Por Marcelo Agnoli

EL GRAN ESCAPE

   A estas alturas de la pesquisa era más que obvio que Hitler se había escapado del Führerbunker. ¿Cómo lo hizo, cuando la capital del Tercer Reich estaba rodeada de soldados rusos por sus cuatro costados? Encontré varias versiones del sistema empleado para el gran escape, pero la que más se acerca al trayecto seguido entre su refugio y el puerto noruego de Kristiansund –donde le aguardaba la flotilla de submarinos– curiosamente la publicó la revista chilena Zig-Zag, el 16 de enero de 1948, señalando:

“El 30 de enero de 1945, el capitán Peter Baumgart transportó a Adolf Hitler, a Eva Braun y a un grupo de leales amigos, desde Tempelhof (aeropuerto de Berlín) hasta Tondern, en Dinamarca, y desde allí a Kristiansand, en Noruega, donde les esperaba la flotilla de submarinos”.

   Esta versión necesita algunos reparos y precisiones. De partida, la fecha de la fuga no corresponde en absoluto a los hechos conocidos. La fecha más aproximada es la del 19 de abril en adelante, cuando el propio Führer le dice a Karl Doenitz que a partir de ese momento él desaparece y el Gran Almirante (es su título por ser el Comandante en Jefe de la Armada alemana. N. del A.) debe asumir la conducción del Reich. “Usted es un soldado –enfatiza perentoriamente Hitler a Doenitz– y debe obedecer mis órdenes. El marino, no obstante, recién a fines de abril, toma el mando de Alemania y el cargo de Führer (máximo jefe militar).

   En la información de la revista Zig-Zag de 1948 se dice que a Hitler le acompañó en su fuga, aparte de Eva Braun, un grupo de amigos. Esto es coherente con otra versión que asegura que el Führer fue llevado a Dinamarca en un avión “Arado 555”.

   Aquí es necesaria una explicación aclaratoria. Los últimos personajes que llegaron o salieron de Berlín –mejor dicho, del búnker de Hitler– en el mes de abril, lo debieron hacer en pequeños aviones que podían aterrizar o despegar desde una amplia avenida frente al edificio de la Cancillería del Reich (sede del Partido Nazi), conocida como el Eje Este-Oeste, por lo cual es muy posible –y eso nos permite fijar con mayor exactitud la fecha de la fuga– la presencia del Arado 555.

   Este avión era capaz de transportar a varios pasajeros, lo que es imposible para un pequeño monomotor que a lo sumo transporta a dos o tres personas. El Arado era un monstruo del aire, pero llegó demasiado tarde, como muchas otras armas secretas de Hitler. Se trataba del primer avión a reacción del mundo, dotado de seis motores y capaz de ir desde Alemania a Nueva York, dejar caer cuatro toneladas de bombas y regresar a su base, sin reabastecerse de combustible.

   Pero hizo su aparición cuando ya Alemania había perdido la guerra y el único aparato que salió de la fábrica Arado sólo sirvió para rescatar a Hitler desde su refugio y llevarlo a Dinamarca.

   Ahora, si el Arado despegó desde Tempelhof significaría que la fuga se inició, a lo menos, una semana antes que terminara el mes de abril, ya que en esos días los rusos se apoderaron del aeropuerto, único que permitiría operar al gigantesco bombardero intercontinental.

UN PARAISO PARA HITLER

   Las maniobras del almirante Karl Doenitz durante abril despejan cualquier duda que se pudiera tener sobre su rol en la fuga del Führer. Dos años antes, en 1943, cuando Doenitz era el comandante de la flota submarina de los nazis –en esa época el arma más poderosa de Alemania– declaró a un grupo de periodistas alemanes: “Mis submarinos descubrieron un paraíso en la tierra, una admirable fortaleza para el Führer, en algún lugar del mundo. Allí podrá (Hitler) trabajar con plena tranquilidad, preparando sus nuevos planes”.

   No aclaró el almirante dónde estaba ese paraíso, pero no debe haber sido la Antártida. También era ilógico pensar en Argentina, que se llenó de criminales de guerra al término del conflicto, y donde los comandos judíos buscaban afanosamente a los prófugos del Tercer Reich. Para Hitler, esconderse en Bariloche, como se ha teorizado, era refugiarse en la boca del lobo.

   Volviendo a Doenitz, poco antes de la debacle final, Hitler saca de su cargo al comandante en Jefe de la Armada, el Gran Almirante Raeder y nombra a Doenitz en su reemplazo. Obviamente, una medida muy estratégica del Führer. El nuevo jefe naval cambia la sede de la Comandancia en Jefe del arma, que estaba en Pilau, a orillas del Báltico, y la lleva a Flensburg, donde funciona la Escuela Naval de la Marina. ¿Cuál es la razón de este cambio?

   Pilau está en el camino por donde llegan a Berlín las tropas rusas; Flensburg se ubica al norte de Alemania, también a orillas del Mar Báltico, pero fronterizo con Dinamarca que permanece en poder del Ejército alemán. Un poco más al norte de Dinamarca, tras cruzar un estrecho, está Noruega –también en poder de los nazis–, y en la esquina misma del territorio noruego, el puerto de Kristiansand, donde se reúne la flotilla del gran escape.

   Esto significa que un vuelo desde Berlín a Flensburg, se realiza sobre territorio controlado por Alemania, aunque los rusos ya dominen la capital del Reich.

   Instalado en la Escuela Naval, Doenitz ordena que una promoción completa de submarinistas se ponga bajo sus directas órdenes y como las conversaciones sobre rendición ya están muy avanzadas con el enemigo, manda radiar una orden de rendición a todos los submarinos que navegan por el mundo.

   Todo este panorama tiene una sola explicación: los submarinistas van a integrar la flotilla del gran escape (¿para qué otra cosa necesita submarinistas, si la guerra está terminando?). En cuanto a la orden de rendición a los submarinos es muy evidente su intención. Cuando el enemigo se entera de tal orden cesa de perseguirlos, porque centenares de dichas naves comienzan a aflorar a la superficie del mar con bandera blanca. De este modo, la flotilla del gran escape navega casi tranquilamente rumbo a Chile.

DE CABO VERDE AL SUR DE CHILE

   La flotilla, compuesta a lo menos por seis submarinos, sale de Noruega al Mar del Norte y bordea el sur de Islandia. Ya en el Atlántico, la travesía se cumple sin inconvenientes. Pero cuando la flotilla –que navega sumergida– pasa entre Africa y Brasil, frente a las islas del Cabo Verde, se rompe la tranquilidad de la navegación.

   Es la madrugada del 4 de julio de 1945. Un destructor brasileño choca inesperadamente contra un submarino que, al parecer por la escasa profundidad en que ocurre la colisión, se estaba sumergiendo. Del barco brasileño se alerta a otro destructor que patrulla en las cercanías y todo indica –por lo que sucedió después– que los dos submarinos encargados de proteger el convoy del Führer se quedan en las proximidades del incidente para detener a los brasileños, mientras el resto de las naves escapa raudamente con rumbo sur.

   El segundo destructor, que llega cuatro horas después en apoyo del primero es el Bahía con una dotación de 360 tripulantes. La situación se complica para los alemanes y uno de los submarinos de combate dispara un torpedo contra el buque recién llegado. El impacto da justamente en la proa y muy cerca de la santabárbara, por lo que la explosión causa un serio daño a la nave que comienza a hundirse con letal rapidez. De sus 360 hombres sólo se salvan 40.

   Una semana después, el 12 de julio, otro destructor brasileño que ha permanecido en el área donde se hundió el Bahía detecta a un submarino y lo ataca con cargas de profundidad. Es fácil suponer que el submarino permaneció sumergido, esperando que los perseguidores se convencieran de que había escapado, para poder reanudar su travesía.

   Es posible suponer que por razones estratégicas y conversaciones de muy alto nivel entre alguna autoridad nazi “sumergida” y el Gobierno argentino –claramente pro nazi–, los dos submarinos de combate cambien su trayectoria y no sigan en el convoy del Führer. Por ello, el 10 de julio se rinde en Buenos Aires el U-530, al mando del teniente de navío Otto Weirmutt y su tripulación de 54 hombres.

   En medio de estas historias de rendiciones, la prensa argentina informa de avistamientos de a lo menos otros tres submarinos, uno de los cuales es apresado por la Marina, pero dejado libre después, al decir de la prensa. Tales navíos desaparecen rumbo al sur.

   La flotilla del gran escape, entretanto, ha entrado al Pacífico. El submarino que transporta a Hitler fondea en el refugio que el almirante Karl Doenitz calificara como “paraíso en la tierra”, y que no es otro que la hoy llamada isla Friendship, en la provincia de Aisén. Otro submarino llega hasta Valdivia, donde es hundido por su tripulación. Un tercer navío reposa en Bahía Mansa y un cuarto submarino es detectado y perseguido por la Fach en Iquique, pero escapa y hoy se encuentra hundido en la costa de Antofagasta.

   Un quinto submarino fue dinamitado, hundido y reflotado en una playa de la Séptima Región, pero esa nave nos cuenta otra historia, porque fue escenario de un asesinato múltiple.

   ¿Quiénes tenían interés en dinamitar ese submarino, instalado al costado norte y muy próximo al faro Carranza, un faro de la Armada chilena? Tras el análisis de los sucesos ocurridos en el refugio berlinés de Hitler, es forzoso arribar a una sola conclusión: Martin Borman, canciller del Partido Nazi y su hombre de confianza.

   En los dos últimos meses de la guerra, ninguno de los generales o mariscales del Reich tenía acceso al Führer si Borman no lo autorizaba. Su sistema era simple: aparentando relevar al jefe de sus agobiadoras tareas, “filtraba” las visitas, hasta que llegó un momento en que el Führer se tornó invisible para sus generales y líderes políticos. Sólo tres de los sátrapas del dictador no eran manejados por el canciller del partido: Goebbels, Goering y Himmler.

   No cabe la menor duda de que fue Martin Borman quien ideó el gran escape, convenciendo al Führer de huir de Berlín –y de Alemania–, porque, al parecer, Hitler realmente quería morir en el Fuhrerbunker. También es evidente que Borman abandona el refugio mucho después que Hitler, en el pequeño submarino hoy abandonado en Carranza.

   Llegados al lugar elegido y descargados los valores que transportaba, decide eliminar a los tripulantes –quizás no a los oficiales– y para ello debe haber instalado una carga explosiva en el sector de los torpedos, donde están las literas de los marinos, la que estalló cuando éstos dormían. Hay un testigo que escuchó la detonación en horas de la madrugada.

   Para ese genio maléfico que era Borman, un grupo de marinos era un potencial peligro de contar lo que sabían, decidiendo su eliminación.

   Muchos años después, el administrador de la Estancia Flora, Florencio Arellano,  le dijo a este periodista que unos alemanes que llegaron en avión se llevaron el contenido del barco, y mostró el cable que sirvió para reflotarlo, montando un andarivel para transportar la carga hacia la playa.

Imagen de la propaganda nazi en el hotel Edén (Córdoba)   lugar donde supuestamente estuvo Hitler y otros nazis.

EL FINAL  O EL COMIENZO DEL PRINCIPIO: UNA  CONCLUSION PENDIENTE

   La política de Hitler dio un giro importante en la historia del siglo XX afectando a millones de seres humanos como así también a aquellos que admiraron su figura como centro del ejemplo de la intolerancia demencial.

   Pero lo más fascinante es buscar una conclusión  sin conclusión  para el mito del führer  porque su muerte nos sorprende pero su vida después de su supuesta muerte es un enigma que lleva  a revelar algo más  relevante del Hitler hombre que es el mito mismo  que el armó y en el cual muchos historiadores e investigadores  aficionados buscaron si el suicidio fue fingido  para sobrevivir después de su audaz fuga del Berlín sitiado por los rojos como parte del plan maestro que mencioné  en mi trabajo   sobre la “Ruta de las ratas” que proporcionaron algo más , que fue  la ayuda  del Vaticano como así también de la Cruz Roja internacional y tras ellos los millones en valores monetarios y no monetarios que conformaron la gran fortuna de Hitler y sus seguidores para fundar el IV  Reich  existente en la Economía Mundial del siglo XXI.

   Recorrimos todos los rincones del mundo de Berlín  a  Vigo (España) pasando por  Noruega para cruzar el Atlántico con los U- boote  del  Gran Almirante  Karl Dönitz  y  desembarcando  en la Patagonia argentina  buscando refugio en las manos del  General  Perón, pasando luego por Chile para terminar sus días finales en  Asunción  (Paraguay) donde fue sepultado  en secreto y despedido por los selectos jerarcas del nazismo. Su sepultura esta a cuatro  metros de profundidad en un  bunker  donde hoy  se levanta  un  hotel de lujo en la  capital paraguaya, el secreto sigue en pie más que nunca, como dije en mi trabajo en un principio el “Pacto Diabólico” está más vigente   en el Orden Mundial del Tercer Milenio, en general Hitler  ha  vencido y logró su IV  Reich en la  economía mundial que nos domina hoy en la era de la Globalización.  Pero en algún momento habrá más revelaciones y  ampliará  más mi trabajo por ahora queda el suspenso en el aire como la mejor novela detectivesca  de Agatha Christie… no hay una conclusión, habrá más datos reveladores en una próxima continuación  por  ahora la investigación queda  ahí.

Portada de una diario inglés anunciado el supuesto suicidio de Hitler

 El comandante responsable del submarino aleman S 530 que posiblemente desembarcó  al sur de la Argentina  a Hitler y su joven esposa más otros jerarcas.

Tapa del libro sobre el escape de Hitler una versión sobre su fuga a la Argentina de Perón

Cartelera de la película sobre el atentado fracasado sobre Hitler en 1939 en Berlín

El nuevo Hitler del mundo globalizado?