(CONTINUACIÓN) 

Régimen de Vichy (Pierre Laval)

El resurgimiento político de Laval acaeció tras la derrota de Francia en junio de 1940: el nuevo Gobierno del mariscal Pétain necesitaba un político destacado del periodo de entreguerras para lograr que la Asamblea Nacional y el Senado aprobasen la abolición de la Constitución de 1875 y encargasen al mariscal la redacción de una nueva.​ Laval obtuvo el puesto e ingresó en el gabinete el 27 de junio, como vicepresidente del Gobierno.​ Como representante del mariscal, Laval logró su objetivo sin apenas oposición gracias al ambiente de derrota y deseo de cambio de la mayoría de los diputados y senadores y entre el 9 y el 11 de junio se puso fin a la Tercera República Francesa y Pétain obtuvo plenos poderes legislativos y ejecutivos.​

  En junio de 1940, Laval presionó a sus compañeros de la Asamblea Nacional para que el gobierno del presidente Paul Reynaud aceptara la victoria total de Alemania en la batalla de Francia y buscara un armisticio, mostrándose como un sincero partidario de la cooperación voluntaria con el III Reich y aprovechando el pesimismo del Consejo de Ministros y del Estado mayor del Ejército, dirigido por el general Maxime Weygand. En tal sentido apoyó totalmente al anciano mariscal Philippe Pétain en su decisión de ocupar el cargo de presidente del gobierno el 14 de junio de 1940, disolver la Asamblea Nacional y poner fin a la Tercera República Francesa, permaneciendo en Francia tras la victoria alemana y consiguiente ocupación de París.

De este modo Laval consiguió ser protagonista principal en el régimen títere de Vichy, en constante pugna con otros colaboracionistas pro alemanes, pero gozando de la confianza de los nazis al ser el político francés más útil en servir a los intereses alemanes. No obstante su escasa popularidad incluso dentro de los líderes del Régimen de Vichy, Laval fue nombrado presidente del Consejo de Ministros en julio de 1940 y se caracterizó por mostrar siempre una tenaz confianza en la victoria final de la Alemania nazi, siendo considerado por Hitler como el colaboracionista más eficaz dentro de Francia.

Las intrigas de otros colaboracionistas consiguieron apartar a Laval del poder en diciembre de 1940, cuando se formó un gabinete dirigido por el almirante François Darlan. Pronto fue evidente para los nazis la inexistencia de otro líder político semejante a Laval y dotado de similar eficacia en manejos administrativos, en tanto Darlan mostraba una abierta hostilidad contra Gran Bretaña y la URSS pero evitaba una colaboración total con los nazis en el grado que ansiaba Hitler. De hecho fue mediante presión alemana que Laval logró alcanzar la jefatura de gobierno de Vichy desde abril de 1942 hasta septiembre de 1944, a pesar de las reticencias de Pétain.

   Laval no defraudó la confianza de los nazis y colaboró lealmente en todas las exigencias hechas por el Tercer Reich, desde la persecución de los judíos residentes en Francia hasta la deportación de miles de obreros franceses a Alemania para trabajos forzados, junto con la implementación de diversas normas para colocar la industria francesa al servicio de las demandas militares alemanas en detrimento de la economía local. Ferviente antisemita, cooperó decididamente con las oficinas de deportación de la burocracia nazi dirigida por el arquitecto del Holocausto Adolf Eichmann.​ De igual forma auxilió y protegió a la Milicia francesa como herramienta de represión contra la Resistencia y como medio de ganarse la buena voluntad de los nazis en calidad de «luchador contra el judeo-bolchevismo». 

En 1943 Laval pronunció en la radio francesa un célebre discurso de la historia francesa que empezaba con las palabras «Yo deseo la victoria de Alemania, porque sin ello el bolchevismo se apoderaría de toda Europa». Tales palabras fueron utilizadas después de la guerra para medir su intenso grado de colaboracionismo con los nazis, aún en contra de los intereses de Francia, y fueron una de las principales pruebas utilizadas en el proceso que se le formuló.

Tras la Batalla de Normandía en junio de 1944, Laval intentó mantener en pie el régimen de Vichy confiando aún en el triunfo final alemán o al menos en una paz negociada, pero la veloz retirada de las tropas alemanas se lo impidió. Laval y el resto de dirigentes de la Francia de Vichy fueron llevados por tropas de la SS a la ciudad de Belfort, fronteriza con Suiza el 20 de agosto de 1944 pero ante el rápido avance aliado los colaboracionistas franceses fueron llevados casi de inmediato por la Gestapo a Alemania.

 Laval y sus colegas terminaron instalándose en el Castillo de Sigmaringen con el resto de los colaboracionistas franceses, en un remedo de gobierno francés llamado «Comisión gubernamental para la defensa de los intereses franceses en Alemania», desde septiembre de 1944. 

En mayo de 1945 las tropas estadounidenses toman Sigmaringen y advierten que los franceses capturados allí serían entregados a la Francia Libre. En ese momento, Laval pide al entonces ministro de exteriores de España, José Félix de Lequerica, que había conocido como embajador ante su gobierno en Vichy, su intervención ante Franco para obtener el asilo político. 

Laval, que llegó a Barcelona el 2 de mayo de 1945 en avión,[15]​ estuvo interno en el castillo de Montjuic junto a otros ministros de Vichy como Abel Bonnard y Maurice Gabolde.[16]​ La presión del Gobierno francés tuvo como efecto que Franco aceptara la repatriación de Laval, al contrario que la de otros colaboracionistas franceses exiliados en España.[17]​ Sería devuelto a Francia el 30 de julio de 1945 para ser juzgado. Encarcelado desde el día 1 de agosto, fue reclamado para declarar como testigo el día 3.​

Juicio y ejecución

El proceso de Laval empezó en París el 4 de octubre de 1945​ y se caracterizó por un estallido de furia popular —compartida por socialistas, gaullistas y casi todas las facciones de la Resistencia francesa—, al punto que los propios jueces condujeron el proceso bajo fuerte presión popular para condenarlo. Laval mantuvo su inocencia y antes de las sesiones del tribunal parecía convencido de que podría retomar su carrera política tras ser absuelto, si es que el juicio se desarrollaba con imparcialidad.

 No obstante, esta esperanza desapareció en Laval cuando el propio jurado acusatorio, establecido según la ley penal francesa, estallaba en furia y lo atacaba a gritos como culpable en medio de las sesiones, pidiendo inclusive el fusilamiento para el acusado, al punto que, en la audiencia del 6 de octubre, un jurado le increpó que «Francia ya lo había juzgado».

Laval se abstuvo de ejercer defensa a través de su abogado y de acudir a las sesiones del tribunal con la esperanza de dilatar el proceso y lograr la instalación de otro tribunal más adelante, acusando a los jueces de faltar a toda imparcialidad. Esa táctica no funcionó y el 9 de octubre, en ausencia, Laval fue condenado a muerte por traición. Fue fusilado en el patio de la cárcel de Fresnes el 15 de octubre de 1945.​

LOS NAZIS TRAIDORES AL FUHRER

Heinrich Himmler, el día que traicionó a Hitler y salvó la vida de su mujer y su hija

 Traicionó a Hitler y logró que su hija, que murió hace dos años, y su mujer sobrevivieran.

«Hoy estuvimos en un campo de concentración. Ha sido muy bonito», escribió el 22 de julio de 1941 en su diario Gudrun Himmler, hija del jefe de las SS y de la Gestapo, Heinrich Himmler, uno de los hombres más temidos y poderos del Tercer Reich. Gudrun se había quedado impresionada por los huertos de plantas aromáticas que había en aquel lugar, las flores silvestres, las abejas, el molino, y los cuadros que pintaban los prisioneros. «Comimos con papá y hubo regalos», dejó escrito la niña, que por entonces tenía 12 años. A Gudrun le gustaban los regalos. Por Navidad, el «tío Hitler» le enviaba figuras de porcelana producidas en una fábrica de las SS y ella devolvía la atención escribiendo cartas al frente y manualidades a los empleados de papá, a quien raramente veía.

 Cuando Himmler entendió que Alemania perdería la guerra, intentó poner a salvo a su mujer e hija, aunque ya había formado una segunda familia en Berlín. Ordenó a un comando de las SS recoger a Gudrun y su esposa oficial, Marga, en la residencia familiar en Baviera y conducirlas a Tirol. «Vamos a un sitito que debe permanecer secreto», escribió la niña el 19 de abril. Tres semanas después fueron detenidas por soldados estadounidenses y hechas prisioneras. El 23 de mayo, en cautiverio, Gudrun supo que su padre se había suicidado en un campo de prisioneros británico.

Los historiadores han reconstruido los últimos días de la vida de Himmler con fuentes de archivos occidentales. Todos coinciden en las maniobras de Himmler para salvarse, las circunstancias de su detención y su suicidio, del que ahora se cumplen 75 años.

Himmler buscó formas de obtener influencia política después de Hitler. A principios de 1945 ordenó que se detuviera parcialmente el exterminio en masa de los judíos e incluso comenzó negociaciones con representantes de varias organizaciones internacionales que ofrecían comprar decenas de miles de judíos húngaros. Y a espaldas del Führer buscó la paz con los aliados. Cuando Hitler, ya en los últimos días del Tercer Reich, se enteró de las negociaciones con el diplomático sueco Folke Bernadotte, entró en cólera. Himmler, desposeído de todos sus cargos, no podía regresar al búnker.

Recurrió al almirante Karl Dönitz, que sustituyó brevemente a Hitler como jefe del Estado en 1945, pero éste le dio la espalda. Sólo le quedaba huir. Se vistió de civil, se vendó un ojo y caminó durante dos semanas por el norte de Alemania, junto con sus ayudantes Macher y Grothmann. Portaba documentación falsa, la del militar de la Gestapo que ejecutó a Heinrich Hitzinger, con el que guardaba cierto parecido, y para un «caso extremo», una ampolla con cianuro.

(CONTINUARÁ)