A propósito de los 37 años de “El Vecino”

Apenas arrancaba la democracia y en la zona norte, el querido Carlos “el Turco” Galli comenzaba con una revista que parecía tener el destino de tantas buenas publicaciones que a lo largo del tiempo fueron fagocitadas por la mezquindad de muchos sectores que miran extasiados a Buenos Aires en lugar de invertir en lo propio y cercano.

Como alguna vez nos dijo Fontanarrosa: “Qué “New York Times” ni esas cosas, acá el fenómeno editorial es “El Vecino””. Tenía razón. Tiene razón.

Si sobrevivir en la Argentina es toda una cuestión que una revista rosarina lo haya hecho, gambeteando hiperinflaciones, saqueos, 2001 y capitalismo exacerbado y macrismo, es un mérito extraordinario.

Porque además lo hace con una fenomenal amplitud ideológica, tolerancia y visión democrática, aquella racionalidad que se construyó colectivamente a partir de 1983 y que hoy está amenazada ante tanto avance de la irracionalidad y derechas varias, más o menos violentas.

Rosario debería celebrar los 37 años de “El Vecino” porque son muy pocos los proyectos comunicacionales con auténtico corazón rosarino que nunca se vendió a los espejitos de colores ni tampoco resignó valores.

La revista es una actriz comprometida de la metamorfosis de la ciudad que dejó ser obrera, industrial, portuaria y ferroviaria para convertirse en una geografía de servicios, lavado de dinero y con medios de comunicación masivos subordinados a los mandamientos de la mediocridad porteña, expresión brutal del país unitario que somos.

Siempre hay lugar en las páginas de “El Vecino” para celebrar la valentía de la palabra que se dice cuando no puede escribirse en otros sitios.

Siempre hay lugar en las páginas de “El Vecino” para expresar el arte popular, tan resistente como la revista.

Por eso celebramos los 37 años de “El Vecino”, por su apuesta cotidiana a la construcción de una sociedad democrática y con pluralismo de voces, banderas irrenunciables desde el número uno.

Gracias “Turco” querido, gracias cada una de las personas que desde hace 37 años hacen posible una de las más luminosas experiencias editoriales de la Argentina.

Un privilegio formar parte de esta historia.

Esta historia que, insisto, Rosario debería celebrar como corresponde.