Frida Kahlo, de amante a sospechosa del asesinato de León Trotsky

Un acto encabezado por su nieto, Esteban Volkow, en la casa-museo, en Coyoacán (Ciudad de México), conmemora hoy el 75 aniversario de su asesinato por el español Ramón Mercader

En 1937, Stalin, que siempre se sintió acechado por las conspiraciones, desató el Gran Terror. «Más de 1.700.000 detenciones y deportaciones a los campos de concentración y 700.000 ejecuciones en sólo dos años. Las represiones afectaron muy a fondo a representantes de las nuevas élites política, militar y económica de la URSS». Así lo afirmaba El informe de Memorial sobre la represión estalinista, publicado con motivo del 70 aniversario de este cruento momento histórico.

«La represión sangrienta contra las figuras conocidas por todo el país (los periódicos informaban sobre ellas en primer término), y cuya lealtad estaba fuera de duda, hacía que cundiese el pánico y se agravase la psicosis masiva. En la época posterior nació incluso el mito de que el Gran Terror, supuestamente, apuntaba en exclusiva contra los viejos bolcheviques y la cúspide del Partido Comunista y el Estado. En realidad, la aplastante mayoría de los detenidos y fusilados eran sencillos ciudadanos».

Pero no todos eran sencillos ciudadanos. Entre los perseguidos por el odio de Stalin se encontraba León Trotsky, uno de los líderes de la Revolución de Octubre, creador del Ejército Rojo y de la Cuarta Internacional. Después de haberle hecho varios requiebros a la muerte, Trotsky fue herido de muerte el 20 de agosto de 1940 en su casa de la Avenida Viena, en Coyoacán. Fallecería un día después. El culpable, Ramón Mercader, pasó veinte años en la cárcel, pero no solo sobre él cayeron las sospechas de conspiración.

Llegada a México

El revolucionario, cuyo enfrentamiento a la línea ideológica de Stalin había supuesto su expulsión de la URSS en 1929, había llegado a la costa mexicana, a la ciudad de Tampico, el 9 de enero de 1937, tras peregrinar por varios países, como Turquía (la casa en la que vivió durante cuatro años está actualmente en venta por 4,4 millones de dólares), Francia y Noruega. Fue acogido en el país azteca gracias a la mediación del pintor muralista Diego Rivera ante el presidente Lázaro Cárdenas, que solo le pidió como condición que no interfiriera en los asuntos del país.

Según cuenta Hayden Herrera en la biografía que realizó sobre Kahlo, tal era el miedo de Trotsky a ser asesinado que no quiso bajar del barco hasta que no viera alguna cara conocida. Entre ellas encontró, en representación del pintor Diego Rivera, la de su esposa, la artista Frida Kahlo. «Seré asesinado por uno de los de aquí, o por uno de mis amigos de fuera, pero alguien con acceso a la casa», afirmó el revolucionario. Un vaticinio que se vio cumplido con el tiempo.

Desde Tampico, un tren los llevaría a la capital mexicana. Trostsky y su esposa Natalia vivieron una temporada en la Casa Azul, en Coyoacán, vivienda que le cedieron Rivera y Kahlo. El acercamiento entre ambas parejas desembocó en una relación amorosa que duraría varios meses entre el viejo revolucionario (58 años) y la joven pintora (29 años), a quien Trotsky llamaba cariñosamente «Piochitas».

Además de la fuerte atracción intelectual y política que ejercía sobre ella, también seguidora de las doctrinas comunistas, el desencadenante de su historia de amor fue quizá la venganza: pagar con la misma moneda a Rivera, quien había mantenido un romance con su hemana Cristina. Según Herrera, Trotsky y Kahlo utilizaron como lugar de encuentro la casa de la hermana, a la que también cortejó Trotsky, sin éxito.

Atentado fallido

Una vez concluido el romance, por parte de la artista, el matrimonio Trotsky decidió instalarse en otra casa cercana, en la calle Viena, también en Coyoacán. A pesar de la fuertes medidas de seguridad -las ventanas que daban a la calle fueron tapiadas, y el cuerpo se seguridad estaba formado por correligionarios de Trotsky- el nuevo hogar no fue del todo seguro. Allí sufriría un primer atentado el 24 de mayo de 1940.

Un grupo de estalinistas, encabezados por el muralista David Alfaro Siqueiros, asaltaron la habitación con ametralladoras. «La tentativa de asesinato falló: Trotsky y Natalia se dejaron caer hacia atrás de la cama y así escaparon de las balas», relata Herrera. Siqueiros fue encarcelado y liberado en menos de un año, exiliándose primero a Chile y después a Cuba, para volver a México en 1946.

Pero las sospechas del atentado también cayeron sobre Diego Rivera, debido a su sonada ruptura política y personal con Trotsky unos meses antes. Esto obligó al muralista a refugiarse en casa de alguno de sus amigos.

El asesinato

El segundo intento de asesinato fue definitivo. Lo perpetró Jacques Mornard, nombre con el que era conocido en México Ramón Mercader (se tardaría años en confirmar su verdadera identidad y su procedencia). Mornard/Mercader, otro de los peones de Stalin, había logrado acercarse a Trotski gracias a su relación sentimental con Sylvia Ageloff, según explica Eduard Puirgventós en el libro, que acaba de salir a la venta, «Ramón Mercader, el hombre del piolet» (Now Books). En él profundiza sobre los orígenes del asesino y el papel que jugó su madre, Caridad del Río, a quien llamaban «la Pasionaria catalana».

Al parecer Ageloff era hermana de una estrecha colaboradora de Trotski, lo que le permitió a Mercader tener acceso al viejo revolucionario. La pareja se conoció en París. Una ciudad en la que, según narra Hayden Herrera, Kahlo también coincidió con Mercader, lo que la puso en el punto de mira de la investigación por el asesinato.

Dos días en la cárcel

«Debido a que Frida conocía al asesino desde París y lo invitaba a la casa de Coyoacán a cenar, se sospechó de ella», señala Herrera. La policía la arrestó e interrogó durante doce horas. «Saquearon la casa de Diego», recordaba después la propia Kahlo. «Mi hermana y yo pasamos dos días llorando en la cárcel. Nos soltaron al cabo de dos días porque no éramos culpables ni del asesinato ni de los balazos», afirmó, en relación también al atentado liderado por Siqueiros.

Las sospechas de conspiración sobre el matrimonio Rivera/Kahlo persistieron durante algún tiempo, en parte alimentadas por el muralista que para conseguir su readmisión al Partido Comunista llegaría a declarar orgulloso que obtuvo el asilo para Trotsky con la intención de mandarlo asesinar.