Todavía deambulan por los archivos de YouTube las viejas imágenes de Maradona cantando el tango “El sueño del pibe”, síntesis de la esperanza del ascenso social a través de gambetas y goles que todavía persiste en un país futbolero aunque sus mayorías estén goleadas porque las reglas de juego las excluyen de la fiesta para unos pocos.

Para muy pocos.

Pero la insistencia todavía existe como también pervive el negocio macerado sobre esa pasión de millones y millones de personas.

Gambetear el destino sudamericano, diría Borges en su poema conjetural.

Ganar en la cancha chica del fútbol para no perder tanto en la cancha grande de la realidad.

La pibada rosarina necesita eludir la pegajosa marca de cifras que gritan desde las páginas policiales.

Seis de cada diez homicidios tienen como víctimas a chicas y chicos menores de veinticinco años. Seis de cada diez personas desocupadas en la ex ciudad obrera son pibas y pibes menores de veinticinco años.

La noticia viene de Mar del Plata, donde un chico de catorce años, oriundo de la ciudad de Ñuls y Central, de Messi y Di María, junto su representante, quería probarse en Aldosivi.

Pero terminó en situación de calle, abandonado, deambulando, llorando la derrota de la traición del que supuestamente lo iba a defender.

El representante lo dejó en orsai.

No hubo prueba ni tampoco compañerismo. Quedó en la calle, expulsado del modesto sueño de probarse en un club de la primera de AFA.

Las crónicas cuentan que el muchacho con edad de segundo año de secundaria caminaba sin rumbo por las arterias marplatenses, perdido y goleado por la traición de su supuesto defensor de derechos, de su representante.

La gambeta traicionada del pibe rosarino terminó en las habitaciones del Hogar Arenaza del Mar del Plata, donde fue hospedado hasta que llegue su mamá desde Rosario para mimarlo y mitigarle el dolor del guadañazo asestado por la promesa violada por su representante.

Dicen los cronistas que el empresario que lo había dejado en situación de calle se hizo presente en el Hogar pero ni los operadores comunitarios ni el chico quisieron saber nada con el estafador.

Ahora que la Argentina ingresa a un nuevo Censo Nacional, sería bueno intentar detectar cuántos casos como el del pibe de catorce años existen en la realidad íntima de la muchachada en cada rincón del país goleado.

Como también resulta importante conocer cuáles son las penas que se podrían aplicar a este tipo de explotadores de necesidades y sueños tan expuestos y desnudos como la tibia o la rodilla que intenta gambetear cualquier patadón que la realidad les tire, ya sea en la cancha chica del fútbol como en la cancha grande de la historia del presente.

¿Cuántas mamás habrán tenido que ir a buscar a sus hijos con el alma lastimado como si fuera el campito ocupado por narcos de poca monta?.

Preguntas retóricas que no tendrán respuestas en el Censo pero que deberían ser respondidas por aquellos que manejan el fenomenal negocio del fútbol, donde los que llegan a primera no superan el 4 por ciento de los que pueblan las inferiores de los casi 120 clubes que agrupa la AFA.

Cuando el pibe vuelva a Rosario seguramente insistirá en su sueño, en su necesidad de gambetear las realidades que le presenta la ciudad archipiélago que todavía respira fútbol por todos los poros.

Ojalá que haya justicia para los representantes estafadores, expertos en traicionar gambetas.

Que tengan tarjeta roja en la cancha grande de la realidad.

Porque pibes como este chico rosarino de catorce años que nunca pudo llegar a probarse en Aldosivi se deben multiplicar por cientos en la fenomenal geografía argentina.

Fuente: Clarín, 15 de mayo de 2022.