos de todo tipo, se elija, “democráticamente”, la opción antiderechos para todos.

 Volver a una opción paraestatal que creo que no tuvimos nunca, ni siquiera en la época en que fuimos colonia española es de una demencia por fuera de cualquier pronóstico.

La derecha rabiosa viene viniendo desde hace mucho, mucho tiempo, esto no es de ahora, no es gratis escuchar discursos de odio todo el tiempo en los medios más masivos, no es gratis un magnicidio que quedó impune. Nada, en suma, es gratis.

“El problema no es Milei, sino ustedes que le dan pelota,” pronosticó sabiamente Pepe Mujica. El tema es que el tipo se llevó puestos todos los votos, con una opción loca, en una soledad absoluta, sin plataforma, sin partido casi, sin trabajo territorial, sin gente…

El tipo encarna el odio de muchos hacia la clase política. La clase política, lejos de hacer un mea culpa, trata de descifrar lo ininteligible. Que una opción antiderechos gane en forma democrática la presidencia de un país es lamentable, en este país o en cualquier otro. No por nada tuvimos tantos gobiernos de facto, pero éste, lamentablemente, se eligió por voto popular.

En una sociedad que deviene cada vez más protofascista no es raro, es más, es pronosticable, que gane la opción más fascista…

Crímenes como el de Fernando Báez Sosa o como el de María Soledad Morales son la punta del iceberg de una sociedad que indudablemente deviene cada vez más podrida.

El futuro es una incógnita, como siempre…

Pero juro, aseguro, que nunca lo vislumbramos tan negro…