Después de la trágica muerte del poeta rosarino Willy Harvey en 1982 ,  parte de su obra dispersa e inédita  fue rescatada  y publicada a través de la edición  póstuma del libro “Imágenes de Asedio”, recién en el año 2005 – con prólogo del poeta Guillermo Ibañez – ;tras  un  largo olvido . Luego, en el  2018, la escritora Alicia Salinas realizó una investigación periodística sobre su obra y figura que publicó en el diario La capital. La misma fue retomada  en ciertos aspectos por la nota del articulista  de Pagina 12  Héctor Cepol, de abril de este año. Sin embargo, para el autor de esta nueva nota – homenaje – Gustavo E. Simez – muchos de los dichos no se ajustan según  su registro personal, a la verdad histórica relativa a diversos  aspectos de la vida del poeta. Su preocupación central está en resaltar sus cualidades intelectuales y culturales, desmitificando visiones sesgadas y contaminadas con apreciaciones prejuiciosas, que no le rinden honor a las auténticas condiciones de vida y producción del incuestionable poeta que fue: Guillermo Willy Harvey.

INVENTARIO

Cuando abro la madrugada como un fruto

Aspiro un chorro de agridulce plasma

Sacudiendo

Tanto y tanta sangre-sueño en abandono.

Así,

cada ademán se me ocurre un epitafio:

siglo final en que nací creciendo

junto al mar, el germen, el riesgo de lo vivo.

Lo sé, lo digo,

Lo vine diciendo

o lo escuché, tal vez,

de algún antepasado

en la antesala de las venas.

Y de etapa en etapa, 

De ayer en ayer,

me arriesgo en la memoria

sorbiéndome la sed,

la fe inicial:

el sustantivo.

Willy Harvey _ “El riesgo de lo vivo” -Edic. La ventana” 1976 

Nuevamente leo una nota de “rescate” de un poeta muy apreciado por su breve pero indiscutible obra poética, tanto desde el punto de vista formal como por su riqueza conceptual de cuño existencial. 

Me refiero al poeta rosarino Willy Harvey, fallecido trágicamente hace casi cuarenta años y desde hace dos “exhumado” del cerril olvido donde fue “enterrado”, para colocarlo (presuntamente) en el panteón de los imprescindibles poetas de nuestra comarca. Lo cual es un motivo de alegría, seguramente para mucha gente de su época y su entorno , como aquella que palpitó y se emocionó leyéndolo- en un pasamanos directo o dentro de pequeños grupos de conocidos-o escuchándolo en memorables jornadas (recuerdo una en el café literario Artaud y otra en la vieja Asociación de Psicólogos ) recitando sus poemas con su tenue voz encendida , inspirado por una suerte de éxtasis dionisíaco,- con sus atribulados versos dirigidos al sentido de la vida y del mundo, plenos de interrogantes indecidibles e indispensables para develar con belleza el desgarramiento existencial y disparar nuevos significados en lo absurdo de cada destino humano, demasiado humano-; pero también gente de las nuevas generaciones, que sin haberlo conocido, (si son amantes de la poesía sin concesiones estereotipadas y/o meramente catárticas de un cúmulo de impresiones , palabras y sonidos , que son barullo enmarcado ) no tengo ninguna duda que se siguen sorprendiendo gratamente ante la poética de Willy Harvey, más allá de la presión que puedan ejercer los fetichistas de la cultura que viven descubriendo objetos de culto, como piezas de valor signo , dentro de ciertos círculos de referencia sociales. Pero la alegría, todos lo sabemos, es un bien efímero y la nota de referencia del diario Página 12 del día 28 /4/20 nos lo recuerda, pues el autor Héctor Cetol se pregunta sobre la construcción y futuro de un presunto mito y/ o leyenda forjados en torno a la figura de Willy Harvey, sin dejar de destilar un cúmulo de sospechas,  suspicacias y patéticas interpretaciones sobre su historia atormentada, que no considero superfluas ni inofensivas. Por supuesto, no sobre su poesía (que es la única que se defiende sola) sino sobre su vida. 

Si bien es cierto que describe con bastante precisión algunos rasgos que lo caracterizaban, otros están absolutamente magnificados y adulterados. Y si también demuestra el articulista tener información sobre algunas circunstancias anecdóticas y trágicas de su vida, lo relevante está en una intencionalidad mal disimulada: la de supuestamente desmitificar el valor que tuvo su vida como condición de posibilidad para su producción poética. Para lo cual, se lo somete a un juicio sumario, por inmerecido reconocimiento postrero, al no poder evitarse como una burla insidiosa de la historia, su inesperado retorno. Y como en todo juicio moral, por lo tanto antiético (en el sentido spinozista), se intentan debilitar y entristecer, con medias verdades o sesgadas anécdotas, ya no directamente los valores de su obra, pero sí los merecimientos de su autor. Con buena lógica capitalista se trata de extraer el valor de cambio sin importar la exacción que se hace al verdadero productor, despojándolo además de su historicidad. 

Se propone revisar el articulista, la trama de su supuesta leyenda o mito ciudadano, -a los que abona al querer impugnarlos -su construcción y sus alcances en la actualidad, apelando a las opiniones de un pequeñísimo círculo de la ciudad de Rosario, en pugna mucho de ellos con la propia historia de Harvey. Sin embargo, de ese pequeño círculo surgirán los elegidos para formar ese tribunal sumario que lo juzgará en ausencia. Indefectiblemente escritores de la ciudad , muchos de una generación posterior ,que solamente lo conocieron de vista o por intermedio de otros más allegados , que con sus tendenciosos recuerdos y comentarios, solo trasuntan la inquietud y el distanciamiento que les provocaba su sola presencia , por el modo de una existencia no digerible para estómagos delicados. Y que dicen los que no eran de su círculo pero dan testimonios que cobran valor para las intenciones inconfesadas del articulista: que Harvey era “malo”, “peligroso” (…”rompía sillas en los bares “, “tenía un carácter podrido”, en definitiva que vivía peleado con el mundo y la vida.). Pero además , para legitimar el juicio moral se suma a las acusaciones del tribunal el llamado “protector” (¡vaya exagerado calificativo! ) ,-quien objetivamente lo ayudaba con algunas monedas y la promesa incumplida de editarle el que fue en definitiva su póstumo libro:”Imágenes de Asedio”, (quizá la única ilusión que lo mantuvo expectante en sus últimos días de vida a Harvey)-.Sí, me refiero al citado escritor y periodista Vila Ortiz, que sin dudas lo valoraba poéticamente y el testimonio de esa admiración quedó registrado en una nota que publicó en el diario La Capital , a principios de los años ochenta, titulada “Rosario :La ciudad de los poetas en soledad” . En el mismo manifiesta, con cierta indignación y dolor, que la ciudad secretara grandes poetas en medio del desamparo y la soledad. Se refería explícitamente a Fausto Hernández, Felipe Aldana y Willy Harvey, como los tres exponentes de una poética ineludible que se gestaba en Rosario, pese a la indiferencia y el olvido en que los dejaba. Sin embargo, parece que lo único importante para desandar el mito es que él, pese a que Harvey lo consideraba un amigo, también lo acusa de “malo”. Por lo tanto el juicio moral implícito es inapelable, no es merecedor de ningún reconocimiento aunque su obra despierte admiración. ¿Y además a quien se le ocurrió compararlo con Baudelaire o los malditos franceses? No y no…de ninguna manera! Esa sería una farsa supuestamente urdida por la propia perfidia del propio personaje que simulaba Harvey o vaya uno a saber que exégetas anodinos pergeñaron esa falsa analogía para darle un poco de lustre a su pobre vida! Era lisa y llanamente “malo”, nada de “maldito”, calificativo que lo haría acreedor de un lugar de privilegio, sino en el panteón de los precursores de la nueva literatura y poética de fines del siglo XIX francés, como un lejano discípulo. 

Por supuesto que son incomparables los “malditos franceses” y el poeta Willy Harvey, por obvias razones históricas, tanto témporo-espaciales como socio-culturales. Pero nunca , si bien conocía y admiraba profundamente a Baudelaire , Rimbaud, Verlaine… como a tantos otros “enfant terribles” posteriores como Esra Pound , Ungaretti , T.Eliot , Artaud ,etc., etc., osó justificar sus durísimas circunstancias de vida con una pose de “maldito” que le garantizase por asociación algún crédito imaginario como poeta. Pero no solamente apelan al juicio moral, con testimonios absolutamente maliciosos, sino que se intenta con algunos datos parciales y equívocos, justificar su derrotero de desarraigo, abandono y literalmente “situación de calle” – (un eufemismo del trabajo social actual que no existía entonces. Como no existían tampoco albergues o refugios que alivianaran esa situación de vivir en la calle. Y sí, terminó ocupando los huecos e intersticios que encontraba en la superficie del centro de la ciudad, pero nunca en un subsuelo oscuro y sórdido como el de la escenografía que quiere instalar el articulista para reforzar lo siniestro del personaje que leyenda y mito intentan consolidar. )- a partir de premisas psicoanalíticas que lo harían a su vez pasible de inconsistencias “estructurales” irreversibles, como la de haber tenido un padre que “no le permitió metaforizar por “forclusión” el “nombre del padre”, al desalojarlo y vaciarlo de sentido desde la “Otredad supuestamente constitutiva”, a través del acto de tener otro hijo y bautizarlo con el mismo nombre que él. 

Es verdad que de alguna manera el padre intentó (fallidamente ) suplantarlo por un nuevo vástago, seguramente fiel a sus expectativas imaginarias de borrar al primer Guillermo : hijo ingrato , no merecedor de su paternidad y por lo tanto desplazado y desheredado .Lo cual sí fue una realidad irreversible , pues nunca más tuvo nada que esperar ni recibir de su padre . Lo que omite el articulista es que esa significativa historia se precipita luego de la muerte de su madre, cuando tenía catorce años, con las inevitables secuelas de la pérdida de un objeto de amor incondicional e irremplazable, sobre todo en plena adolescencia. Y que el hermano en realidad fue un hermanastro, nacido de una nueva pareja del padre al poco tiempo de enviudar. 

O sea, lo más importante, el dolor por el desgarro y el extrañamiento ante la pérdida de su progenitora quedan borrados, en la búsqueda de fallas constitutivas (Forclusión: mecanismo de la psicosis para el Dr. Lacan). La negación o repudio implícito del padre en esa elección de tener otro hijo que lo reemplace especularmente (al llevar el mismo nombre) y asignarle el lugar de auténtico o verdadero descendiente, por supuesto que fue una decisión que lo afectó a Harvey. Sin embargo, nunca ese vacío de la supuesta “otredad” de la “metáfora paterna”, alcanzaron para quebrar el linaje inglés, motivo indudable de su orgullo cultural e intelectual, a partir de la figura identificatoria de su abuelo paterno y su educación en el exclusivo Colegio Inglés, garantes de ese linaje. No obstante, en el desarrollo de sus intereses intelectuales y poéticos , Harvey no quedó reducido a su círculo de procedencia , el que le permitió dominar el inglés con soltura y regodearse con sus signos de pertenencia ,( recuerdo las disputas con su amigo Miguel Quin- de familia irlandesa – cuando Harvey le cuestionaba que su inglés era un dialecto impuro, parodiando toda la vasta lucha de dominación y dependencia entre los pueblos de sus ancestros ) , pues a través de sus circuitos y alianzas amorosas dentro del intercambio social y cultural , en una ciudad tan cosmopolita como Rosario , aprendió francés (que leía y hablaba casi tan bien como el inglés) también alemán e italiano , con el decimonónico y obsoleto objetivo de leer los clásicos de la literatura en su idioma original . 

Por toda esa vasta formación literaria e intelectual, sin olvidar sus estudios de Arqueología en la Facultad de Filosofía y Letras, es otra lamentable ocurrencia querer ubicarlo, producto de la supuesta leyenda o el mito, en paralelo con otros personajes de la ciudad como Cachilo u Olmedo. Independientemente de los atributos por lo que estos fueron reconocidos, por su bagaje cultural y su historicidad no tienen un solo punto en común con Harvey, excepto la ciudad de origen. Puntos y aristas en común que si tuvo con tantos otros poetas e intelectuales de su época y entorno, como: Eros Bortolato, Calgaro, Hugo Padelleti, Aldo Oliva, el mismo Felipe Aldana y tantos otros, más allá de estilos poéticos y modos de vida. Sin lugar a dudas, W. Harvey se sostuvo con la dignidad de ser fiel sin concesiones a sus convicciones poéticas e intelectuales, pese al derrumbe existencial que insidiosamente lo fue doblegando con su corolario de desarraigo y extrema soledad, de sus últimos años. Y aún en esas duras circunstancias nunca perdió una cualidad que también resaltó Vila Ortiz: el Asombro, como puro inquirir de otros sentidos de la realidad cosificada. Asombro interrogativo ante los avatares de su propia vida, pero también frente a los semejantes que le ofrecían historias o cuentos donde descubría con sorpresa signos y sentidos absurdos o difíciles de comprender con mezquinas nomenclaturas y clasificaciones, lo mismo con ciertos objetos aparentemente minúsculos e insignificantes que pueblan nuestra existencia. Y quizás ese asombro vital fue la expresión más verosímil de la vulnerabilidad de la condición humana o “El riesgo de lo vivo”. Título de su segundo y exquisito libro de poesías, (en versos y en prosa) que a su vez contiene una breve síntesis autobiográfica –en la contratapa- donde más que retratarse se filma en una luminosa retrospectiva, de una manera admirable por la conciencia crítica y la absoluta autenticidad reflexiva, con: rasgos, tendencias, contradicciones, pasiones y debilidades, que fueron la marca imborrable de su historia indisociable como poeta y ser humano. 

Ps. Gustavo Simez.-