En la calle Sarmiento al 700 existe un pequeño cine. Escondido en una galería es anunciado por un cartel en la entrada: Arteón. Con la tipografía hippie, se muestra como símbolo de una época: nació en 1965 y fue un espacio cultural rosarino protagonista de una etapa de gran efervescencia política. Lugar de encuentro y de militancia, tuvo un gran desenvolvimiento en teatro y cine, siendo productora y, además, ofreciendo espacios educativos de formación profesional. Desde que apareció en la cultura rosarina estuvo siempre ligado a la vida social y política del país: sus temáticas, sus obras y sus expresiones en general responden a una posición clara frente a la situación histórica y el momento político.
Caminemos por las calles de Rosario, pero esta vez en la década del 1960. Imaginemos una juventud movilizada, crítica, esperanzada. Un grupo se organiza y crea Arteón. Se trabaja a pulmón: salen a vender las entradas de cine y obras de teatro en la peatonal, los bares y las facultades. Para incentivar al público hacen promociones o carnets de socios y, como buen espacio de encuentro, en las salas se servía café y comida. En el trasnoche, estudiantes se reunían a ver una película que después compartían y discutían en un bar cercano.
En los tiempos de Onganía, las movilizaciones eran constantes y cuando la represión se desataba muchos estudiantes se escondían en la sala Arteón, Quicho Frenizi, uno de los fundadores del grupo, encendía el proyector y así, entre todos, sorteaban a los militares. Como militantes de la cultura, registraron hechos importantes como el Rosariazo o las manifestaciones de resistencia del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo en Rosario. Lamentablemente, muchas de estas producciones se perdieron con el misterioso incendio de la sala en1972 y otras tantas con la dictadura del 1976.
Para el grupo que construyó Arteón, la militancia pasaba por lo cultural, por llevar contenido de calidad a los barrios, por retratar las injusticias en una obra de teatro, por difundir cine político. Con el advenimiento de la democracia, la primavera camporista y el regreso de Perón al país se abrió un escenario de altísima efervescencia política donde la juventud fue protagonista de un proceso histórico crucial para el país. En esta época, gracias a las herramientas gubernamentales y un importante respaldo institucional, Arteón llegó a tener cuatro salas y su trabajo de productora y difusora se vio altamente beneficiado.
En 1976 sabemos que el escenario se oscureció. La dictadura significó una fractura muy grande del proyecto político de Arteón. Sufrieron censuras y persecuciones. Perdieron compañeros y amigos en el camino. Sin embargo, en 1977 abrieron los talleres de teatro, cine y danza con el objetivo de formar profesionales del arte. No solo lo vivieron como una experiencia pedagógica, sino que también fue un espacio de resistencia cultural para soportar los dolores de la dictadura.
A partir de 1983, la sala de calle Sarmiento sufrió cierres y momentos de inactividad, pero en el 2009 reabrió definitivamente. Actualmente es uno de los espacios del INCAA, donde se puede ver cine nacional por fuera de la órbita comercial. También pasan películas internacionales, pero siempre buscando transmitir contenido político, crítico y filosófico.
La historia de Arteón forma parte de una más grande: la de los cines en Rosario. La ciudad fue un foco cinematográfico importantísimo. En la década de 1950 llego a tener 49 salas en funcionamiento, siendo la segunda ciudad, después de Buenos Aires, en desarrollar semejante movida cultural. Algunos pocos lograron sobrevivir a los cambios de época y otros, la gran mayoría, hoy son garajes o centros evangélicos.