SOBRE EL CADÁVER DE PANCHO VILLA (SIN CABEZA) QUE ESTÁ EN EL MONUMENTO A LA REVOLUCIÓN

                            CULTURA DE LA PROFANACION

La revolución mexicana tiene muchas aristas  entre lo profano y la luz hay muertos que ya estaban condenados desde un principio y cuando dijo esto es que los personajes sociales y protagonistas principales de dicha epopeya digna de  una tragedia de Edipo.   

Ángeles y demonios jugaron roles importantes en esa mal dicha Revolución, es cierto comenzó allí, por 1910 y por 1913, terminó en una brutal guerra civil antesala de que toda Revolución social tiene sus  demonios que son los sectores reaccionarios o contrarrevolucionarios como fue en la Francia de 1789 o en  la Revolución  Rusa de 1917.

Siempre buscamos víctimas o chivos expiatorios. En este caso tenemos las víctimas primarias como Madero que fue el gran protagonista del México de 1910, un presidente constitucionalista y el dirigente que hizo la Revolución social mexicana  pero blando en sus actos, porque dentro de su entorno tenía a los traidores que lo entregarían a sus asesinos. 

Fue un César de la tragedia shakesperiana  donde unos militares que se decían amigos del presidente terminó con su vida en forma infame en esa llamada “Decena trágica”. El genocida y asesino pertenecía a su entorno y fue  el general Victoriano Huerta que pertenecía a la vieja guardia del Porfiriato. 

Otra víctima célebre a lo largo de la revolución y posterior guerra civil fue el afamado: Emiliano Zapata, el arquitecto del Plan Ayala y caudillo del Ejercito Libertador del Sur que fue traicionado por militares y ejecutado en forma brutal por cientos de rifles, bajo la orden del presidente constitucionalista Venustiano Carranza que aniquiló a los caudillos  de esa guerra social mexicana y por último para entender la cultura de la profanación – que es una constante latinoamericana- fue el asesinato del Centauro del Norte: Pancho Villa, que como  el de Zapata, reunió a conspiradores civiles junto a militares traidores, pero con la diferencia que la orden del asesinato fue dada por el mismo  presidente, el general Álvaro Obregón o el manco de Celaya,  así llamado porque en dicho lugar  fue derrotado por Villa a principios de abril de 1915, en la cual perdió  el brazo derecho producto de las bombas lanzadas por una partida villista. 

En 1923 Villa es asesinado por los conspiradores que eran hacendados y víctimas de Villa, durante la Revolución -como así también de militares-, y con la injerencia de los Estados Unidos para urdir el plan del magnicidio. 

En general el legendario Centauro del Norte, tenía muchos enemigos y deudas pendientes durante la el proceso Revolucionario como el ataque al pueblo de Columbus en territorio norteamericano única incursión villista a dicho país, como así también la expropiación de tierras a los hacendados y todo tipo de aberraciones: violación de mujeres, asesinatos de familias en general ; era una especie de delincuente transformado en caudillo revolucionario.  Asimismo tenía un enemigo potencial; el general Obregón, que  cuando perdió su brazo a manos de Villa, todo esto  apunta que la desaparición  de su cabeza en su tumba no fue casualidad en la América libertaria y misteriosa donde las profanaciones son los oscuros lugares de lo sobrenatural, brujerías, sectas u sociedades secretas que tienen la misión de cumplir las venganzas pactadas por el enviado. 

Había razones varias para vengarse de él  y sus seguidores que a lo largo de los años fueron también asesinados y entre los enemigos declarados estaba Estados Unidos, por el tema de Columbus por lo tanto volviendo al personaje  visto en estas series de artículos y que terminó sepultado en el Panteón de la Revolución como un ídolo revolucionario  fue el prolegómeno de una vida de película donde se entre mezclaban los ángeles y demonios  de un personaje más de la historia latinoamericana. 

EN 1976 LOS RESTOS DE PANCHO,   LLEGARON, SIN CABEZA, AL MONUMENTO DE LA REVOLUCIÓN, Y ALREDEDOR DE ELLOS HAY ALGUNAS HISTORIAS QUE QUEREMOS CONTAR.

Para muchos Pancho Villa fue un héroe, para otros un ladrón tan hábil que logró colocarse en los libros de historia. Es innegable que su figura carga con muchos estigmas. En los sesenta, por ejemplo, cuando los ánimos revolucionarios resurgieron y muchos héroes de esta lucha tenían calles y escuelas con sus nombres, el Gobierno de la Ciudad de México apenas había dado permiso para que una avenida llevara el nombre de la División del Norte.

 Entre los detractores más famosos de Villa estaban José Vasconcelos, Diego Rivera y Daniel Cosío Villegas. En 1960, medio siglo después de su muerte, el presidente Adolfo López Mateos encabezó la primera ceremonia cívica en honor al Centauro del Norte, y parecía que su figura por fin se había reivindicado. En 1966 la colocación de su nombre con letras doradas en la Cámara de Diputados hizo que medio mundo abucheara ─todavía más─ a Díaz Ordaz. Tres años más tarde, el gobierno movió la única estatua de Villa en la ciudad de la esquina de Cuauhtémoc y Universidad a un lugar “más cómodo” en el Parque de los Venados.

Para muchos Pancho Villa fue un héroe, para otros un ladrón tan hábil que logró colocarse en los libros de historia. Es innegable que su figura carga con muchos estigmas. En los sesenta, por ejemplo, cuando los ánimos revolucionarios resurgieron y muchos héroes de esta lucha tenían calles y escuelas con sus nombres, el Gobierno de la Ciudad de México apenas había dado permiso para que una avenida llevara el nombre de la División del Norte.

 Entre los detractores más famosos de Villa estaban José Vasconcelos, Diego Rivera y Daniel Cosío Villegas. En 1960, medio siglo después de su muerte, el presidente Adolfo López Mateos encabezó la primera ceremonia cívica en honor al Centauro del Norte, y parecía que su figura por fin se había reivindicado. En 1966 la colocación de su nombre con letras doradas en la Cámara de Diputados hizo que medio mundo abucheara ─todavía más─ a Díaz Ordaz. Tres años más tarde, el gobierno movió la única estatua de Villa en la ciudad de la esquina de Cuauhtémoc y Universidad a un lugar “más cómodo” en el Parque de los Venados.

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Estatua Ecuestre de Francisco Villa en el Parque de los Venados. Originalmente estaba en la esquina de Cuauhtémoc y Universidad, pero cuando las obras del metro pasaron por ahí, el gobierno decidió moverla a su ubicación actual. Foto: Wikipedia.

Aún con toda la mala reputación, había quienes juraron ser leales a su general más allá de la muerte. Lo que no sabían es que la oportunidad de reafirmar su voto llegaría demasiado pronto. El 17 de noviembre de 1976, el entonces presidente de la República ordenó exhumar los restos de Villa para llevarlos del panteón de Hidalgo del Parral, Chihuahua, al Monumento a la Revolución. 

La última cabalgata de Villa 

El 18 de noviembre comenzaron los trabajos de exhumación. Durante el proceso estuvieron presentes las últimas tres viudas de Francisco Villa. La labor fue complicada, porque encima del féretro había una gruesa placa de concreto que protegía los huesos del general. Por supuesto, ésta protección tenía una razón de ser. En febrero 1926, un grupo de soldados comandados por el coronel Francisco Durazo Ruiz abrieron la tumba de Villa para robar su cabeza y cobrar una recompensa de 50 mil dólares que el gobierno norteamericano ofrecía por ella. Otra versión apunta a que fue Álvaro Obregón quien mandó decapitar el cadáver de Villa en venganza por el brazo que perdió “a causa de Villa”. Sea cual sea la historia, lo único cierto es que nadie sabe dónde está su cabeza.

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Foto: El Siglo de Torreón

 Aún sin cráneo, los restos de Doroteo Arango viajaron en una urna hacia su última parada en el Monumento a la Revolución. El recorrido fue una ceremonia en sí misma. En cada ciudad por la que pasaban la gente aglutinaba las calles gritando “¡Viva Villa!” y al centro de la multitud, una camioneta que transportaba al general decapitado encabezaba un regimiento de caballería y un contingente militar donde todos los miembros iban disfrazados de dorados.

Última vez que Villa había entrado con tanta fiesta a la ciudad fue en 1914, cuando él y Emiliano Zapata hicieron su marcha triunfal desde Chapultepec hasta el Palacio Nacional. En esa ocasión también recibieron aplausos por parte de la población, e incluso Villa aprovechó para rebautizar la calle de Madero, que hasta ese momento se llamaba Paseo de Plateros. Después de develar la primera placa con la nueva nomenclatura, Villa juró matar a quien se atreviera cambiarle el nombre.

El 20 de noviembre de 1976, a los pies del Monumento a la Revolución, el presidente Luis Echeverría encabezaba el último acto oficial de su gobierno. El entonces Secretario de Educación, Víctor Bravo Ahuja, pronunció un discurso para recibir al Centauro en el panteón revolucionario. Depositaron los restos en la misma columna donde descansan los de Francisco I. Madero desde 1960.

Por supuesto, las historias alrededor de Villa no dejaron de aparecer, de hecho se multiplicaron. Después de la exhumación hubo quienes dijeron que los restos que hoy descansan en el Monumento a la Revolución no son de Doroteo Arango, sino de una mujer desconocida que Doña Austreberta Rentaría, viuda de Villa, mandó enterrar en la fosa marcada con el número 632 para que nadie volviera a profanar los restos del general.

  Según este relato, el verdadero cuerpo está sepultado a 120 metros de la tumba original en un espacio marcado con el número 10 que Austreberta Rentaría compró a perpetuidad por la cantidad de 12 pesos. De hecho, hay un acta que registra la compra, pero aunque los mismos historiadores locales dan crédito de esta historia, todo parece indicar que los funcionarios responsables de la exhumación decidieron ignorar ese detalle.

Sobre el paradero de su cabeza no sabemos mucho. Las versiones más aceptadas dicen que está sepultada dentro de una caja de balas, muy cerca de lo que fue la puerta del rancho El Cairo, en Salaíces, Chihuahua, y que perteneció al coronel Francisco Durazo Ruiz. Muchos han tratado de encontrar la cabeza, pero como ya nadie sabe exactamente dónde estaba la puerta, la dieron por perdida. De lo que estamos seguros es que con el traslado se cumplió una de las leyendas villistas más populares: el general siempre terminaba en un lugar diferente del que originalmente había escogido para dormir.

CONCLUSIÓN DE LOS TROFEOS DEL HORROR

La historia tiene sus vericuetos pero en América Latina vimos como los supuestos vencedores buscaron sus trofeos dentro de este convulsionado continente históricamente hablando y como dije en un principio tenemos muchos casos como Pancho Ramirez, el Chaco Peñaloza, el Che Guevara, Perón, Evita, etc, todos estos personajes fueron parte de esos trofeos que por algún motivo político u oscuro fueron profanados en sus descansos eternos.