(SEPTIMA PARTE)

VILLANOS, MANIPULADORES, ASESINOS EN LA HISTORIA Y LA ARGENTINA COMO REFUGIO DE GANSTERES NAZIS

Las historias de un poder en la sombra fueron siempre una continuidad en la historia de la conspiraciones a lo largo del tiempo, Mussolini, Napoleón, Cesar, Alejandro Magno, Carlos V, Franco, Stalin, Hitler y otros fueron los manipuladores del poder y crearon un entorno que convenció a millones de personas en las épocas que ellos eran los señores de la vida y la muerte de millones.

Estos serían los villanos parecidos como de los comics Batman, Superman, Capitán América, etc. donde cada uno de ellos crearon un villano y últimamente en una serie de Netflix aperase un villano tan cruel que parece a los personajes nombrados de la historia esa serie de llama Devraville y el villano se llama Wilson Fisk que no duda en usar la fuerza bruta y manipular a la gente  y comprar a jueces, policías urbanas o la misma FBI además de tener el poder absoluto en toda New York, seria este personaje  una gánster como Capone, John Dillinguer, Lucky Luciano, Meyer Lansky y otros criminales como los fueron en el siglo pasado los gánsteres nazis y dentro de dicha organización estaban los peores asesinos junto al jefe mafioso llamado Hitler y Uds., mis lectores me dirán que tienen que ver los gánster con  los nazis y sus refugios en nuestro país y yo diría mucho porque los gobiernos de la sombras conspiraron y protegieron a estos indeseables personajes dentro de la sociedad argentina donde actores de altos cargos entre militares, empresarios, y otros apoyaron y armaron improvisados refugios para estos fugitivos del mal.

Ajeno al paso del tiempo

Aunque sea difícil de creer, el casco de la estancia «El Simbol» permanece hoy ajeno al paso del tiempo. Es como si se negara a aceptar que la Alemania de Hitler perdió la guerra hace casi setenta y cinco años. Ahí están todavía el falso cuarto de huéspedes construido por Frankenberger, el recinto secreto para los equipos técnicos y hasta el viejo placar de madera puesto por los mismos espías del Führer.

Rafael Marengo es el actual dueño del campo; a él le debemos la posibilidad de poder introducirnos todavía en este increíble túnel del tiempo. El relato se lo debemos a los muy bien conversados archivos del Segundo Sumario de espionaje alemán, resguardados en los Archivos del Poder Judicial de la Nación.

El infinito campo argentino tiene miles de historias por ser descubiertas. Algunas van saliendo a la luz casi por casualidad, otras vivirán en el olvido para siempre ¿Quién podría pensar que esconde también viejas historias de espías nazis acechando en las sombras?

Por la ruta provincial Nº 2, apenas pasando el espejo de agua llamado laguna «La Verde», donde algunos flamencos silvestres remojan sus interminables patas, se llega a un caserío que se denomina «Las Avispas». Un viejo camino de tierra sobre la margen derecha de la ruta lleva hasta el viejo establecimiento agro ganadero, propiedad en el pasado de la familia Kusters, uno de los clanes de granjeros alemanes establecidos allí durante los comienzos del Siglo XX.

Uno de los primeros colonos alemanes en instalarse en «Las Avispas» fue Walter Junkers, quien compró parte del loteo de un establecimiento llamado «El Simbol» en el año 1930. Allí se dedicó exitosamente a explotar las ricas tierras argentinas. Luego le siguió Carlos Kusters, un ex capataz «La Fidelidad», una estancia de la «Bunge & Born», quien fue persuadido por su amigo Junkers de adquirir otra porción del lucrativo loteo de «El Simbol». Con el sudor y sacrificio de largos años de trabajo y un generoso préstamo del Banco Hipotecario, Kusters pudo finalmente comprar su campo en el año 1937. Pronto lo dotó con 650 cabezas de ganado vacuno, 200 de lanar y 100 de caballar.  Una inversión total de $150.000-

Fue por esos años que un misterioso corredor de la empresa «Otto Deutz» comenzó a frecuentar los campos de los alemanes. Se trataba de un joven hamburgués llamado Hans Harnisch, quien años más tarde se convertiría en un próspero empresario y un engranaje clave del espionaje nazi en Argentina durante la Segunda Guerra Mundial.

Hitler y el nuevo orden mundial

 “Muerto el perro no se acabó la rabia” es la frase que, parodiando a la tradicional que da por acabada la enfermedad al morir el animal portador, utilizó el investigador Abel Basti para la presentación de su nuevo libro “Hitler y el Nuevo Orden Mundial” (Editorial Planeta).

Se trata de un texto colmado de datos inéditos que nutren una trama fascinante que involucra a destacados personajes internacionales, grandes holdings y renombrados integrantes de las casas reales europeas.

En su obra de revisionismo histórico el autor intenta demostrar que si bien al terminar la Segunda Guerra el nazismo formalmente desapareció de escena, las empresas, los militares y los políticos que ayudaron al esfuerzo bélico del Tercer Reich continuaron en actividad, sosteniendo la misma ideología, que había trascendido las fronteras de Alemania, y haciendo negocios de gran magnitud durante la Guerra Fría.

En esa nueva etapa, que comenzó al poco tiempo de haberse firmado el armisticio, las dos grandes potencias que habían sido aliadas durante la guerra, los Estados Unidos y la Unión Soviética, en muy poco tiempo pasaron a ser acérrimas enemigas. Y paradójicamente los estadounidenses y los nazis, antes enfrentados, se convirtieron en socios para combatir al comunismo cuya expansión amenazaba al mundo capitalista.

Para fundamentar esta tesis, Basti detalla los grandes holdings germanos que, después de la culminación del conflicto, continuaron facturando millones, particularmente los relacionados a la industria bélica, inclusive a veces asociados a empresas estadounidenses. En ese sentido, en el libro se mencionan industrias de armas y vehículos, acero, farmacéuticas y químicas, entre otras, cuyos propietarios, que habían ayudado a Adolf Hitler, resultaron impunes; y los pocos que fueron condenados, siempre con penas leves, resultaron beneficiados con sucesivas amnistías otorgadas por parte de los Aliados.

A ello se suma la evasión y el “reciclado” de miles de nazis que, tras cruzar el Atlántico, reiniciaron sus nuevas vidas en el continente joven. Varios de ellos trabajaron para los gobiernos americanos, especialmente para el de los Estados Unidos, cumpliendo funciones en dependencias oficiales civiles y militares (los norteamericanos contrataron a veteranos alemanes como agentes de inteligencia, instructores de las fuerzas armadas, expertos en guerras bacteriológica y química, etc.).

En el caso de los cerebros el caso más emblemático es el de Wernher von Braun, experto en misilística en la Alemania nazi y luego padre del desarrollo espacial estadounidense que llevaría al hombre a la Luna, quien, como decenas de científicos alemanes, fue llevado a trabajar a los Estados Unidos en el marco de la conocida Operación Paper Clip, destinada a captar para ese país la materia gris del Tercer Reich, obviando su escabroso pasado nazi.

Para muestra un botón: el mismo von Braun en 1940 había ingresado a las temibles Waffen SS (Schutzstaffel) y estuvo acusado de usar mano de obra esclava en las fábricas bajo su mando. Otros ex militares hitlerianos se sumaron a los planteles de las grandes firmas alemanas que se radicaron en diferentes países americanos, por caso Adolf Eichmann quien trabajó como un sumiso y eficiente empleado administrativo en la Mercedes Benz, en Buenos Aires.

Tras la guerra, algunos nazis cumplieron funciones para la CIA o para el nuevo Servicio Federal de Inteligencia (BND) creado por Alemania Federal en los años 50, como el criminal Klaus Barbie, comandante de la Gestapo en Francia, quién, radicado en Bolivia, llegó a ostentar el grado de teniente coronel del Ejército de ese país. Es asombroso que, a pesar de ser un fugitivo de la justicia, Barbie percibiera honorarios tanto de la CIA como del BND, según lo demuestra documentación desclasificada. También resulta significativa la cantidad de militares que, luego de haber formado parte de las fuerzas armadas de Hitler, cumplieron funciones en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Un ejemplo es el reconocido general alemán Adolf Heusinger -hombre clave en las invasiones perpetradas por los nazis que le permitieron a Hitler someter a países europeos- quien luego, durante la Guerra Fría, fue agente secreto de la CIA y después presidente del comité militar de la mencionada alianza militar multinacional.

Paradójicamente, como muestra de que las investigaciones de revisionismo histórico no deja de sorprendernos, en el libro de Basti se asegura que a partir de la década del 50 algunos nazis fueron contratados por el servicio secreto israelí Mossad, para pelear contra de los árabes, por caso el general Walter Rauff, inventor de las cámaras de gas móviles, o el conocido comando Otto Skorzeny, célebre por rescatar de prisión al dictador italiano Benito Mussolini, entre otras operaciones especiales ordenadas por Hitler.

Según el autor, estos sucesos fueron posibles el un marco de un secreto pacto de impunidad de posguerra acordado por la cúspide del poder internacional, un entramado que parece una ficción pero que se fue confirmando, como una dura y desconocida realidad de un pasado no tan lejano, merced a la progresiva desclasificación de documentos de inteligencia estadounidenses.

En el libro Hitler y el Nuevo Orden Mundial se asegura que las intrincadas redes que se tejieron después de 1945, que reunían a veteranos de guerra, se dedicaron a ayudar a las dictaduras latinoamericanas y a hacer pingües dividendos mediante el tráfico de armas y el narcotráfico. El caso más conocido es el del citado Barbie, que comandaba las rutas de la cocaína, quien se movía con absoluta impunidad en Bolivia, a la sazón convertida en un narco estado gobernado por uniformados corruptos, país que en 1974 rechazó un pedido de extradición del citado criminal de guerra realizado por Francia.

En el texto de esta obra literaria de investigación se detallan los nombres de personajes y de empresas involucradas en la construcción del denominado “Nuevo Orden” de posguerra incluyéndose también integrantes de las monarquías europeas quienes, según el autor, han pasado desapercibidos a la hora de buscar responsables de una trama compleja que tenía fines inconfesables. En ese sentido, el libro destaca la relación de las casas reales europeas con Hitler, y se llama la atención del lector sobre grandes negociados, algunos de los cuales causaron tremendos escándalos como cuando la empresa aeronáutica norteamericana Lockheed reveló en 1979 que, para venderle aviones a los Países Bajos, debió pagar un soborno de un millón de dólares al príncipe consorte Bernardo, esposo de la reina Juliana de Holanda. (Bernardo, fallecido en 2004, era abuelo del actual rey Guillermo, casado con la argentina Máxima Zorreguieta).

Con la narración de una increíble cantidad de casos que se interrelacionan, aportando minuciosos detalles de cada suceso, Basti va armando un rompecabezas con información relevante para finalmente mostrar un cuadro diferente de la historia que no deja de asombrar.