Por Carlos Eduardo Galli (director)

Esta Argentina duele. La escenografía cotidiana nos devuelve imágenes impensadas hace unas décadas atrás.  No hace falta remontarse a tiempos inmemoriales para cuantificar el deterioro que hemos sufrido como sociedad.

Vale detenerse un instante. Hay un sustantivo femenino que circula con asiduidad en boca de los argentinos: grieta. Entre sus sinónimos figuran: cuarteadura, hendidura, rajadura, resquebrajamiento. Y por extensión, divergencia o desacuerdo de opiniones que divide un grupo o institución en bandos.

La grieta no es un término novedoso, por el contrario se remonta si revisamos la historia con cierta rigurosidad, a nuestros orígenes.

Sin embargo, fue durante el gobierno anterior que el vocablo adquirió un uso cuasi cotidiano para diferenciar a quienes presumiblemente ostentaban un modelo de inclusión, nacional y popular y a quienes por distintas razones e intereses disentían con la proclama.

La disonancia podría, a riesgo de las interpretaciones que haga cada cual, a dividirse en tres, cada uno correspondiente a cada período gubernamental en el que se sucedió  el kirchnerismo. La primer etapa de Néstor Kirchner, la más valorada por buena parte de la sociedad. La segunda ejercida por su esposa Cristina Fernández,  segunda parte donde se acentuaban rispideces que no impidieron su reelección con el 54% de los votos. Todo marchaba bien para el   ex oficialismo, por entonces.

Punto de inflexión. A partir del tercer mandato la grieta se afianzó sin admitir ningún tipo de reflexión que proponga otra mirada.

La riña fue acreciendo, en los medios, en los bares, en reuniones familiares, entre amigos y se viralizó en las redes donde una troupe de puteadores seriales se descalificaban desde el anonimato en una u otra dirección. No se reconocieron aciertos y errores.

Las  urnas decidieron  la contienda. Mauricio Macri-impensado años atrás- luego de un apretado final al que arribó el ballotage, sepultaba la continuidad del FPV, que encabezaba Daniel Scioli, convirtiéndose en el primer presidente que enarbolando las banderas del liberalismo era ungido por el voto popular. ¿Por qué? Una discusión aún no saldada, fundamentalmente dentro de las huestes kirchneristas.

A quince meses de haber comenzado la gestión, la realidad nos devuelve una crisis, que no nació ahora, pero se agravó.

Este presente conlleva una larga cadena de responsabilidades, desde la última dictadura a estos días.  Pobreza extrema, 33% de los argentinos son pobres, entre 28 y 29%, fue el cierre anterior. Triste.

En esta Argentina agrietada, no solo en dos partes, -son muchas más- cunde la bronca y el enojo.

Es que las primeras medidas del nuevo gobierno, enviaron señales rápidas para el campo y la minería, mientras  los trabajadores, capas medias y los de abajo no han recibido el mismo tratamiento. Por ende las voces se hacen sentir ante los tarifazos, despidos, Pymes en situación crítica, reducción significativa del consumo dentro de un clima tenso.

Marchas, cortes de ruta, escraches que van de Macri a Scioli, paro impactante de la CGT, más allá de un final que remite a viejas épocas. Paro docente y una multitud de mujeres en su día, colmando las calles, para afianzar derechos, conforman un escenario para nada halagüeño, de cara al futuro.

Para colmo año electoral, teñido de acusaciones, escuchas, procesamientos y bastante hipocresía.

Pero detrás de la macro política subyace un país que padece y necesita para vislumbrar otro presente, que nuestra dirigencia se deje de joder. Se entiende. A nosotros como sociedad  saber separar la paja del trigo. No todo es lo mismo.Todo un aprendizaje.

No podemos resignarnos a vivir sin ley: atravesados por la corrupción de alta gama, pibes que mueren por dos mangos sin avizorar algún futuro, el narcotráfico incrustado a lo largo y ancho del país, inseguridad cotidiana, viejos olvidados, femicidios, accidentes viales evitables o recitales y fiestas electrónicas que devoran jóvenes vidas. Y más…mucho más .Complete amigo lector.

No es el 2001, y es nocivo prenderse a visiones apocalípticas.

Seguro que hay salida. Debemos ser capaces de construirla como sociedad. No se puede admitir que las cosas son como son y no hacer nada para cambiarlas.

Se necesitan nuevos actores, sumados a los buenos que escasean pero los hay,  rebeldía sana contra una moral decadente.  Necesitamos pensar, escucharnos, reflexionar,  generar nuevas ideas para promover debates plurales, aún en el disenso. Nada de agachar la cabeza, nada de conformismo. Las elecciones son solo un paso…ah…no son nacionales son legislativas. Guarda!

Final. La espléndida tapa de El Tomi, el merecido homenaje a un imprescindible como Don Osvaldo Bayer. De pie. El último 18 de febrero cumplió 90 años, el mismo día, vaya paradoja que Chiquita Legrand.

Bayer, un ejemplo a imitar, un patriota.