Fontanarrosa, Di María y el primer rosariazo
El viernes 20 de julio de 2007, miles de rosarinos despidieron a Roberto Fontanarrosa.
El jueves 19 de julio había piantado para la pampa de arriba.
El más argentino de los rosarinos. El más rosarino de los argentinos.
En la Real Academia de la Lengua Española de Madrid, flameó la camiseta de Central.
Esa mañana la ciudad estaba distinta.
Los hombros parecían más arriba que las cabezas.
La gente estaba triste.
El sol era más que tibio.
No había barullo en el centro ni en los bares.
Nadie quería que Fontanarrosa se muriera.
Era muy querido y muy querible.
En esa misma tarde del 19 de julio de 2007, el último crack surgido de las inferiores de Central le daba el pase a la final del Mundial Sub 20 a la Selección Argentina de fútbol.
Hizo un golazo fenomenal y fue la gran figura.
Como si su zurda, su figura chiquitita, tan parecida a los trazos del Negro, quisieran regalarle la mejor despedida a uno de los fanas más conocidos que tuvo Central.
Di María, en realidad, no volvería a jugar con la auriazul.
En el día de la despedida de Fontanarrosa, el pibe hijo de carboneros rosarinos le decía un chau de la mejor manera posible con aquel zurdazo contra los chilenos.
Pero también era la despedida de Angelito.
Fontanarrosa y el primer rosariazo
A principios del tercer milenio, después de diciembre de 2001, Roberto Fontanarrosa, el más rosarino de los argentinos y el más argentino de los rosarinos, nos recibió en su estudio muy cerquita de la Plaza Alberdi.
Le hicimos una entrevista para un programa de televisión de Santa Fe y le preguntamos por su inicio como dibujante de la tapa de la emblemática revista política periodística de Rosario, “Boom”, cuando le tocó hacer la portada que anunciaba las crónicas de los Rosariazos.
-¿Cómo era para vos aquella ciudad de 1969? – le preguntamos.
-Es un poco difícil hoy recordar cómo tomaba yo y cómo tomaba la ciudad ésa tapa. Lo concreto es que todo ese periodo de la revista Boom para mí fue muy importante tanto a nivel personal como profesional. Personal porque yo venía de no haber terminado la escuela secundaria, después de haber entrado en publicidades, de hacer un trabajo y hasta te diría una vida muy aislada y muy ajena a lo que ocurría alrededor mío. Entonces, significó encontrarme con un grupo de gente que obviamente tenía mucha información, que estaba muy pendiente de ésa información, que tenía otro grado de compromiso… Rodolfo Vinacua, “el negro” Ielpi, Juan Carlos Martínez, Esvend Segovia, “el gordo” Ceballos, Carlitos Saldi, etc.… que produjeron en mí un cambio que me llevó a darme cuenta que no se reducía todo a dibujar, a una página de historieta, a la publicidad o al fútbol.
Aquello fue para mí un descubrimiento, considerando los sucesos que se producen después, como el Rosariazo que obligaba a que uno se pusiera al tanto de lo que pasaba, al menos para saber por qué te iban a romper la cabeza por la calle. Por eso, para mí “Boom” fue desde todo punto de vista fundamental, incluso desde el aspecto técnico, desde el aspecto profesional. Fue como un descubrimiento de todo un entorno y de una profesión íntegramente en un grupo humano que se armó de casualidad pero que a la vista de los acontecimientos y con el tiempo transcurrido creo que hizo una revista que en definitiva quedó como emblemática de Rosario porque no se ha repetido ese fenómeno.
Para mí significó advertir que había una posibilidad de actividad fuera de la publicidad que era un rubro que en principio me había sido ajeno, me gustó y me gusta especialmente en el aspecto creativo porque en la publicidad se trabaja con una enorme cantidad de límites que te los da el producto por la necesidad de mostrarlo, de venderlo… En cambio, todo el aspecto editorial, a pesar de que uno tenía ciertas limitaciones que daba la directiva de la revista, encontré que elevaba mucho el techo de las posibilidades y me descubrí que era eso lo que me gustaba. Yo ya había advertido que podía ganarme la vida con el dibujo publicitario, pero esta parte editorial me atrajo y me gustó más.
-¿Qué diferencias encontrás entre aquel dibujante de ayer y esa ciudad del 69, con el presente?.
-Con respecto al dibujo, aparecieron muchísimas alternativas de cambio porque de chico quería hacer dibujo de historieta de aventura seria, no de humor, y empiezo a incursionar en el humor en publicidad haciendo tarjetas de Navidad o de Fin de año de tinte humorístico, pero no tenía un estilo propio en lo que significaba el dibujo de humor. Tal vez sí para la historieta, porque provenía de la línea de Hugo Pratt y algunos otros, pero en humor no.
Leía “Patoruzú” como leíamos todos, me fijaba en Quino, pero no copié a esos dibujantes… Por eso recuerdo que para los primeros dibujos de la revista “Boom” tuve que improvisar un estilo y le saqué un poco a Garaicoechea, le saqué un poco a Bataglia que dibujaba a “Don Pascual” en “Patoruzú” y armé una especie de perfil, que parecía un perfil de alambre, al punto que no lo firmaba Fontanarrosa porque era tan largo el apellido que gráficamente tenía más peso que el dibujo. Firmaba con mis iniciales R.A.F., después empecé a variar y a incorporar más elementos del dibujo para hacerlo un poco más complejo y de más peso, pero fue toda una época de cambios muy rápidos porque fue una investigación ya que no tenía práctica al respecto. Empecé a hacer la práctica sobre la publicación. En lo que refiere a aquella ciudad, uno tenía una relación en la infancia más barrial, a pesar de haber vivido en el centro toda mi infancia y adolescencia, en el edificio Dominicis, de Catamarca y Corrientes, pero aún así no había tantas medidas de seguridad que tomar… se dejaban las puertas abiertas, no se suponía que era una ciudad peligrosa…
Después, la cosa se revierte a puntos de tragedia con la dictadura militar, pero la ciudad y el país eran como más pequeños. No estaba la llegada masiva de los medios que nos conectan con todo el mundo, las noticias inmediatas de los sucesos fuera del país. Era todo más acotado o quizás yo vivía dentro de un mundo más acotado que se circunscribía al fútbol, al trabajo, a comprar revistas de historietas, ir cines cercanos a mi casa como el Imperial, Empire, Urquiza y todos los que estaban por ahí. La sensación era de una ciudad más pequeña y de un país más pequeño – recordaba el inolvidable Fontanarrosa.