En tiempo de pandemia, la posible y cercana llegada de un agente inmunizador encuentra detractores. 

Un especialista advierte sobre la importancia de inocularse 

En medio de una pandemia que azota al mundo, las expectativas de la llegada de una vacuna que logre frenar a al COVID-19 son altas. Sin embargo, grupos (no tan) minoritarios de personas sostienen increíblemente que las vacunas son peligrosas y deberían, por lo menos, no ser obligatorias. La responsabilidad y obligación colectiva se ponen en entredicho ante los cuestionamientos individuales. Para los escépticos, el ser humano es saludable por sí mismo y las enfermedades pueden tratarse desde otros lugares y no necesariamente desde la medicina occidental. 

“Vacunación libre” es lo que clama un grupo de personas que se manifiesta en contra de esta práctica. Algunos sostienen teorías conspirativas de toda índole. Otros se alzan contra los “grandes intereses económicos” de los laboratorios y deciden no participar del “monopolio” de la salud. La medicina se les presenta como rígida, estructurada y sin lugar a distintas alternativas. En cuestiones de salud y en medio de una crisis mundial a raíz de la aparición de un virus desconocido, ¿se puede anteponer lo individual a lo colectivo?  

El epidemiólogo y sanitarista Juan Herrmann, ex director de Epidemiología del Ministerio de Salud de la Nación y un referente en el tema, realiza una serie de aclaraciones en base a los principales pilares de los movimientos que piden la libre vacunación.  

En primer lugar, una de las creencias más comunes es que los virus y microorganismos “agredidos” serán cada vez más resistentes a los fármacos, mutarán y darán lugar a nuevas enfermedades para las cuales habrá que crear nuevas vacunas generando así un círculo vicioso. “Están confundiendo y están metiendo dentro de una misma bolsa diferentes cosas”, expresa Herrmann al respecto. Según lo que explica, se están mezclando los conceptos de vacunas y antibióticos. Hay una gran cantidad de gérmenes y microorganismos que pueden producir enfermedades para los cuales existe el antibiótico. A medida en que aumenta su uso se va generando progresivamente más resistencia por parte de los microorganismos, teniendo que buscar así nuevas fórmulas. Pero éste no es el caso de la vacuna, ya que actúa de manera diferente.  

“El mecanismo de la vacuna es tratar de reproducir la enfermedad de una manera muchísimo más atenuada que la enfermedad natural, entonces es el mismo organismo el que desarrolla las defensas. La vacuna viene a fortalecer las defensas, el antibiótico viene a atacar a un germen” explica.  

Otra convicción que sostienen los grupos anti-vacunas es que éstas poseen compuestos tóxicos que pueden generar desde alergias, malestares, autismo y hasta muertes súbitas. En cuanto a esto, el especialista explica que las vacunas tienen tres o cuatro tipos de componentes. Por un lado, el virus que produce la enfermedad: puede ser de manera atenuada o un fragmento del virus, con lo cual es menos tóxico que la enfermedad. Este componente es acompañado por otros elementos para darle estabilidad al compuesto químico. “No son necesariamente tóxicos, aunque pueden producir alergias en un grupo relativamente pequeño dentro de la población vacunada, pero es una proporción ínfima en relación a la cantidad de gente que no tuvo efectos adversos”, explica el ex funcionario nacional. 

Por otro lado, existe el supuesto de que la reducción de enfermedades infecciosas es específicamente gracias a las mejoras obtenidas en nutrición e infraestructura higiénica. En cuanto a este punto, es innegable que en tanto y en cuanto mejoren las condiciones generales de vida, o sea, que la población tenga buena alimentación, reciba agua potable, tenga cloacas y eliminación de la basura domiciliaria, la población va a vivir de una manera más saludable. Las vacunas vienen a aportar y sumar de forma muy efectiva al control de algunas enfermedades. “Si una persona pertenece a un sector favorecido de la sociedad, sin ninguna enfermedad y con un sistema inmune trabajando de la mejor manera posible, pero va a algún país o población donde haya alguna enfermedad inmunoprevenible y se expone a alguien que padece esta enfermedad las probabilidades de que se enferme son altísimas, independientemente de que estén garantizadas las necesidades básicas”, afirma Herrmann. 

Por otro lado, se cuestiona la eficacia de las vacunas en poblaciones desnutridas o con malas condiciones higiénicas. Respecto de esto hay que aclarar que estas personas que viven en un estado desfavorable, si no acceden a la vacuna y contraen las enfermedades “se las van a ver peor” que aquellos que la contraigan en un ambiente favorable. Herrmann relata el caso particular de la Hepatitis A, enfermedad que en nuestro país afecta a muy pocas personas gracias a la introducción de la vacuna a los niños menores. Pero aquellas poblaciones que tienen muy malas condiciones de vida y las contraen son más susceptibles a generar complicaciones, por ejemplo, padecer de insuficiencia hepática donde la única forma de salvar a la persona es con un trasplante de hígado. “Hay que mejorar las condiciones de vida de toda la población, pero, mientras tanto, proteger de estas enfermedades con la vacuna”, aclara.

“¡No vacunación a niños menores de tres años!” reclaman los grupos de la vacunación libre. El problema de este pedido es que el 90 o 95 por ciento de las vacunas en el calendario obligatorio son a chicos menores de tres años. Esto no es caprichoso, sino que tiene su fundamento en que estos niños son extremadamente susceptibles ya que todavía no tuvieron la posibilidad de exponerse a la enfermedad en su forma natural. “La idea es que ni bien se empieza la vida, cuanto antes, hay que brindarles protección para este grupo de enfermedades y esto viene demostrando ser tremendamente efectivo” 

Cabe preguntarse ahora: ¿Qué puede llegar a suceder si un grupo cada vez más numeroso deja de vacunarse? Y, por otro lado, ¿por qué vemos que, en su mayoría, los anti-vacunas pertenecen a sectores medios de nuestra sociedad?

Herrmann responde estas dos preguntas. En cuanto a la primera, hay que recordar que la estrategia de vacunación de inmunización poblacional garantiza que si se logra una cobertura de vacunación amplia no solamente están protegidos los individuos vacunados, sino la población en general. “Supongamos que de toda una población el 90 por ciento está vacunada y el 10 por ciento no lo está. Si llega a esta población una persona con una enfermedad inmunoprevenible difícilmente el virus llegue a trasmitirse”, explica. Entonces, a la inversa, se entiende que, si existe un grupo minoritario de personas vacunadas y uno mayoritario de personas sin vacunación, en el caso de que entre un virus en la población esté se propagará ya que “encuentra muchísimas personas susceptibles y rápidamente empieza a producir enfermos”. Entonces, si todos nos vacunamos no solamente nos estamos protegiendo a nivel individual, sino que protegemos al pequeño grupo que por algún motivo no quiso vacunarse. “Los anti vacunas no es que no se enferman porque decidieron no vacunarse sino justamente gracias a que gran parte de la población está vacunada, impidiendo así que un virus que ingrese en una población tenga la posibilidad de circular ampliamente”, asegura Herrmann.  

En cuanto a nuestra segunda pregunta, la posición del epidemiólogo es clara: “Se da en un momento de la historia y en un sector social que privilegia tremendamente la individualidad por sobre lo colectivo: yo elijo. Lógicamente están en condiciones sociales y económicas como para elegir”. Herrmann considera que la opción por las vacunas también la toman de esta manera, sosteniendo argumentos que son muy confusos o que tienden a confundir, donde prima una posición individualista que muchas veces es disfrazada con argumentos pseudo científicos.  

En resumen, la vacuna no solamente es importante a nivel individual, sino que también representa una protección colectiva. Es fundamental tener en cuenta que hay toda una población de por medio y, sobre todo, sectores más vulnerables, sin sus necesidades básicas satisfechas que si contraen alguna de las enfermedades prevenibles por vacunas se van a encontrar en una situación mucho más complicada que cualquier otro. Cuando la vacuna del coronavirus aparezca, es importante que la sociedad sepa que tiene una responsabilidad colectiva, más allá de su individualidad.