Desde los Rosariazos de 1969, el movimiento obrero, estudiantil y social del sur de la provincia de Santa Fe se ha caracterizado por sintetizar las consecuencias de la concentración y extranjerización de riquezas en pocas manos.

Más de medio siglo después, la piel de la región tendrá una nueva movilización pero el sentido de la misma genera un color diferente, una densidad distinta.

-No nos vamos a salvar solos. No somos solamente los gremios o los movimientos sociales. Es la sociedad en su conjunto la que está harta de padecer la inseguridad…debemos salir a la calle porque no se encuentran respuestas de parte de quienes deben cuidarnos – dijo la dirigencia social y sindical en su conjunto convocando para el jueves 22 de junio a un paro de actividades por la violencia en Rosario.

La idea central es protestar por la ola de inseguridad que golpea a la ciudad y que en las últimas semanas tuvo como blanco a escuelas, clubes de barrio y hasta iglesias.

La medida tiene la dimensión de un hecho político tristemente original por el motivo que la genera.

La muerte desbocada en la otrora capital del cordón industrial más importante de América del Sur después de San Pablo es un dolor que se siente en todo el mapa rosarino pero mucho más en los barrios estragados donde las bandas narcopoliciales discuten la posesión del territorio.

Pero más allá de los homicidios que durante el año 2022 sumaron nada menos de 288, hay otra cifra que trepó al territorio de las noticias en las últimas semanas y que merece una mirada muy profunda sobre lo que realmente sucede en esta geografía.

Entre 2020 y 2022, el Ministerio Público de la Acusación (MPA) relevó que el número de suicidios se duplicó: de 232 casos a 460. Un dato que corresponde no sólo a Rosario, sino a las localidades aledañas que corresponden de la llamada segunda circunscripción de la provincia de Santa Fe y que, señalan desde la Dirección de Salud Mental de la provincia, debe leerse en el contexto de «una problemática compleja que se da a nivel mundial y que Santa Fe viene trabajando a través de diferentes estrategias específicas junto con Nación», señaló la directora, Celina Pochettino, en declaraciones periodísticas.

La funcionaria detalló que entre 2019 y 2022 la demanda por crisis subjetivas en las guardias de efectores públicos también se duplicó; así como la atención de los padecimientos de salud mental en menores tuvo un incremento que alcanzó el 300 por ciento y la dispensa de psicofármacos para tratamientos ambulatorios también creció en un 67 por ciento a través del primer nivel de atención.

Los datos que dan cuenta del incremento de los suicidios en Rosario y las localidades de los alrededores, que van desde Roldán, al oeste, hasta Fighiera, al sur, fueron registrados en los últimos tres años por el MPA, que relevó 232 casos en 2020, 314 ya en 2021 y un salto a 460 fallecimientos sin intervención de terceros para 2022.

Ese número es brutal: hay más suicidios que asesinatos en el Gran Rosario.

Una estadística que es mucho más que una cifra.

Es imprescindible pensar en el presente de mucha gente que dejó de encontrarle un sentido a la existencia.

Por eso la convocatoria del pasado jueves 22 de junio debería conmover las fibras íntimas de una sociedad que hace rato está atravesada de la falta de un sentido vital, un mínimo deseo que se exprese en un proyecto que dibuje algo parecido al futuro cuando se piensa en el hoy y en el mañana.

Quizás haya explicaciones racionales que al momento de escribir estas líneas no son públicas pero que haya más gente que se suicida que homicidios en la amada geografía rosarina es una toma de conciencia que conmociona y obliga a producir sentidos existenciales que hoy no están.

Fuente: “La Capital”, domingo 11 de junio de 2023 y “Rosario/12”, del sábado 17 de junio de 2023.