El virus del Covid 19 que aparecía en un principio, como inimaginable que llegara hasta estos lares, llegó y cómo llegó… Como en el resto de los lugares del mundo, fue avanzando, de a poquito y por Ezeiza, sin prisa pero sin pausa, como dijo mi difunto padre, y en estas fechas (agosto de 2020) está haciendo un desastre sin precedentes tanto en la economía del país como en la salud de los argentinos.

Como el área más densamente poblada es Buenos Aires y es la Cabeza de Goliat en la que abreva el resto del país, la mayor cantidad de muertos y contagiados se constatan allí. Sin embargo lugares de poca densidad poblacional como Carreras, María Isabel, Bigand, y otros pueblos pequeños también tienen importante cantidad de contagios.

Rosario, que venía zafando, pasó del “porque nos portarnos muy bien” al contagio extensivo y amplio, en parte porque socializaron mucho, en parte porque mucha gente no respeta ni el aislamiento social, ni la cuarentena obligatoria. De fase a fase, pasamos de casi nulos contagios a montones de contagios, aislamientos preventivos, y un alto contagio entre los profesionales de la salud (los más expuestos en la pandemia).

 Por más que en los sitios privados y públicos se esmeren en cumplir los protocolos, el personal de salud trabaja muchas horas y siempre en contacto con virus (aclaro, no sólo el del Covid sino con muchos virus más), el grado de exposición siempre es más amplio y efectivo que cualquier otro trabajador porque son los que están en contacto directo con el paciente (por más traje de astronauta que tengan puesto).  

En principio se contagió una enfermera, lo cual alarmó a muchos, luego hubo varios profesionales contagiados, lugares privados con alto nivel de contagio, en los públicos también, el contagio se extendió.

Si bien los números tanto de contagiados como de muertos son bastante benévolos con la Argentina y hablan muy bien de nuestro presidente (quien obligó a cumplir cuarentena desde el vamos) lo que más alarma es la precarización laboral a la que está expuesto el sector salud: casi todos trabajan en tres o cuatro lugares distintos, muchas horas, muchas veces entre provincias, sobre todo provincia de Buenos Aires ya que los sueldos que se pagan en esa provincia triplican generosamente lo que la provincia de Santa Fe paga. Los médicos jóvenes que hacen guardias constantemente, viajan eternamente entre distintos lugares de atención, igual pasa con enfermeros, fonoaudiólogos, psicólogos, psiquiatras  y otros especialistas en lo que al arte de currar respecta. En igual condición están muchos docentes, al menos los que no son titulares de cargo, en este caso, como no empezaron las clases presenciales y la docencia se está ejerciendo (dimes y diretes mediante y con un gran sacrificio docente) en forma virtual, los que enseñan estuvieron eximidos de viajar constantemente durante la pandemia (como hacen habitualmente).

De todas formas toneladas de camiones pasan por Buenos Aires y llevan y distribuyen el 80 % de la mercadería al resto del país. También, así asombra el grado de exposición a la pandemia que tienen los camioneros, los colectiveros y taxistas, y, en fin, todos los que trabajan en transporte o de una u otra forma viajan.

Yo particularmente nunca entendí por qué un docente titulariza un cargo (sea el cargo que sea en el nivel que fuere) a 100 kilómetros o más de su lugar de residencia, muchos a menos, pero muchos a esa distancia o más, igual pasa con los médicos y enfermeros y otros especialistas. Debería ser prioridad la proximidad al lugar de trabajo para conseguir un empleo que la lejanía al mismo. De todos modos, está muy precarizado lo laboral en general y en todos los rubros, con el tema del monotributo, lo único que se logró, fue legalizar el trabajo en negro, el profesional es locatario de servicios, pasa a alquilarlos a alguien que los alquila el tiempo que quiera, sea o necesite, y, mientras tanto, la obra social y la jubilación dependen exclusivamente del bolsillo del monotributista, de ningún otro bolsillo más.

Esto permite, justamente, que muchos “locatarios de servicios” se desplacen continuamente buscando alquilar sus servicios al mejor postor y en las mejores condiciones porque, cerca de sus propios domicilios ya está todo cubierto. Esto pasa, justamente, en las ciudades grandes, con alta tasa demográfica y con empleos ya asignados a “las familias médicas” o a los punteros políticos. Entonces muchos profesionales jóvenes, buscan horizontes lejanos para trabajar pero sin querer mudarse (entre otras cosas porque en la Universidad Nacional de Rosario hacen las especializaciones, los postgrados y los doctorados).

En síntesis, lo que desnuda esta pandemia es que de “m’hijo el doctor” hemos pasado a médicos que ya no son ni venerados ni respetados en tanto dadores de vida o muerte (cercanitos al tata Dios, che!) sino a profesionales pobres, precarizados, trasnochados, insomnes, que hacen guardias de 72 horas (sí, lo más ilegal que se pueda esperar y creer) y hacen turnos permanentes entre un lugar y otro, sin parar ni descansar nunca. Porque todos son profesionales pobres y sino no llegan a fin de mes….

Lo que desnuda esta pandemia, más allá de los aplausos que originalmente a alguien se le ocurrió foguear desde los balcones gracias al Covid, es que la mayoría de los profesionales de la salud sobrevive gracias a sueldos miserables que muchas veces ni siquiera son sueldos. Para conseguir un cargo, “entonces, drogate”, tal cual le plantea el jefe del servicio en la película “Carancho” a la joven médica, ilusa ella, reciente residente y personal de emergencia permanente en las ambulancias, tirándole descaradamente el talonario de recetas con su sello y firma… Eso, que desnudó Trapero en su película hacia 2010, es lo que desnuda esta pandemia. La primera vez que duermen juntos el Carancho (Ricardo Darín) y la joven médica (Martina Gusmán) no fue el encuentro sexual para partir la tierra que él esperaba: ella toca la cama y queda profundamente dormida hasta que suena el despertador del día siguiente y ella tiene que salir corriendo para el hospital. Es una realidad que los médicos de guardia no duermen, también es una realidad que nadie puede estar 72 horas sin dormir. También es cierto que hay alguna cama para hacer una siestita pero al momento de atender una urgencia (que es lo que llega a la guardia) hay que estar con todas las luces, sino podés masacrar a alguien sin darte cuenta…

También “Carancho” retrata seres miserables, corruptos, que tratan de sobrevivir como sea en donde están. Ninguno es mala persona, “per se”, se van transformando en eso…Desnuda el uso del tiempo de estos profesionales: viven en el hospital, casi no llegan nunca a su casa, las parejas que se forman (o se deforman, según el caso) se construyen allí mismo. Es usual y habitual las parejas y desparejas entre camilleros, ambulancieros, médicos, enfermeros…porque es con la gente que se convive a diario. También es usual y habitual que los que parten de un modelo de ética incólume (tal cual la joven residente que protagoniza la película) terminan transando con cualquiera por cualquier cosa con tal de conseguir algo mejor que lo poco que tienen…. El capitalismo manda y ordena y con la ética no se come…sobre todo en algunos ambientes…

Son muy pocos los “elegidos” que son hijos de tal o cual doctor y heredan la clínica privada a su nombre…. La mayoría suda y no duerme nada deambulando siempre en el hospital público o entre los centros de salud, vecinales y dispensarios varios…La médica en cuestión vive en las ambulancias, más que en el hospital… con el grado de stress que esto conlleva…

Volviendo a Trapero y su cine, más que la denuncia brilla la corrupción, la miseria, el sobrevivir a como se pueda entre los personajes…. Ninguno es un miserable ni un maldito de pura cepa, pero funcionan de ese modo en ese entramado sociolaboral…

Tal cual este retrato de la Argentina que nos queda…. En donde llegar a sobrevivir va a ser un acto heroico y el desafío de todos los días… En donde el empleo real ya no existirá y la changa o el cirujeo serán nuestro  pan cotidiano…