Las pandemias llevan gente, eso se sabe. En eso consiste el intríngulis de la pandemia. O del virus o bacteria que determina cada pandemia. Es su forma de funcionamiento.

Este año hubo varias bajas importantes en muchos niveles, sector salud, unos cuantos, arte y literatura unos cuantos más…

El 11 de setiembre pasado fue el Día del Maestro. De ahí el título de esta nota, rememorando la valiosa película de 1967 en donde el protagonista fue Sidney  Poitier. De ahí siguió una saga enorme de películas, en consonancia con la temática y el género que, siguiendo cada una sus propias variables, en el fondo, todas, son una alegoría y/o añoranza de la película original.  La taquillera “Fama” o “Los escritores de la libertad” siguen ese camino…

Paulo Freire, militante vitalicio de la educación democrática, no bancaria, no colonizadora, no violenta, autor único de la pedagogía de la liberación, andador incansable del sertón brasileño que dejó la vida alfabetizando a los campesinos  sin tierra, consideraba que: “la alfabetización implica una comprensión crítica de la realidad social, política y económica en la que se está alfabetizando” y que “educar no es transferir conocimiento sino lograr que el otro sea capaz de crear y recrear su propio saber”. En esa línea se pueden ubicar a de Sousa Santos (portugués radicado en Brasil) y Marcelo Valko, uno teoriza sobre la pedagogía de la descolonización, el otro sobre la pedagogía de la desmemoria.

La pedagogía de Freire es la antítesis de la pedagogía de Comenio, pedagogía en la que se basa el sistema educativo argentino, que tuvo su inicio en Sarmiento y sus maestras normales norteamericanas. Esta pedagogía es la bancaria, el educando como receptor, el educador como emisor y transmisor de conocimiento, la rígida disciplina, entre ellas el uniforme, el cabello recogido y etc. cuestiones que se agravaron notablemente durante toda la dictadura militar en todas las escuelas del país. Pedagogía basada en la “tabula rasa” en donde la mente del niño es un receptor sin contenidos propios  y en donde  todo lo que el maestro dice queda grabado a fuego. “Si no puedes educar al indio, entonces mátalo”, aseguraba Sarmiento, adalid de la educación argentina. En homenaje a su ¿¿célebre??  figura se conmemora el Día del Maestro en la fecha de su fallecimiento, cada 11 de setiembre.

No todos los maestros (¡¡gracias a Dios!!) son ni como Sarmiento ni como las maestras normalistas norteamericanas. Las hermanitas Cossettini, Olga y Leticia, trajeron luz y amor y toneladas de creatividad al acto educativo en sí mismo. Su proyecto de Escuela Activa, basada en la Escuela Nueva, permitió que cada niño explorara y estudiara la realidad que le interesaba aprehender. Nada que ver con el proyecto normalista (aclaro que soy egresada del Normal N° 2), que se basa en una enseñanza humanística y enciclopedística europeizante, sin dejar aflorar en el acto educativo los intereses propios de cada alumno.

Después pasó el tiempo y nacieron otras escuelas, las escuelas técnicas nacionales, ideales para el aprendizaje de las artes y los oficios de los chicos que sí o sí en la adolescencia tienen que salir a trabajar. Esas escuelas son las más valiosas, porque forman técnicos en cuestiones específicas, la mano de obra calificada para la industria y la construcción,

La escuela industrial de Buenos Aires fue inaugurada por Otto Krause durante el gobierno de Julio A. Roca en 1899.  Estaba destinada a obreros técnicos específicos. Durante 1946 en la primera presidencia de Perón se creó la Comisión Nacional de Escuelas Técnicas, pensada en formar obreros técnicos en áreas específicas para un país en desarrollo. En 1948, Perón crea la Universidad Obrera Nacional, actualmente Tecnológica,  con el objetivo de que esos obreros puedan estudiar carreras universitarias de tipo técnico. De ahí que tanto las escuelas técnicas como la universidad tecnológica en un principio tienen para cursar pura y exclusivamente los turnos vespertinos ya que se supone que todo el alumnado de día trabaja. Están pensadas para la clase trabajadora, si bien ahora, se han agregado turnos de mañana y de tarde, originariamente el cursado era nada más que vespertino.

    Como Belgrano fue un prócer honesto y demasiado ético y debe de ser justamente por eso que nadie se acuerda demasiado de él, incluso en esta ciudad, es imprescindible mencionar  aquí que las primeras escuelas de artes y oficios las fundó Belgrano: Belgrano fundó hacia 1796 la  escuela de comercio (la primera del país), de la que después se desprende la escuela industrial,  la escuela naval, escuelas agrícolas y de hilados, y la escuela de geometría y dibujo, de la que luego se desprenderían casi todas las escuelas de dibujo del país.

 Yo vengo de un pueblo muy chico en donde  a pesar de ser un pueblo muy de campo se valora  enormemente  la educación, sobre todo la posibilidad de poder educarse. Todos sabemos y supimos que muchos peones rurales o son analfabetos o a lo sumo tienen hasta segundo grado y todos sabemos (lamentablemente nos hemos enterado de eso desde siempre) que es muy fácil explotar a los pobres si encima de pobres también son analfabetos. Es muy fácil explotarlos y es muy fácil estafarlos por (llamémosla así) “la clase ilustrada”.  La escuela muchas veces queda muy lejos y para los chicos que viven en el campo, llegar hasta allí es una odisea larga…Aparte todos los chicos en el campo trabajan, todos, miente el que asegura que no… La asistencia y el aprendizaje son complicados y difíciles en esos ambientes…. Todavía me acuerdo del colectivo destartalado que llevaba todos los días los chicos de Labordeboy a Melincué para que pudieran cursar la secundaria porque en Labordeboy no había escuela media. Llegaban de milagro, asándose en un colectivo que andaba por una cuestión de fe, creo, y nada más. El colectivo lo pagaba la comuna y el sueldo del abnegado chofer que los llevaba, los esperaba y los traía de vuelta cada día de clases. Muchos chicos llegaban en sulky a la mañana a mi escuela y muchos amigos que eligieron la técnica de Colón, provincia de Buenos Aires iban y volvían a dedo a la ida y a la vuelta porque no había otra forma de ir…. Ir y volver de la escuela les llevaba todo el día…. Muchos tenían que levantarse a las 4 de la mañana para poder  llegar a horario…

Todavía me acuerdo de la Señorita Dora y la señorita María Elena, mis seños del jardín, cuando el jardín de infantes funcionaba en un anexo de la parroquia del pueblo, porque no había jardín estatal. El padre Gonzalo era un gordito simpático y mofletudo que siempre hacía muchos chistes y comía por demás.  Ahí me enseñaron a hacer palotes, a lavarme las manos antes de comer, a respetar al compañero y compartir, y, sobre todo, a que el último apaga la luz. Todavía voy a visitar a la señorita Dora que sigue dando clases en su casa, ya jubilada, a todos los chicos que necesitan el tan famoso “apoyo escolar”. Todavía voy cada vez que puedo de la Seño Myrtha (así, con y griega y hache en el medio) así como van a su casa todos los que fueron alumnos de ella (toneladas de gente somos, toneladas).

Nunca volví a la escuela secundaria. Una sola vez, cuando vinieron al salón de actos (enorme, por cierto) del Normal  2 los familiares y sobrevivientes de los desaparecidos de Ayotzinapa. En la época que yo cursé la secundaria ahí mismo era impensable que alguien pudiera pronunciar la palabra “desaparecido”. “Como cambiaron las épocas” llegué a reflexionar en ese momento y en ese lugar.

Conocí a Julián Usandizaga a los 18  años en la Escuela Provincial de Artes Visuales Manuel Belgrano de esta ciudad. La escuela fue fundada en 1941 tras un largo reclamo de los artistas de la ciudad para lograr una escuela de arte pública y gratuita con acceso democrático para todos. En esa época Julián era el más chinchudo y el más cascarrabias de todos los profes (aunque tengo que confesar que entre algunos se sacaban chispas al respecto). Era el año 1984. Retorno de la democracia. Alfonsín tomaba  la presidencia de un país devastado, saqueado y aterrorizado. La clase con Julián era algo así como la colimba. Nos retaba siempre, democráticamente, a todos por igual. Si no era por llegar tarde era por acomodar mal la hoja o porque el lápiz no servía o porque la idea no era buena… No lo tuve en Dibujo, en dibujo tuve a Maggy Lezama, lo tuve en una materia extraña que se llamaba Morfología y estudio del diseño…. Creo que la había inventado él la materia… Lo que aprendí con Julián en esa época no se me olvidó más…

Como la vida da muchas vueltas volví a ver a Julián, en su taller, ya pasando yo los 50… Era un chico travieso entrampado en un cuerpo de anciano… Los chascarrillos y los chistes, que hacía en forma continua, entremezclados con reflexiones muy serias y la educación sin par eran permanentes… En el taller de Julián se laburaba y se jodía a la par… sin dejar de hacer ninguna de las dos cosas… Era mérito del profesor, de nadie más… Tenía alumnos de cualquier edad y de cualquier nivel y para todos era Julián Usandizaga, el profe de Dibujo… Todos los que alguna vez dibujamos pasamos por su taller, no creo que ningún artista de esta ciudad no haya pasado por allí… Era un docente excelente y de una calidad humana sobresaliente y admirable…

Julián se fue este año, casi al mismo tiempo que Mele Bruniard, a la que también conocí, junto a Eduardo Serón, a quien sí tuve de profe en la tan amada Escuela Provincial de Artes Visuales Manuel Belgrano.

 Juro que  nunca se me hubiera ocurrido que iba a morir este año. A pesar de sus 80 años  largos Julián estaba bárbaro… Murió en forma sorpresiva y no de Covid 19, a pesar de… Le debía una última visita, le debía mi último libro, el Bestiario, nos debíamos una larga charla y unos buenos chistes con unos  ricos mates.

    Nos agarró la pandemia y la cuarentena y cada carancho en su rancho y bueh… pasó… Para él enseñar a dibujar y dibujar era un acto natural, casi como caminar…. Fue muy feliz haciendo las dos cosas. Fue un artista extraordinario que dejó una obra impresionante. En esta era virtual y ultra tecnologizada él dibujó, siempre, nada más que con lápices.

Nos quedó su presencia en cada trazo, en cada línea, en cada uno de los que fuimos sus alumnos…. Nos quedó su obra, monumental e irrepetible (me voló la cabeza la muestra sobre El Calibán en el Museo de la Memoria, creo que fue la última, curada por Rodolfo Perassi), su más tierno recuerdo y su alegría y felicidad sin límites…

Esta ciudad se debe un museo en su memoria, un museo en donde toda su obra, completa, pueda ser vista por los tantos y tantos que lo conocimos y por los que nunca lo conocieron….

 Gracias querido Julián, nos iremos viendo, paulatinamente, en la pampa de arriba, cuando ya este suelo diga basta y el tiempo de cada uno de nosotros se vaya acabando…