Lo que sigue es el prólogo de nuestro próximo libro “Democracia, año 40:

Protagonistas o consumidores”. Para nosotros es un privilegio poder compartir estas líneas a través de la querida revista “El Vecino”.

Solamente siete personas fueron electas presidentas y presidentes durante las cuatro décadas de democracia ininterrumpida en la Argentina: Raúl Alfonsín, Carlos Menem,

Fernando De La Rúa, Néstor Kirchner, Cristina Fernández, Mauricio Macri y Alberto

Fernández. A los que habría que agregarles a Ramón Puerta, Eduardo Camaño, Adolfo

Rodríguez Saá y Eduardo Duhalde desde diciembre de 2001 a mayo de 2003.Pero la pregunta sobre los cuarenta años de la democracia argentina es cómo está hoy el presente de las grandes mayorías argentinas.

Este libro no pretende saldar cuentas si no debatir sobre la realidad cotidiana provincial santafesina y nacional en un contexto latinoamericano y mundial en la que la democracia está cuestionada y acorralada al servicio de los poderes económicos que constituyen y afianzan privilegios en contra de los sectores populares y también sobre la única cápsula espacial que tenemos como es el planeta Tierra hoy ya con fecha de vencimiento. Porque así como se cumplen cuarenta años de la democracia recuperada en 1983, también debe pensarse en el medio siglo transitado desde el regreso de Perón y aquella consigna de liberación o dependencia, aplastada por el terrorismo de estado impulsado por los intereses que configuran el privilegio de los sectores económicos dominantes.

De allí que también encontrarán en estas páginas algunas señales que serán fundamentales analizar como pesadas herencias desde los tiempos de la desaparición de las personas.

Hay poesía en las letras de las canciones que surgieron o se cantaron en estas cuatro décadas y números que expresan la consecuencia de la pugna histórica en estos años.

Al mismo tiempo que nos permitimos preguntarnos por las consignas es preciso hacerlo en torno a la convocatoria, adhesión, alegría, ilusión, esperanza o sus antónimos que la propia palabra democracia genera hoy en distintos sectores sociales santafesinos en particular y argentinos en general.

Una deliberada construcción de hartazgo popular a través de la vida cotidiana encorsetada por las tasas de ganancias que imponen los que manejan la concentración y extranjerización de riquezas por un lado y, por otro, como estrategia comunicacional desbocada a través de las redes sociales y los teléfonos celulares como bien analiza en detalle el filósofo Byun Chul Han.

Casi en la mitad de este recorrido colectivo de cuarenta años existió el estallido de 2001 y el surgimiento, en distintos países de América del Sur, de gobiernos progresistas que, además, le devolvieron al pensamiento cotidiano de millones de personas la necesidad de pensar en escala nacional.

Sin embargo, luego de una década de estas experiencias políticas, los principales resortes estructurales de la generación de riquezas en América del Sur en general y la Argentina en particular siguieron en manos de grandes empresas más vinculadas al extranjero que al destino sudamericano, como diría Borges.

Pero a diferencia de lo sucedido a partir de 2001, la destrucción de la conciencia política de los pueblos fue generando un repudio a la democracia, la política, el sindicalismo y las formas de memoria como si fueran sinónimos de atraso, ineficiencia, inutilidad o lisa y llanamente corrupción.

Ese repudio planificado está directamente relacionado con el llamado dataísmo que llega  desde las yemas de los dedos sobre la pantalla de los celulares. Ya no importa la verdad, importa consumir lo que nos hacen creer que necesitamos. No solamente no hay independencia económica si no tampoco independencia intelectual.

El último censo con sus datos publicados, el del año 2010, demostró que la mitad de la población adulta de la Argentina no tenía escuela secundaria terminada. Una información que nunca fue discutida por los grandes partidos políticos del país.

De tal forma resurgieron las matrices ideológicas de los años noventa: individualismo y consumismo exacerbado. Los principios rectores del capitalismo dependiente.

A principios de la tercera década del tercer milenio, hay una acentuada tendencia a no participar de la política, a no protagonizar la historia.

Como si fuera la resurrección de las justificaciones para el genocidio, el “comunismo” o el

“socialismo” son nombrados como si fueran sinónimo de lo malo por antonomasia.

Durante la pandemia del covid, miles de personas quemaron barbijos y negaron la ciencia a través del rechazo a las vacunas. La irracionalidad por encima de la racionalidad. El retorno de los brujos.

Los fascismos están de regreso.

No hay sentido de justicia democrática ni mucho menos de seguridad democrática. Hay más necesidad de venganza que de justicia. La mano dura vuelve a estar de moda mientras que impera lo que llamados la pedagogía de la cobardía: desquitarse con el que menos puede y que está cerca. Nunca con quienes ocupan los sitios privilegiados del poder económico. No se los nombra, no se los toca y hasta se gestiona o gerencia desde la política resignada a favor de sus intereses.

El piso histórico que creímos inmutable en 1983 hoy está roto.

Distintas formas de golpes de estado se realizan en América del Sur y en Argentina la pistola contra Cristina Fernández de Kirchner, dos veces presidenta del país, el primero de septiembre de 2022, demostró la fragilidad de la democracia.

La intolerancia también está de regreso como el desprecio a la idea solidaria y progresista de crecimiento económico con justicia social y equidad.

Hasta existe un marcado movimiento de reivindicación al terrorismo de estado y la noche carnívora desatada a partir del 24 de marzo de 1976.

La destrucción del ecosistema es consecuencia de la ferocidad del capitalismo pero suele presentarse como efecto de los supuestos misterios de la naturaleza.

América del Sur y por lo tanto Argentina y la provincia de Santa Fe son territorios de sacrificio en pos de los grandes negocios multinacionales auspiciados y permitidos por gobiernos resinados a hacer política a favor de esos intereses.

Explotación irracional de los bienes comunes; explotación irracional de la gente; construcción de desiertos; exilio de las poblaciones empobrecidas y explotación de niñas, niños y adolescentes. Las viejas y siempre recicladas cinco plataformas históricas de La

Forestal hoy renacida en distintos lugares de la Argentina y Santa Fe.

Recuperar el protagonismo histórico supone volver a enamorarse de la política y la democracia. No parece una tarea sencilla. Pero es una tarea imprescindible.

A menos protagonismo popular más concentración, extranjerización, corrupción, explotación y empobrecimiento.

Las denominadas “nuevas” corrientes liberales exacerban el individualismo y el consumismo en forma paralela que satanizan la política y la democracia.

A cuarenta años de la recuperación de la democracia entendemos que la consigna de estos tiempos es ser protagonistas o resignarse a ser consumidores de los que las minorías impongan, una planificación muy lejana a los sueños individuales de cualquier persona como también de los sueños colectivos inconclusos de nuestros pueblos.

No vamos a renunciar a los ideales democráticos ni a los proyectos colectivos.

Repetimos que no habrá democracia sin soberanía porque será democracia para poca gente.

Pero para generar esa recuperación de riquezas habrá que ser protagonistas.

Pelear por lo que soñamos para dejar de vivir pesadillas impuestas por las minorías.

Carlos del Frade