LA CONSPIRACION CONTRA LINCOLN (primera parte)

El enigma Booth

San Louis, Missouri 30 de abril de 1904 se inaugura  la feria mundial de  las ciencias, artes y  tecnología pero hay una  exhibición extra de la supuesta momia del asesino de Lincoln: John W Booth es la figura oscura de la trama por casi tres décadas, el asesino más infame de la historia; supuestamente  su cuerpo estaba  enterrado en el   cementerio de Baltimore.

John Wilkes Booth - Wikipedia, la enciclopedia libre

J. W. Booth, en una fotografía de época

La pregunta que me  viene a la cabeza es que pasó realmente aquella noche del 14 de abril de 1865 cuando este actor tan famoso en los EEUU se convirtió en el asesino de Lincoln, cuando este último  fue a  la presentación de  una obra  en el teatro Ford en Washington DC y de cómo el actor ingreso al teatro donde se cometería el magnicidio ante mucho público presente.

El homicida con una pistola y un puñal  disparó el arma a la cabeza del presidente.

 Según entiendo, Lincoln  tenía un agente secreto que custodiaba al mismo pero  ¿qué paso realmente? La conspiración estaba en marcha hace mucho tiempo donde había varios protagonistas sureños que no soportaban la derrota ante el “Norte”  y la pérdida de sus privilegios.

Pero volviendo  al lugar de los hechos  del asesinato de  Lincoln, el matador salta del palco al escenario  que tiene una distancia de cuatro metros, se fractura la pierna grita “así mueren los tiranos” y se escapa por una puerta trasera. Allí los espera otro conspirador con los caballos listos y huye  con uno de ellos. 

Se pone en tela juicio o mejor dicho, se discute si fue un plan siniestro que iba más allá de matar al presidente- en un principio fue la idea del secuestro y no del asesinato del mismo-, pero la historia hizo girar el destino de Lincoln y su asesino.  

Estos era en cierto modo una real conspiración contra la Unión, fomentada por  los sureños que llevo no solo a la muerte del presidente sino además al asesinato en ese mismo día del secretario de Estado y otros que se salvaron  por negligencia o arrepentimiento de sus matadores. 

Ahora hay una realidad en las últimas investigaciones sobre John W Booth, el magnicida del presidente, según parece él, junto a David Herold huyeron de la escena del crimen político desde el 14 al 26 de abril.

Los fugitivos eran perseguidos por la policía neoyorquina a la cabeza del detective Lafayette C. Badel  que le estaría pisando los talones a los criminales; el actor principal protagonista de su propia obra estaba mal herido en una de sus piernas durante su huida. La primera persona que lo recibió y hospedó  en la posada fue la otra conspiradora llamada Mary Surrat que regenteaba la misma  en Maryland. Luego de pernoctar  en la misma siguió escapando de sus cazadores y ante el intenso dolor, fue a una clínica donde lo atendió  le entablilló su pierna, el médico Samuel Muda.

 El día 21 tras una semana oculto en una granja, los conspiradores cruzaron el rio Potomac en bote, mientras tanto la policía seguía sus pasos cuyo desenlace fue  una cacería letal.

 Además se unieron a los rastreadores el Regimiento de caballería de N. York. Se aproximaba el acto final de su propia tragedia. Los fugitivos se dirigieron a una granja ubicada en Boeling Green propiedad de Jack Garrett, el Regimiento prácticamente la tenía acorralados. Al llegar a la granja, el mismo dueño les dijo a los soldados que dos hombres estaban en su establo. Arribaron  al mismo, junto al teniente Edward P. Doherta y junto al propietario .Este último les dijo a los fugitivos: “Que le prenderían fuego al establo sino se rendían”.  

Uno de ellos se rindió ante el incendio y posterior humo, en cambio Booth  salió  inmediatamente y fue muerto con un disparo en la nuca;  estuvo agonizando durante tres horas, luego murió. Ahora comienza la leyenda del asesino de Lincoln porque según unos documentos revelados en estos últimos años demuestran que el  muerto no era Booth si no otra persona parecido a él.  

En realidad pudo fugarse  hasta  que una revelación asombrosa demostró que tuvo dos identidades  hasta su muerte definitiva  por suicidio en 1903.

La noche trágica donde Brutus asesina a César

La noche del 14 de abril de 1865 comenzó de forma habitual para Abraham Lincoln, el decimosexto presidente de los Estados Unidos. Después de firmar el indulto de un espía confederado partió hacia el Teatro Ford (en Washington D. C.), donde tenía previsto asistir junto a su esposa a la obra «Our american cousin» («Nuestro primo americano»). Aunque se retrasó, llegó sin problemas al edificio y subió al palco para disfrutar de la representación junto al mayor Henry Rathbone y su prometida. Una vez en su asiento, se relajó y se dispuso a disfrutar del espectáculo. La velada parecía tan tranquila que hasta su guardaespaldas acudió a un bar cercano para tomarse una copa. ¿Qué es lo peor que podía pasar?

Cuando las manecillas del reloj marcaban aproximadamente las diez y cuarto de la noche se desató el infierno. En mitad del tercer acto, un disparo desconcertó al público. Los que alzaron la mirada pudieron ver que el presidente había caído al suelo tras recibir una bala en la parte posterior del cráneo. Se acababa de perpetrar un magnicidio. El más conocido de toda la historia de los Estados Unidos. Segundos después, y para asombro de los presentes, una figura se arrojó desesperada desde el palco.

El desgraciado no era otro que John Wilkes Booth, el asesino. El salto le costó caro, pues sus espuelas se engancharon en una de las banderas colgadas y provocaron que se partiese el peroné durante el descenso.

Lincoln, un retrato entre la historia y la leyenda | Cultura

Imagen de la noche del asesinato de Lincoln en el teatro Ford

 «Después de atacar a Abraham Lincoln, Booth se lanzó bruscamente sobre el escenario. Luego gritó “¡Sic semper tyranis!” (“¡Así siempre a los tiranos!”). Otros afirman que también dijo que el sur había sido vengado. En todo caso, después se marchó mientras alguno de los presentes trataba de detenerle sin éxito. Era actor y adoraba ser el centro de atención, así que no quiso perder la oportunidad de que todos le conocieran», explica a ABC José Luis Hernández Garvi, divulgador histórico y autor de « Magnicidio. Crónica negra de los presidentes asesinados en Estados Unidos» (Luciérnaga, 2018).

Aquel fue su gran error. En lugar de marcharse sin armar barullo y aprovechar el desconcierto, Booth se dio a conocer a gritos y se destacó como la cara más reconocible de una operación orquestada durante semanas por varios conspiradores. A partir de entonces, y durante doce días, el ejército de los Estados Unidos organizó una gran cacería humana que solo finalizó cuando un soldado acabó con la vida del magnicida a sangre fría y por la espalda. Todo ello, después de prender fuego al escondite en el que se hallaba. 

El mismo asesino dejó constancia de este periplo en su diario: «Después de ser perseguido como un perro por pantanos, bosques y la noche pasada ser perseguido por lanchas cañoneras hasta que me obligaron a regresar, calado, helado y hambriento y teniendo a todo el mundo contra mí, estoy aquí en un estado de desesperación».

El principio de todo

La huida de Booth comenzó tras su aparatosa caída. Aquel 14 de abril, mientras el público observaba el asesinato que se acababa de producir, el antiguo actor se dirigió hacia la parte trasera del teatro y golpeó con el mango de su cuchillo al encargado de recibir a los invitados. A continuación se subió a su caballo e inició una carrera contra el tiempo. Mientras, la mayor parte del público se quedó petrificado. De hecho, uno de los pocos que reaccionó fue el mayor Rathbone. Desesperado, el militar gritó de forma vehemente. « ¡Detengan a ese hombre!». Por desgracia, sus alaridos no sirvieron de nada. Y es que, cuando los espectadores reaccionaron ya era tarde.

A continuación, el caos cundió en el Teatro Ford. Después de la carrera de Booth, dos médicos que se encontraban entre el público subieron apresuradamente al palco para tratar de salvar al presidente. Y lo cierto es que lograron regalarle a Lincoln unos minutos más en el reino de los vivos retirándole el coágulo que se había formado sobre su herida. 

«Gracias a su rápida intervención consiguieron que volviera a respirar, antes no tenía pulso», señala Garvi en su obra. Acto seguido, el político fue trasladado hasta una pensión ubicada en las cercanías del teatro. Allí fue precisamente donde falleció durante la noche y donde el secretario de Guerra, Edwin Stanton, se puso de forma momentánea al frente del país. 

Horas después, desde el gobierno se estableció una recompensa de 100.000 dólares por el asesino y se inició una gigantesca operación de búsqueda por toda la región. «Cada salida de la ciudad estaba vigilada, los trenes que salían eran detenidos y registrados, la policía montada y la caballería patrullaban las calles», explica Nicholas Vulich en su obra « Asesinar al Presidente. Asesinatos presidenciales e intentos de asesinatos». A su vez, el miedo a que los confederados atacaran por sorpresa hizo que «los fuertes cercanos fueran puestos en alerta y se entregaran armas a los soldados». 

Trágico viaje

El dolorido Booth abandonó Washington a todo galope en dirección a Maryland. Su objetivo no era otro que ponerse a salvo y reunirse con el resto de conspiradores, cada uno de los cuales había recibido órdenes de matar a un miembro diferente del gobierno de Lincoln para crear el caos. Lo que no sabía es que sus compañeros habían fallado estrepitosamente. «Pretendían llegar a una zona apartada de espesos bosques en la que podían encontrar refugio y la ayuda de la población simpatizante de la causa del Sur antes de llegar a Virginia», completa Garvi en su obra.

Esa misma noche, el magnicida se encontró con David Herold (otro de los conspiradores). Ambos hicieron su primera parada horas después en una posada ubicada a 20 kilómetros de Washington que estaba regentada por Mary Surratt, también partidaria de la causa sudista. Arribaron a su destino a eso de la medianoche y, como estaba previsto, hallaron en el lugar todo tipo de vitales provisiones para continuar su huida. «La Señora Surratt informó al tabernero de que dos hombres llegarían aquella noche. Debería tener a punto dos carabinas, los prismáticos de Booth y dos botellas de whisky para cuando ellos llegasen», añade Vulich.

Los conspiradores pasaron la siguiente jornada huyendo a través de caminos secundarios y apartados para evitar ser cazados por los soldados del ejército americano. 

Sin embargo, Booth sabía que no podía esperar mucho para ver a un médico, pues su pierna había quedado muy dañada a causa de la caída. ¿Qué hacer? Al final, ambos hallaron una extraña solución. En la tarde del 15 de abril se presentaron en la clínica del doctor Samuel Mudd con una curiosa historia que no levantó sospechas. «Mientras cabalgaba a toda velocidad, el caballo de Booth se ha caído sobre él y tiene la pierna rota», afirmó Herold. El engaño salió a pedir de boca, pues el galeno se prestó a tratar y vendar la herida. Tras descansar unas horas, salieron de allí a toda velocidad.